La infancia y la adolescencia es la etapa de la vida en la que se forja lo que uno será de adulto. Así lo dicen los expertos, que aseguran que un niño feliz tiene muchas papeletas de ser un adulto feliz. Pero, en contra de lo que se pueda pensar, los niños y adolescentes de hoy en día en España, pese a toda la concienciación y las leyes que los protegen, siguen sufriendo violencias, perpetradas, mayoritariamente, por sus padres. Un estudio realizado en base a las respuestas de jóvenes de entre 18 y 30 años (es decir, con padres que pueden rondar entre los 45 y 60 años) revela que una parte importante de ellos ha sufrido algún tipo de violencia.
Un 48,1 % de los adultos de entre 18 y 30 años en España asegura haber sufrido violencia psicológica principalmente por parte de sus padres y un 40 % violencia física cuando eran niños; pero además un 28,9 % asegura haber sufrido violencia sexual que en algunos casos ha seguido en la etapa adulta.
Son datos de la macroencuesta 'Prevalencia de la violencia contra la infancia y la adolescencia', presentada este jueves por el Ministerio de Juventud e Infancia, elaborada por Sigma Dos con más de 9.000 respuestas de adultos de entre 18 y 30 años en relación a si sufrieron episodios violentos en su infancia, que en muchos casos se han prorrogado en la etapa adulta.
Respecto a la violencia digital manifiestan haberla sufrido un 24,9 % y un 25,7 % en el ámbito de la pareja. Y uno de cada cuatro, violencia por negligencia, esa que ejercen los progenitores cuando no cuidan y se ocupan de sus retoños.
Violencia psicológica
La violencia psicológica resulta la más prevalente de las seis tipologías evaluadas, el 48,1% de las personas encuestadas relatan haberla sufrido. Su manifestación se ha clasificado en tres grados, que abarcan desde conductas de control (VP1) hasta formas más graves de intimidación y desprecio (VP2), así como control económico (VP3). La violencia psicológica se concentra más en la adolescencia (45,1 %), pero también afecta en la infancia (19,9 %) y en el 16,9 % de los casos se da de forma continuada en ambas etapas.
Madres y padres son los perpetradores más frecuentes, aunque en la adolescencia aumentan significativamente los casos atribuidos a la pareja y las amistades. El entorno familiar y escolar destacan como principales contextos de ocurrencia.
Cabe señalar que el 13,4 % de las personas han sufrido violencia psicológica de forma recurrente o habitual.
El 49,9 % de quienes sufrieron violencia psicológica durante la infancia y/o adolescencia no tuvo acceso a ninguna forma de ayuda ni atención especializada. Los amigos y la madre son las principales figuras a las que se ha acudido a contar la situación (56,7 % y 49,4 %, respectivamente).
Violencia física
La violencia física se ha clasificado en dos grados, que abarcan desde agresiones como abofetear o empujar (VF1) hasta formas de agresión más graves (VF2). Es la segunda estimación de prevalencia más elevada, con un 40,5 %, y también presenta una distribución diferenciada según etapas: es más habitual en la adolescencia (35,5 %) que en la infancia (18,1 %). Se observa una diferencia significativa por sexo, ya que el 46% de los hombres declaran haber sufrido violencia física, frente al 34,8 % de las mujeres.
Esta violencia ha sido principalmente ejercida por los padres (38,8 %) y las madres (37,6 %), pero también por compañeros/as de estudio, en actividades deportivas... (35,9 %). El entorno familiar es nuevamente el principal espacio donde ocurre esta violencia (67,0 %), seguido del escolar (54,5 %).
Violencia sexual
La violencia sexual afectó al 28,9 % de las personas encuestadas y es más común en mujeres (33,6 %) que en hombres (24,4 %). Se clasifica en dos grados: VS1 (conductas de intimidación o contacto no consentido) y VS2 (relaciones sexuales bajo coacción o violencia). La adolescencia es el periodo más crítico, con un 22,7% de prevalencia en VS1 y un 16,9 % en VS2, aunque un 5,3 % y un 3,8 %, respectivamente, reporta haberla sufrido durante la infancia.
La pareja aparece como el principal perpetrador de violencia sexual (32,3 %), especialmente entre mujeres (40,4 %). En el caso de los hombres son más frecuentes los abusos por parte de los padres (28,3 %).
Los entornos más frecuentes donde se sufre esta violencia son el familiar (46,6 %), comunitario (37,3 %) y escolar (36,9 %). Al igual que en otras formas de violencia, los datos evidencian un uso escaso de los recursos de ayuda.
Violencia en el ámbito de la pareja
Se manifiesta en un 25,7 % de las personas encuestadas y sube hasta un 48,3 % si se mide en las que reconocen haber tenido al menos una relación afectivo-sexual durante la infancia y/o adolescencia. La prevalencia es significativamente mayor entre mujeres (28,7 %) que entre hombres (22,7 %). Esta forma de violencia adopta expresiones tanto
psicológicas como físicas y sexuales. Además, las parejas perpetradoras de la violencia son hombres en dos de cada tres casos (66,4 %). En cuanto a la ayuda recibida, más de la mitad no recibió ningún tipo de atención o apoyo.
Violencia por negligencia
La negligencia, entendida como la falta de cuidados por parte de adultos responsables, tiene una prevalencia del 24,4 % y ocurre con mayor frecuencia durante la adolescencia.
Los progenitores son los principales responsables, especialmente los padres (49,1 %), seguidos de las madres (47,7%).
Violencia digital
Es la más nueva en definirla, pero no por ello menos significativa, porque el 24,9 % de las personas encuestadas afirman haberla sufrido durante su infancia y/o adolescencia. Esta forma de violencia incluye agresiones tanto de tipo psicológico como sexual a través de medios digitales. Esta violencia ocurre de forma mayoritaria durante la adolescencia (23,1 %), frente a la infancia (3,3 %).
En cuanto a los perpetradores, la pareja y los desconocidos (tanto adultos como menores de edad) son los principales responsables, seguidos de amigos y compañeros.
Ser testigo de violencia
Ser testigo de violencia es en sí mismo una forma de violencia que han experimentado, durante la infancia y/o adolescencia, un 35,7 de las personas encuestadas. La prevalencia es mayor en hombres (38,2 %) que en mujeres (33,1 %). En su manifestación más extrema, un 5,7 % afirma que ha visto a alguien asesinado en la vida real.
