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La filosofía de vida finlandesa que podría salvar a Europa

El modelo nórdico

'Sisu', determinación ante la adversidad, es lo que el continente necesita

Un hombre contempla la puesta de sol en Kajaani, Finlandia 

Westend61 / Getty

Cada pocos años, aparece algún concepto nórdico novedoso (o al parecer ya conocido) que se apodera de la imaginación de la Europa más avanzada y moderna. Algunos son prácticos: pensemos en la dinamita de Alfred Nobel, el Estado del bienestar sueco, los muebles de Ikea o, en otro tiempo, los teléfonos Nokia. Otros tienen que ver con las tendencias de moda o son metafísicos. Los daneses conquistaron el continente con un cine descarnado, una cocina refinada y, de forma más reciente, el hygge, un estilo de vida y una moda en la decoración que subraya lo acogedor y convivencial y que parece consistir en convertir todos los días en Navidad.

Sin embargo, hoy los europeos están demasiado inquietos para permitirse esas distracciones inocentes. Ante las superpotencias hostiles al este y al oeste, la política caótica, las economías frágiles y la amenaza en sus fronteras de una guerra con Rusia, necesitan algo más contundente.

Ha llegado, pues, la hora de una nueva tendencia nórdica. Por suerte, Finlandia tiene justo lo que hace falta: sisu, un rasgo de carácter o una filosofía que combina la fortaleza interior, la perseverancia y una actitud positiva ante la adversidad. Proviene de un país que ha pasado por muchas vicisitudes. Gobernado primero por Suecia y luego por Rusia, Finlandia no obtuvo la independencia hasta 1917 y luchó dos veces contra la Unión Soviética para conservarla. Hoy, su frontera de 1.350 kilómetros con Rusia la hace vulnerable al revanchismo delirante de Vladímir Putin. Sin embargo, los finlandeses no han entrado en pánico; en realidad, un estudio internacional muestra que son las personas más felices del mundo. A los finlandeses, cuyo estoicismo es de sobra conocido, semejante resultado les resulta desconcertante. Si ellos son los más felices, asegura un dicho local, ¿cómo estarán los otros?

Finlandia inculca la resiliencia psicológica y la implicación en la seguridad colectiva

Es posible que los acontecimientos hagan que los europeos se sientan desesperanzados y deprimidos, pero los finlandeses pueden decirles que lo que necesitan es más sisu. La guerra en Ucrania, por ejemplo, hace patente “la importancia de la resiliencia psicológica”, afirma Annukka Ylivaara, subdirectora del comité de seguridad nacional de Finlandia. El comité reúne a todos los ministerios y organismos relevantes en la planificación de una respuesta ante posibles amenazas a la seguridad finlandesa. Garantizar la resiliencia psicológica, explica, significa asegurar que los finlandeses puedan seguir rezando, visitando museos y practicando deporte en medio de una crisis. También significa empoderar a los ciudadanos para que participen en la defensa nacional y que con ello sientan que contribuyen activamente a la seguridad del país.

Es algo que comienza a una edad muy temprana. En los alrededores de la escuela primaria y secundaria Jatkasaari de Helsinki, en una soleada mañana de otoño, no se ve a ningún padre. Los niños de todas las edades acuden solos a la escuela a pie o en bicicleta. La “sociedad segura” es uno de los cinco temas que se enseñan a lo largo del año escolar. Para los más pequeños, eso significa paseos seguros por el barrio. Los mayores aprenden a identificar las campañas de desinformación en Internet.

Tras graduarse, los jóvenes deben realizar un servicio militar obligatorio, y son cada vez más las mujeres que se alistan voluntariamente. En la base militar de Santahamina, en las afueras de Helsinki, un grupo de cinco reclutas utiliza explosivos para derribar una puerta. Ante la pregunta de si lucharían en caso de que Rusia invadiera el país, nadie duda. Según una encuesta, casi el 80% de los finlandeses tomaría las armas para defender su país, “incluso si el resultado pareciera incierto”, dice la compañía demoscópica añadiendo una dosis extra de sisu. En la mayoría de los países europeos, la proporción es mucho menor; en Italia, es sólo del 14%.

