Las personas autistas muestran, a diferencia de la población general –en la que el estrés suele disminuir tras superar el control de seguridad–, niveles elevados y sostenidos de malestar durante todo el trayecto. Este es uno de los resultados preliminares presentados ayer en la jornada sobre viajes en avión y autismo, donde se dieron a conocer los avances del proyecto PATHS (Pathways to Stress-Free Air Travel for Autistic Passengers), financiado por la Convocatòria UOC Research Accelerator 2025.
Esta investigación pionera ha recogido el testimonio de más de 300 personas autistas adultas y familias de Catalunya con el objetivo de identificar los retos específicos que afrontan durante los desplazamientos aéreos y proponer soluciones prácticas para la industria. Su propósito es superar la idea de que la persona autista debe adaptarse a un entorno “normativo” y “caótico”, y avanzar hacia un modelo de viaje inclusivo y accesible.
Piden mayor formación del personal y la creación de espacios de calma
“Los picos de estrés más elevados se concentran en la fase de preparación y durante el aterrizaje, pero el nivel de tensión se mantiene estable hasta la llegada”, explicó la profesora de Psicología de la Universitat Rovira i Virgili (URV) y coinvestigadora principal del estudio.
A partir de los resultados de la encuesta y de la realización de tres grupos focales, los investigadores han identificado y evaluado los principales factores de estrés y adaptaciones necesarias, desde la planificación hasta el destino final. Entre las más destacadas, está la formación del personal –no solo sobre protocolos, sino sobre sensibilización hacia discapacidades invisibles–, el acceso a información accesible, anticipada y visual para reducir la incertidumbre y la ansiedad, la mejora de la señalización y orientación con sistemas intuitivos, y la creación de espacios de calma y regulación sensorial distribuidos por la terminal.
Además, los investigadores han identificado cuatro perfiles diferenciados de viajeros autistas mediante técnicas estadísticas avanzadas, lo que evidencia que no existe una solución única y refuerza la necesidad de “apoyos flexibles y adaptados” a un trastorno multifactorial y heterogéneo como es el Trastorno del Espectro Autista (TEA).
La sobrecarga sensorial es un factor de estrés que incapacita a las personas dentro de la condición autista. En este sentido, Pere Suau, catedrático de gestión del transporte aéreo de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) y coinvestigador principal del proyecto, mencionó la necesidad de “espacios tranquilos” o “salas sensoriales” como la creada el año pasado en el aeropuerto de Alicante.
A menudo, tengo que encerrarme en el baño para poder calmarme
“Superar el control de seguridad es la peor parte. Las luces blancas, el ruido, la cantidad de gente, la prisa... Siempre paso por el control de familias, apto también para personas con todo tipo de discapacidad y, aunque hay menos gente, agradecería que cerca del control hubiera un espacio de calma para bajar pulsiones”, comentó Ainoa Sánchez en un encuentro en primera persona moderado por Raquel Colacios, investigadora en urbanismo de la UOC y miembro del equipo. Ainoa, viajera con autismo y cofundadora de la asociación autista La Ruta Morada, añadió: “A menudo, tengo que encerrarme en el baño para poder calmarme”. Y no solo eso, la joven admitió que los aeropuertos son para ella como un escape room, del que necesita día y medio para recuperarse cada vez que viaja.
La jornada contó también con la participación de representantes de la industria y miembros de asociaciones para dialogar sobre los retos y proponer soluciones para un colectivo que representa entre un 1 y un 3 % de la población. “Nos encontramos con muchos miembros que desconocen los recursos o directamente no saben dónde encontralos”, expuso Natàlia Radó, directora de la Asociación Espectro Autista Asperger Catalunya. En este sentido, Marta Romero, responsable de proyectos de Aprenem Autisme comentó la necesidad de mejorar la comunicación entre Aena, las aerolíneas y las entidades para ser “altavoz” de todos los cambios que ya se están produciendo.
“La información está, pero quizás no llega a todo el mundo”, admitió Sonia Télez, jefa de experiencia del pasajero de Aena Barcelona. De hecho, los aeropuertos de Aena disponen de un servicio de asistencia Sin Barreras, para todas aquellas personas cuya movilidad esté limitada por discapacidad física o mental, por avanzada edad o cualquier causa de discapacidad que necesite una atención especial.
Existen algunas medidas, pero no llegan al público objetivo
A su vez, Aena cuenta con un distintivo gratuito para personas con discapacidades invisibles, que tienen que solicitarse en cada viaje. Mientras que otros aeropuertos internacionales utilizan el sunflower lanyard –un cordón verde y amarillo con dibujos de girasoles que identifica a las personas con discapacidades invisibles como el autismo–, desde Aena apuestan por su propio distintivo, ya que así “evitamos que la persona tenga que llevarlo” y “basta con mostrarlo cuando se le requiera”. Télez añadió paralelamente que se están ultimando las reformas de nuevos aseos adaptados, y que se trabaja conjuntamente con el resto de aeropuertos para mejorar los espacios sensoriales.
Por su parte, Anna Viladot, directora de comunicación de Vueling anunció que la aerolínea trabaja en el diseño de los interiores de los aviones en materia de accesibilidad. “Hemos integrado un grupo de trabajo que tiene en cuenta indicadores como las luces o los vuelos silenciosos, con reducción de anuncios”. Además, Viladot mencionó algunas de las mejoras implementadas, como el desembarque por filas, una práctica instaurada tras la pandemia.
Investigadores y profesionales del sector reconocieron que, aunque en los últimos años se han logrado avances significativos, aún es imprescindible que la información llegue a todo el mundo y se adapte a las necesidades de un colectivo diverso, que afronta dificultades psicosociales en un entorno pensado para la mayoría.


