Aún falta una semana más de laboriosas negociaciones sobre las reducciones de emisiones de CO₂, cómo financiar la adaptación de los países en desarrollo, así como la difícil transición energética. Pero, con los representantes de 190 gobiernos encerrados en el improvisado centro de reuniones montado en un parque de esta ciudad en la desembocadura del Amazonas, lo que más llega a los titulares de los medios son las protestas indígenas.
Belém, levantada hace siglo y medio gracias a la bonanza del caucho y a miles de esclavizados cortadores indígenas, ha escenificado las manifestaciones de algunos de los más de 200 pueblos originarios brasileños. Representantes del millón y medio de indígenas brasileños, más de la mitad en la Amazonia, vienen llegando a Belém por carretera y barco desde sus aldeas perdidas en la selva.
Aquí se juntan con otros pueblos latinoamericanos —mayas de Mesoamérica, aimaras de la sierra andina...— y con representantes de pueblos originarios del mundo entero. Se unen también con miles de activistas y representantes de oenegés. Juntos realizaron el sábado una enorme manifestación —más de 70.000 personas en una ciudad de dos millones— bajo la consigna: De la Amazonía al mundo: fin del racismo y la desigualdad medioambiental. Se calcula que 3.000 indígenas participaron en la protesta y ya son considerados los líderes naturales del movimiento.
Los kayapó —su simbólico líder octogenario Raoni Metuktire al frente— y los munduruku, ambos pueblos habitantes del gigantesco estado de Pará del cual Belém es capital, tomaron la primera iniciativa el martes. Algunos forzaron la entrada en la zona azul, donde miles de delegados tratan de pactar las metas para evitar una subida de temperaturas de dos grados, ya que los 1,5 grados que había sido seleccionado como meta en la COP de París hace una década ya está a punto de ser rebasado. Hará falta volver a bajar las temperaturas planetarias a finales de este siglo para recuperar ese objetivo.
Ya se ha reconocido en la presentación de la iniciativa Selva Tropical para siempre en Belém -pretende recaudar 25.000 millones de dólares a escala mundial para la protección de selvas tropicales- que el papel de las de los indígenas es un sine qua non para el futuro del planeta. Un 20% de estos fondos irían a comunidades indígenas. La casi ausencia de deforestación en las reservas indígenas que se extienden por casi el 30% de la superficie amazónica, es prueba de la importancia de los pueblos originarios aunque la última oleada de garimpeiros -mineros de oro criminales- a las tierras indígenas ya amenaza la conservación indígena.
La iniciativa Selva Tropical para siempre reconoce el papel clave de los indígenas
Los mundurukus marcharon el día siguiente. Protestaron por el avance implacable de los monocultivos de soja y otros cereales commodity, así como la gran ganadería —punta de lanza de la deforestación— y la minería ilegal que contamina el río Tapajós, ya carente de peces en largos tramos. Exigieron un encuentro con el presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva. “¡Basta ya de usar nuestra imagen en defensa de la sostenibilidad y la bioeconomía a la vez que destruyen nuestro bosque!”, dijo Alessandra Korap Munduruku, líder destacada de los mundurukus que lograron frenar la construcción de una mega represa.
Fue una victoria de David contra Goliat. Pero ahora temen el impacto del ferrograo, un nuevo ferrocarril de 933 kilómetros desde el estado sojero de Mato Grosso así como la conversión del Tapajós, el Madeira y otros ríos en hidro vías, todo para el transporte de cereals commodity, sobre todo la soja, hasta las caóticas ciudades amazónicas Santarém e Itaituba —ambos con terminales de Cargill— y luego a Europa ,principalmente para uso en mega granjas de pollos, pavos y cerdos. El gobierno brasileño responde que el ferrograo reducirá el tráfico de camiones en la carretera B-163 que cruza la Amazonia
Los indígenas son conscientes de que la lucha por su propio entorno es la de todos. “La COP cuenta con más de 190 países. Es imposible que nadie nos escuche.”, dijo Alessandra Munduruku. “No aceptamos ser sacrificados por el agro negocio”.
Aunque Lula ha dado la vuelta a la deforestación descontrolada de los años de Jair Bolsonaro, la mega agro industria, la minería ilegal y otras actividades depredadoras aún destruyen la selva y la presencia de las mafias narcotraficantes es una amenaza constante. La COP30 “es solo una conversación; la deforestación seguirá”, dijo Raoni Metuktire en una entrevista en el diario brasileño O Globo
Los narcos controlan parte de la mineróa ilegal en tierras munduruku y kaiapo
El sábado Raoni se reunió la ministra de Pueblos Originarios, Sônia Guajajara, la ministra de Medio Ambiente, Marina Silva y el diputado de izquierdas Guilherme Boulos, próximo a Lula. Todos defendieron el derecho de los indígenas de protestar. Guajajara calificó como “un logro grande” la presencia de unos 30 líderes indígenas dentro de la cumbre. Estos representantes de los defensores recibieron formación en los asuntos técnicos enrevesados de la política de clima en un programa público de educación conocido como Kuntari Katu, ”el que habla bien” en el idioma tupí.
Ademas de estos delegados, 400 indígenas están acreditados para participar en la cumbre. Comparada con cumbres anteriores celebradas en petroestados de tinte autoritario como Azerbaiyán (COP29) y Emiratos (COP28), la cumbre de Belém se destaca por el derecho de la protesta y, al mismo tiempo, la participación.
Lo cierto es que la presión desde la selva sobre los delegados puede ayudar a Lula a convencer a los líderes de países participantes, los europeos sobre todo, de que es imprescindible avanzar hacia las tres principales metas del anfitrión brasileño en esta cumbre: la concreción de las metas para la reducción de emisiones de CO₂, la financiación necesaria para que los países en desarrollo hagan su propia adaptación, y una hoja de ruta para la eliminación del uso de combustibles fósiles.
Este último es un punto de discordia debido a la luz verde que Lula ha dado a la petrolera estatal brasileña Petrobras para explotar las reservas de petróleo en el margen ecuatorial del Atlántico, 400 kilómetros al norte de Belém.
Auténticos defensores de la selva forma la vanguardia del movimiento global de defensa del planeta, cuyos activistas pululan por Belém al igual que los ministros. “Las protestas seguirán (...) por las promesas siempre incumplidas”, dijo Dina Juc, líder maya que anunció un frente único con los brasileños, en una entrevista a La Vanguardia. “Lo jodido de ser indígena es que tienes que luchar solo para proteger tu propia casa”. Pese a la participación de algunos líderes, Juc denunció en la entrevista que “a la hora de tomar las decisiones, no hay un espacio para nosotros”
Tras la oleada de negacionismos encabezada por la administración Trump, que ha boicoteado la cumbre de Belém, Lula calificó la COP30 como la de “la verdad”. Lo que trasciende, tal vez a su pesar, es la contestación callejera. Ana Toni, la consejera delegada de la cumbre, la llamó la COP de la acción. Pero esta ya entrará en los libros de la historia bajo el nombre: la COP de la revuelta de los defensores de la selva.