El presidente finlandés, Alexander Stubb, optó en 2018 a presidir el Partido Popular Europeo (PPE) y se fotografió con segu8idores de su rival, Manfred Weber 

Heikki Saukkomaa / AP

Muchos finlandeses adultos asisten a cursos de seguridad de varios días de duración. Puede que de entrada eso parezca tan emocionantes como un simulacro de incendio, pero en realidad son actividades de networking exclusivas para la élite del país; en ellos se promueven los contactos y las formas en las que los participantes y sus organizaciones pueden contribuir a la seguridad de Finlandia. Los antiguos alumnos celebran reuniones de forma periódica. Si se pregunta a los dirigentes políticos o empresariales si han asistido a alguna, suelen responder afirmativamente y con una sonrisa de orgullo. Es posible que mencionen el número de su grupo; un número bajo significa una invitación temprana, lo cual es más prestigioso. Se trata del equivalente local a mencionar un máster expedido por una prestigiosa escuela de negocios.

Cuando se está tan bien preparado como los finlandeses, no resulta difícil aceptar la amenaza de Rusia como un hecho de la vida: un hecho que, aunque preocupante, es posible afrontar y superar. Ahora bien, la mayoría de los demás países europeos no han avanzado tanto. En los últimos dos meses, frente a la prueba de las incursiones de drones (¿rusos, quizás?) a la que se vieron sometidos los aeropuertos de Dinamarca y Alemania, los políticos más exaltados pidieron el derribo de esos intrusos. A Alexander Stubb, presidente de Finlandia, esa respuesta le pareció improductiva. “Creo que la valoración finlandesa es no entrar nunca en pánico”, nos dijo Stubb. “Hay que reaccionar y actuar cuando es necesario”. Por lo que hace a su propio sisu, el presidente, que tiene 57 años y es fanático del fitness, parece preparado para lanzarse contra las trincheras enemigas si ello resulta necesario.

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De todos modos, no es posible trasplantar sin más a otros lugares el carácter nacional y las experiencias históricas de Finlandia. Y eso dejó a este corresponsal preguntándose dónde podría encontrar su sisu. En busca de ayuda, acudió a Elisabet Lahti, autora de un libro sobre ese concepto. “La idea no es encontrar sisu, porque no se ha perdido”, explica. Lahti recomienda “recordar los momentos de sisu vividos a lo largo de la vida y aquello que permitió superar las dificultades”. La Unión Europea podría recordar el modo en que se recompuso frente a emergencias pasadas, como las crisis del euro, el Brexit y la pandemia de covid, así como las medidas que ha tomado (ayuda a Ucrania, sanciones a Rusia) para salir de la actual.

Sin embargo, eso exige creer que hay algo por lo que vale la pena luchar. Los finlandeses son muy patriotas. “En los últimos cien años hemos convertido esta nación en un Estado magnífico”, afirma Lahti, quien destaca el sólido sistema de bienestar social del país. Semejante historia de éxito es importante. Finlandia no siempre ha sido rica y segura. “De tu pobreza nunca no te avergüences, mantén la calma, alégrate, sé libre”, exhorta el poema nacional “Maamme” (Nuestra tierra), escrito en el siglo XIX. Los finlandeses ya no son pobres (aunque siguen siendo algo vergonzosos), pero son menos engreídos en relación con su riqueza que otros países situados más al oeste. Y, en el caso de otros europeos, también para ellos cultivar el sisu significará celebrar la historia de cómo han alcanzado la prosperidad y la seguridad de la que gozan. Si quieren seguir gozando de ellas, tienen mucho trabajo por delante.

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Traducción: Juan Gabriel López Guix