Las declaraciones de Donald Trump, que vinculan el paracetamol durante el embarazo con el autismo y presentan la leucovorina (una variante del ácido fólico) como posible tratamiento, han generado un fuerte rechazo entre familias, asociaciones y expertos, que advierten del peligro de difundir mensajes sin base científica y del impacto emocional y social que pueden causar.
“Se trata de una irresponsabilidad que genera falsas expectativas y supone una crueldad paras las familias”, expresa Patricia Giménez Fos, vocal miembro de la junta de Aprenem Autisme, y madre de un menor con autismo severo.
Es un trastorno multifactorial, poligénico y heterogéneo; hablar de ‘curación’ es estigmatizante y peligroso
Desde Confederación Austismo España alertan del riesgo que supone dar un altavoz a “discursos populistas ya superados”, que estigmatizan y vulneran los derechos de las personas con Trastorno del Espectro Autista (TEA).
Es importante recordar que el autismo no es una enfermedad que prevenir ni una patología que eliminar con ácido folínico: “Es un trastorno multifactorial, poligénico y heterogéneo como pocos; hablar de ‘curación’ resulta excluyente, estigmatizante y peligroso”, detalla a La Vanguardia Maria Portella, neuropsicóloga del hospital de Sant Pau (Barcelona) y también madre de un hijo con la condición.
El cerebro neurodivergente percibe, procesa e interpreta la información de manera diferente y, por ello, comprende e interactúa con el entorno de forma distinta. “Existen múltiples factores (genéticos, ambientales, cerebrales...) que aún desconocemos, por lo que atribuir el autismo únicamente a la toma de paracetamol resulta absurdo”, dice Pilar Pérez, presidenta de la Associació Asperger Catalunya.
Y no solo eso. Discursos como los de Trump también culpabilizan a las madres, añade María Portella, al exigirnos volver a ese rol de mujer que debe padecer.
Desde las entidades insisten en que la evidencia científica indica que el aumento en las tasas de diagnóstico se debe a la revisión y ampliación de los diagnósticos y mayor conciencia social y profesional. Además de mejores accesos a servicios clínicos y educativos.
Todo bajo un mismo diagnóstico: TEA
A partir de 2013, se eliminó la categoría de síndrome de Asperger como diagnóstico independiente. Desde entonces, todas las condiciones que antes se conocían como autismo clásico, autismo severo y otras variantes, pasaron a englobarse bajo el mismo diagnóstico: Trastorno del Espectro Autista (TEA). Desde entonces, el DSM-5 (Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales) no habla de “tipos de autismo” sino de niveles de apoyo necesarios.
“El autismo no requiere de ninguna cura, pero sí de adaptabilidad y de comprensión a la diversidad, para evitar que la persona autista sufra”, dice Laura Recha, directora de Aspercamp y otra de tantas madres que aprende cada día de su hijo autista.
Las asociaciones insisten en la necesidad de crear espacios más amables, eliminar barreras y entender que los niños autistas de hoy serán los adultos del mañana, y tendrán derecho a contar con medidas eficaces que les permitan desarrollar su autonomía.
El autismo no requiere de ninguna cura, pero sí de adaptabilidad y de comprensión a la diversidad
“Esto supone un reto social a medio y largo plazo, ya que muchas de estas personas no podrán ser plenamente autónomas. Si no empezamos a dotar de recursos para atenderlas, nos enfrentaremos a un colapso social”, advierte Giménez, madre de un hijo con discapacidad intelectual totalmente dependiente.

