Dura pena para ‘la asesina de las setas’, que guisó filete con ‘Amanita phalloides’

Ingesta de hongos

Cadena perpetua por matar a 3 familiares con filete Welligton con ‘Amanita phalloides’

Convicted triple murderer Erin Patterson leaves the Supreme Court of Victoria following her sentencing in Melbourne, Australia, Monday, Sept. 8, 2025. (Joel Carrett/AAP Image via AP)

Erin Patterson, ayer, tras conocer el veredicto

Joel Carrett / Ap-LaPresse

El banquete era mortal de necesidad. El plato principal –filete Wellington con champiñones– escondía en realidad Amanita phalloides , la seta más letal y venenosa del bosque. Una especie que en España provoca la mayoría de muertes por ingesta de hongos.

La práctica totalidad de esos envenamientos son por accidente; nada que ver con esta historia que acaba de costarle a una mujer australiana una pena a cadena perpetua. Con esos solomillos aderezados con esa temida seta –esa especie también crece en Australia– mató de una sola sentada en la mesa a sus exsuegros y a una tía de su exmarido, que también estaba invitado pero no acudió a la cita.

Se inventó un cáncer para asegurar que los padres y tíos de su exmarido aceptaran la invitación a comer

La sentencia se conoció ayer. Erin Patterson, la perversa cocinera, escuchó el veredicto sin apenas inmutarse. El juez le comunicó que la había condenado a una cadena perpetua de 33 años sin posibilidad de libertad condicional por cada uno los asesinatos. A esa pena hay que sumar 25 años más por intento de asesinato (un cuarto comensal, marido de la hermana de la exsuegra) sobrevivió al masivo envenenamiento.

Esas penas se cumplirán de forma simultánea, así que Erin no podrá pisar la calle –se descuenta lo que ya lleva cum­plido– hasta el 2056. Tendrá 81 años. “Usted no mostró compasión por sus víctimas”, recriminó ayer el magistrado a la acusada. La frase es muy esclarecedora, pues la sentencia no se cree la versión de la mujer australiana, que achacó durante el juicio lo ocurrido a un accidente. Como se sentía muy sola tras dejarla su marido, afirmó que se aficionó al universo de las setas y empezó a añadirlas en sus guisos. Nadie se cree que comprara esos hongos en una tienda asiática y que, dada su inexperiencia, no se percatara de su toxicidad. Todo lo contrario, se estima que fue a recolectarlos sabiendo muy bien lo que hacía. Y salió al bosque, reza la sentencia, antes de invitar a almorzar a sus exsuegros y a los tíos de su exmarido.

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El juez Christopher Beale fue implacable al acusar a Erin de “haber planificado” con especial esmero la “ejecución” de la que había sido su familia política. ¿Una prueba irrefutable? La “inusual invitación” a todos ellos para que fueran a comer a su casa, cuando la relación con el que había sido su marido estaba ya rota. Erin les dijo que le acababan de diagnosticar un cáncer. Era mentira, claro, pero eso no se supo hasta mucho más tarde. Así que los exsuegros de la ciudadana australiana y los tíos de su exesposo acudieron a la cita sin sospechar que era una trampa mortal. El único comensal, Ian Wilkinson, que sobrevivió tras pasar por el hospital y serle trasplantado el hígado ató después cabos. Durante el juicio relató que Erin tuvo un comportamiento extraño en la cocina, a la que no dejó entrar a nadie mientras preparaba la comida y que ella comió en un plato de diferente color al usado por el resto de invitados.

Cuando todos empezaron a sentirse mal y acabaron en un centro sanitario, Erin, le recrimina también el juez, no colaboró. El magistrado le afeó que no dijera a los médicos que había preparado un plato con setas –incluso sin admitir que ella ya sabía que eran venenosas– lo que habría ayudado a conocer de inmediato el origen de la intoxicación y quizá a haberles salvado la vida. “Pero esto último, ahora ya nunca lo sabremos”, lamentó el juez Beale. Erin está aislada en la cárcel por temor a represalias de otros presos.

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