Los líderes de los países europeos llegan este jueves a Bruselas con mucho trabajo por delante. La cumbre comunitaria se encuentra repleta de temas encima de la mesa, pero uno de los que se esperan más espinosos es el que tiene que ver con el nuevo objetivo climático de la UE para el 2040. La Comisión Europea pide que para entonces se reduzcan en un 90% las emisiones, en comparación con los niveles de 1990, uno de los objetivos más ambiciosos entre las grandes potencias mundiales.
Sin embargo, los equilibrios entre los Veintisiete han cambiado y cada vez son más los países que piden que la competitividad de las empresas prime a la agenda verde. En la cumbre de este jueves no se espera que haya un acuerdo sobre este nuevo objetivo de emisiones, sino que los mandatarios den las líneas políticas para enmarcar este debate, que debería cerrarse en la próxima reunión de ministros de Medio Ambiente, a principios de noviembre.
Cada vez son más los líderes europeos que piden anteponer la competitividad a la agenda verde
Entre estas líneas políticas, uno de los últimos borradores negociado por las delegaciones incluye que los líderes de la UE desean introducir una cláusula de revisión, lo que podría abrir la puerta a que lo debiliten en el futuro. Algunos de los puntos de ese borrador –que ha podido ver este diario– hablan de la importancia de contribuir al esfuerzo global para reducir emisiones de una forma “ambiciosa y eficiente” y también de la necesidad de esta cláusula de revisión, “a la vista de los nuevos avances tecnológicos y la evolución de los retos para la competitividad global de la UE”.
Se trata de una petición que han expresado algunos pesos pesados de la UE, como Polonia, que considera que los países se tienen que cubrir las espaldas en el caso de que las tecnologías verdes no se desarrollen como está previsto o que la situación económica de los países impida hacer las inversiones necesarias.
La sensación general, como comentan varias delegaciones, es que si este debate se hubiese abordado hace uno o dos años hubiese sido diferente. Ahora, con muchos Estados miembros concentrados en la inversión en defensa ante el miedo a Rusia, puede ser más complicado que tengan ganas de liderar en transición verde.
La división es de fondo: una parte de los países –entre ellos, España– cree que la descarbonización ayudará a las empresas a ser más competitivas, mientras otros siguen viéndolo como una carga para las empresas. El debate también se encuentra en la misma Comisión, que en los últimos meses ha flexibilizado normas ambientales para ayudar a sectores como el de la automoción. Esta misma semana Bruselas ha propuesto suavizar un reglamento contra la deforestación.


