Llega el informe Foessa (Cáritas), uno de los informes más solventes que hay en España desde hace décadas y que muestra la realidad de la sociedad española no sólo desde el punto de vista económico sino social, removiendo conciencias y erradicando mitos contra la inmigración, la inacción de los más desfavorecidos y la demostración de que la pobreza familiar lastra a los descendientes. El relato de la meritocracia legitima la desigualdad.
Y en esta nueva edición (la anterior, del 2021), revela que la clase media se contrae, desplazando a muchas familias hacia capas más bajas. Y eso, pese al crecimiento económico de estos años. De hecho, en 2024, la exclusión severa se sitúa un 52% por encima de 2007, lo que arroja la friolera de 4,3 millones de personas.
¿Por qué cae la clase media?, ¿por qué cada vez más personas se sitúan en parte más baja de la sociedad, en ese lugar invisible y de abandono? Los principales motores de la exclusión social son la vivienda y el empleo. Así lo indica el IX informe Foessa sobre Exclusión y Desarrollo Social, realizado por un equipo de 140 investigadores procedentes de 51 universidades, centros de investigación, fundaciones y entidades del tercer sector.
El 45% de la población que vive en alquiler se encuentra en riesgo de pobreza y exclusión social
Raúl Flores, secretario técnico de la fundación Foessa y coordinador del informe, “la vivienda es hoy el factor que está activamente reconfigurando nuestra estructura social, expulsando a uno de cuatro hogares de una vida digna, triturando el difícil equilibrio de las clases medias”.
Y aporta datos: el 45% de la población que vive en alquiler se encuentra en riesgo de pobreza y exclusión social, la cifra más alta de la UE. “El alquiler se ha convertido en una trampa de pobreza”, dice el informe.
Otro factor es el laboral. Aunque el empleo mejora macroeconómicamente, ha perdido gran parte de su capacidad protectora e integradora. La precariedad laboral se ha convertido en una nueva normalidad, afectando al 47,5% de la población activa. Son 11,5 millones de personas atrapadas en diversas formas de inseguridad laboral. De hecho, más de un tercio de la población excluida trabaja.
¿Es que las personas no hacen lo suficiente para mantenerse en el sistema? No, en absoluto. Natalia Peiro, secretaria general de Cáritas Español, lo niega con rotundidad. Porque pese a las dificultades que afrontan a diario los hogares en exclusión severa, tres de cada cuatro buscan empleo, activan redes y ajustan gastos, pero se topan con un sistema con escasos recursos, poco personalizados.
No es cierto de que las personas en situación de pobreza vivan de las llamadas paguitas
“El mito de la pasividad de las personas en situación de pobreza y exclusión, esa idea de que viven de prestaciones sociales sin buscar soluciones o emprender acciones para su inclusión, es falsa. Esta realidad demuestra que no fallan las personas, falla el sistema”, apunta Flores.
Vivienda y trabajo son los factores claros de exclusión, pero también otros, como la educación: Los hijos de personas con bajo nivel educación tienen más del doble de probabilidades de caer en situaciones de pobreza que los de progenitores altamente formados.
“La conclusión del informe es un golpe a nuestra promesa de igualdad de oportunidades. La exclusión social se hereda (...), el código postal y la mochila familiar pesan más que la capacidad y que el esfuerzo”.
Los grandes perdedores del modelo socioecómico actual son los jóvenes y los niños. Un tercio de toda la exclusión severa en España corresponde a menores de edad (tasa de pobreza, el 29%). A ello se suma buena parte de la juventud que vive una situación de bloqueo vital: 2,5 millones de jóvenes están atrapados en una precariedad estructural, enfrentando tasas de temporalidad, parcialidad involuntaria y salarios bajos que duplican la media española.
Los grandes perdedores del modelo socioecómico actual son los jóvenes y los niños
La desigualdad salarial se enquista, golpeando especialmente a la juventud, que accede a su primer empleo en peores condiciones y con salarios entre un 15 y un 30% inferiores a las generaciones anteriores. Esta pérdida salarial se mantiene a lo largo de la carrera profesional.
“Esta no es una crisis juvenil, es de sociedad que nos hipoteca a todos: fractura la cohesión social, amenaza la sostenibilidad del Estado de Bienestar y deteriora nuestra salud democrática”, dice el coordinador del estudio.
También ser de origen extranjero, sobre todo, de fuera de la UE. Porque el rechazo y el odio aíslan a esta población, conduciéndolos a los márgenes sociales. Y si esta población no tiene papeles y son de origen africano, la exclusión se multiplica.
Y ser mujer. El primer grupo que sufre la fractura social son las mujeres. La exclusión sigue creciendo y penalizando a los hogares encabezados por mujeres, pasando del 17% de exclusión en 2007 al 21% en 2024. Del total de hogares excluidos graves, casi la mitad están encabezados por mujeres (el 42% más de 15 puntos porcentuales desde 2007).
