Daniel Luque se saca de la chistera una faena imposible y corta una oreja en La Maestranza

Toros | Feria de San Miguel

El palco niega un trofeo a Borja Jiménez y Talavante pasa en blanco en una deslucida corrida de Garcigrande 

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Daniel Luque entra a matar a uno de los astados de su lote en la segunda de San Miguel 

Julio Munoz / EFE

Segunda corrida de la Feria de San Miguel y nuevo lleno de “no hay billetes” en La Maestranza esta vez al reclamo de un cartel con dos sevillanos, Daniel Luque (de Gerena) y Borja Jiménez (de Espartinas), junto al extremeño Alejandro Talavante, líder del escalafón. Los toros, con el hierro de Garcigrande, llegados de campos salmantinos.

Sesenta y un festejos, con el de hoy, lleva toreados (aún le quedan media docena más) Talavante esta temporada, muchos triunfos, la puerta grande de Las Ventas entre ellos, pero la percepción generalizada de un menor compromiso en su toreo, más pendiente, a veces, de lo accesorio que de lo fundamental, habiendo sido la pureza uno de sus sellos de identidad, desde sus primeros años, el inolvidable Antonio Corbacho con él ”¿qué Talavante se vería hoy en La Maestranza?”.

Para empezar a desvelar el interrogante salió el primero de la tarde recibido por Talavante con suaves lances, acordes a las pocas fuerzas que evidenciaba. Y, claro, el tercio de varas devino simulacro.

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Inicio de faena sin obligarle, tampoco en los muletazos en redondo y al natural de las primeras tandas. Templado pulso del torero y embestidas mortecinas del toro. Y del tal guisa las siguientes, así que a por la espada, manejada con eficacia.

Sin especial brillo la salutación con el capote de Talavante al cuarto, que empujó en su primera entrada al caballo, también en la siguiente, en un medido castigo. Tres ajustadas chicuelinas de Luque en su turno de quites, tercio de banderillas deslucido y Talavante que brinda al público. Expectativas.

Sin probaturas, muleta plegada en la mano izquierda y ya abierta, buena serie de naturales, otra por el derecho, pero ya el toro, resentido de una mano, ya muy a menos y con él la faena, que apenas fue un apunte. Espadazo...y el interrogante de inicio queda abierto para otras tardes, otras plazas.

No pudo lucirse con el capote Daniel Luque en el recibo al primero de su lote, pero sí en el variado quite llegados al tercio de varas y también Borja Jiménez en su turno, por chicuelinas y garbosa media.

Brindis al público y apertura de faena en genuflexa postura llevándolo largo por los dos pitones. Asentada la planta, redondos de trazo largo y reunidos, mano baja, mando en plaza. Y la música acompañando, claro.

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El diestro Borja Jiménez en su faena de muleta 

Julio Munoz / EFE

El pitón izquierdo no era lo mismo pero Luque apostó con aplastante firmeza. Final con luquesinas, faltaría más, y estocada hasta la bola pero que necesitó del refrendo del descabello, efectivo a la segunda. La petición de trofeo no fue mayoritaria, la ovación de reconocimiento, sí.

Fijó Luque las primeras embestidas del quinto embebiéndole con suavidad en el capote y luego esbozando verónicas que el toro tomaba con desdén, entre la mansedumbre y la ausencia de poder.

Muleta en mano, Luque mimó las primeras embestidas y hasta consiguió algún natural de bello trazo. Pero el milagro llegó en una serie que resultó prodigio de temple. Y luego otra y una más que levantó olés. Y dos más (todas por el pitón izquierdo), que fueron el acabose de enjundia.

Estocada corta, el toro que se resiste a doblar y cuando lo hace, pañuelos blancos al aire de Sevilla y, ahora sí, también en el Palco. Pero más allá del premio, la constatación de la soberbia madurez de Daniel Luque, un lujo de torero.

Intentó estirarse Borja Jiménez en el saludo al tercero, que no estaba por la labor y que apenas recibió castigo a su paso por el picador, al que a punto estuvo de derribar en el primer encuentro. Tras brindar al cónclave, dos pases cambiados, naturales de mano baja y la música sonando.

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Alejandro Talavante remata una tanda 

Julio Munoz / EFE

Derechazos de trazo largo , otra vez la zurda y de nuevo la diestra, pero a la faena le faltó limpieza pues el toro tuvo más genio que entrega. Entrega que , como en la faena, sí tuvo Borja en la estocada. El presidente contó pañuelos y los números no le dieron para que sacara el suyo, para cabreo del personal y mosqueo del matador, visible en su habitualmente risueño rostro en la vuelta al ruedo.

Revoltoso salió el que cerraba plaza y Borja Jiménez, muy decidido, no logró que tomara el capote con opciones de lucirse. Y en los siguientes tercios tampoco dio motivos para la esperanza.

Mal andado el toro, sus embestidas eran a taponazos y Borja, muleta en la mano derecha, se fajó con él logrando que , al menos, pasara. Más costoso resultó en los naturales, pero quedó su irreprochable actitud. La estocada efectiva acabó con el toro y con una corrida condicionada por el juego de los toros de Garcigrande, del que apenas se salva el tercero. Lo del cuarto, dicho queda a cuenta de Luque.

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