l empezar este espacio de diálogo y empezando un nuevo curso querría presentar al filósofo Sócrates, que tiene un principio de conocimiento de la verdad a través de la dialéctica, o sea de la conversación y del razonamiento. Este método lo denomina mayéutica y consiste básicamente en que el maestro o el profesor, mediante preguntas, hace que el alumno llegue al conocimiento de la verdad y ayuda al discípulo a dar a luz el saber que hay en su interior. El maestro hace brotar del interior del propio alumno la verdad y la bondad que residen en su esencia humana.
Este verano, en una de las visitas a una de las casas de colonias de nuestra iglesia me encontré con una comadrona que colaboraba en las actividades de educación en el ocio. La profesional de la salud comentaba como, toda su vida, había procurado dar vida. Había ayudado a alumbrar a tantos hijos e hijas del seno materno y había contemplado, en cada nacimiento, un espectáculo de la biología humana.
El buen alumno siempre se convierte en discípulo porque ve el ejemplo de su maestro que lo espolea a superarse y a seguir luchando por la verdad y la bondad
Esta escena puramente humana nos recuerda la misión que tienen los maestros de escuela y todos los que se dedican al campo de la enseñanza, desde equipos docentes a padres y madres. La misión consiste en que los niños y niñas de nuestras aulas se conviertan en discípulos, eso es amados, porque redescubren que son portadores de la verdad y del bien que los ayuda a crecer como personas.
Queridos maestros de escuela, profesores de institutos y colegios, educadores, docentes, en vuestro inicio de curso escolar me complace dirigiros estas letras como constructores de puentes en nuestra sociedad. En estas primeras semanas os recuerdo y ruego por vosotros ante este servicio como tejedores de urdimbre y creadores de familia. Así como la comadrona tiene por misión dar la vida a los niños que pasan del seno materno protegido y entran por primera vez en contacto con la vida exterior, vosotros queridos maestros estáis llamados a vivir esta vocación, este llamamiento. Sois los autores de que los niños y niñas tengan una vida plena en su futuro. Gracias por hacerlo posible.
Gracias porque vuestra misión es fundamental. Enseñamos para dar vida y damos vida para crear comunidades que se conviertan en misioneras, que den testimonio. El buen alumno siempre se convierte en discípulo porque ve el ejemplo de su maestro que lo espolea a superarse y a seguir luchando por la verdad y la bondad, creando una estructura de vida que tiene un alma, un sentido profundo de la existencia. Os deseo que el curso sea una oportunidad para hacer nacer en las aulas a tantos niños y niñas que buscan y anhelan una vida llena de oportunidades, una vida trascendente que pueda ser estímulo para vivir en comunidad, huyendo de los individualismos. De esta manera crearemos familia y tejeremos vínculos afectivos y de crecimiento social y emocional.
Os encomiendo al Maestro, Jesús de Nazaret, que os dé la sabiduría e inteligencia para hacer de vuestros alumnos unos buenos discípulos de vida y de fe, de Vuestro servidor.