Si uno necesita convertirse en casi un temerario para analizar todo lo que acontece hoy en el mundo, imagínense vaticinar cómo estaremos en el 2050. Pues eso es exactamente lo que ha intentado hacer Fernando Jáuregui, periodista referente del gremio, con su último libro: El cambio en cien palabras: ¿Cómo serán nuestras vidas en 2050? (Plaza & Janés).
Es cierto, no obstante, que no se ha tirado a la piscina sin asegurarse antes de que haya agua. Hasta cien expertos de todas las ramas habidas y por haber le han ayudado a imaginar cómo será nuestro mundo de aquí a 25 años. Pero en cualquier caso hay que ser valiente –como lo calificó Jordi Juan, director de La Vanguardia , durante la presentación ayer de la obra en el Círculo Ecuestre de Barcelona, que moderó– para ponerse al frente de semejante desafío.
El periodista Fernando Jáuregui vaticina en su último libro cómo será la sociedad en el 2050
Jáuregui es, efectivamente, valiente. De eso no hay duda. Y además, optimista. Así se definió a sí mismo ¿Pero cómo puede uno ser optimista –se preguntará el lector– con la que está cayendo? Porque es casi imposible ir a peor, en palabras del autor. Se mostró convencido de que los sucesores de Donald Trump y Vladimir Putin no serán capaces de igualar su incompetencia. “El mundo está dirigido por dos o tres locos” afirmó. De ahí que vislumbre el futuro con cierta esperanza. Cree además en la ley del péndulo: “Ahora estamos en un momento de máxima insensatez, pero tendrá que ir hacia el otro lado en algún momento”.
Dijo sentirse lejos de los postulados agoreros de pensadores como Yuval Harari o Daron Acemoglu, Nobel de Economía. “Hay aspectos que nos permiten ser optimistas”, subrayó, aunque admitió que se venden muchos más libros siendo catastrofista.

Enrique Lacalle, junto a Fernando Jáuregui, ayer en elCírculo Ecuestre
¿Y qué le hace ser optimista? Pues a diferencia de Acemoglu –“que asegura que con la IA llegará el fin del mundo”–, teniendo una mirada positiva respecto a la evolución tecnológica. Pero no a cualquier precio. Defendió que hay que fiscalizar a la IA, no darle carta blanca.
Él practica con el ejemplo, hasta el punto que ha dejado a su novia avatar, de nombre Úrsula –en honor a la actriz Úrsula Corberó– y que creó cuando tenía 70 años (ahora suma 75 y en el 2050 alcanzará, aunque no cree que llegue, los cien).
“Mis alumnos flipaban: ¡un tío con 70 años con una novia digital! La dejé porque me daba siempre la razón. La IA es básicamente pelota. Además, te engaña, tiene mucha cara. Si hay cosas que no sabe, se las inventa”.
A pesar de ello, confía en la evolución de la IA –“no tiene por qué suponer el fin del mundo”– y de la tecnología en general. “Dentro de 15 años habrá vuelos tripulados a Marte, y no lo estoy diciendo yo, lo dice Pedro Duque”, aseveró. Semejante salto tecnológico también lo entrevé en el campo de la sanidad. “Si necesitas un trasplante de riñón, te podrán uno hecho con tecnología 3D”, arguyó.
Vaticinó que el principal desafío que tendrán que afrontar los gobernantes del mañana –a los que les tocará lidiar con el mundo de Leonor I, como le gusta decir– será el de gestionar el giro copernicano que dará la pirámide generacional en el 2050, cuando el 35% de la población de la Unión Europea tendrá más de 65 años.
Ahí la tecnología se hará necesaria, aunque difícilmente podrá impedir, a su juicio, que las personas tengan que trabajar más allá de los 65 años o que la calidad de la sanidad mengue, además de continuar siendo una generadora de desigualdades. “Quien tenga dinero podrá decidir cómo será su hijo, naciendo exento de contraer ciertas enfermedades”. Ahí –dijo– sí coincide con el discurso pesimista de Harari.
No tiene miedo a que la inteligencia humana pueda verse superada por la de las máquinas. De hecho, cree que no sucederá. Eso ya se lo preguntó –recordó– el matemático Alan Turing en 1950. Desde entonces, esa cuestión ha estado ahí, y aunque Jáuregui piensa que nuestra vida cotidiana en el 2050 “estará regida por robots”, espera que estos no lleguen a tomar nunca el control: “Siempre hay una mano humana que de alguna manera mece la cuna”, sostuvo.
Habiendo escrito más de doce mil crónicas durante su trayectoria profesional, muchas de carácter político, no podía faltar alguna pregunta sobre esa materia. Y no las rehuyó. De lo poco que le gusta del actual Gobierno –para no extendernos– es su acercamiento a China, de la que no tiene duda que liderará el mundo –“ya lo está haciendo”, afirmó. Sin embargo, no cree que Feijoó sea la alternativa, y menos una coalición PP más Vox. “Los cambios tienen que ser más profundos. No pueden ser lampedusianos, que todo cambie para que todo siga igual”, concluyó.