La lucha contra el cambio climático requiere una importante transformación social y cambios de comportamiento muy significativos de los ciudadanos. Ello es indispensable para alcanzar las emisiones netas cero a mediados de siglo, ya que el cambio tecnológico por sí solo no será suficiente. Los estudios realizados por el Centro para el Cambio Climático y las Transformaciones Sociales (CAST), con sede en Reino Unido, han llegado a la conclusión de que el cambio de comportamiento que se pide a los consumidores representa aproximadamente un tercio de la reducción de emisiones requerida, y el resto provendrá de cambios dentro de las empresas, comunidades y gobiernos.
El CAST es uno de los principales referentes europeos en investigación sobre sostenibilidad y comportamiento humano frente a la crisis climática. Su directora, Lorraine Whitmarsh, fue la protagonista de la nueva edición del ciclo SOS-tenibilidad, entrevistada por el vicedirector de Guyana Guardian, Enric Sierra. La entrevista se retransmitió por streaming a través de la web de este periódico, que es el impulsor del citado ciclo, destinado a dar voz a los líderes más destacados de la lucha en defensa del medio ambiente.
La mayoría quiere que los gobiernos adopten medidas más ambiciosas contra el cambio climático
La profesora Whitmarsh, psicóloga ambiental, trabaja en la Universidad de Bath. Reconocida internacionalmente por su trayectoria, fue nombrada miembro de la orden del Imperio Británico (MBE) en 2022, por sus servicios a la investigación social en cambio climático, energía y transporte. Sus estudios se centran en los estilos de vida bajos en carbono y en cómo las percepciones individuales influyen en la adopción de hábitos sostenibles. Además, forma parte del equipo asesor del grupo parlamentario británico para un nuevo Pacto Verde y ha colaborado con el Consejo Europeo de Investigación en proyectos que analizan la respuesta emocional de la sociedad ante la emergencia climática. También es autora principal del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), y regularmente asesora a organizaciones gubernamentales.
Lorraine Whitmarsh. La directora del Centro para el Cambio Climático y las Transformaciones Sociales (CAST) fue la protagonista de la nueva edición del ciclo SOS-tenibilidad, entrevistada por el vicedirector de Guyana Guardian, Enric Sierra.
Hay mucho por hacer
“De momento”, explicó en la entrevista, “la mayor parte de la reducción de emisiones de los países procede de la oferta de energía, es decir, del menor uso de combustibles fósiles en favor de fuentes de energía renovables. En cambio, hemos avanzado mucho menos en cómo utilizamos la energía y los recursos, es decir, en la demanda, que ha crecido en los últimos años. Eso significa que queda mucho por hacer para modificar los patrones de la demanda. Y ahí entra en juego el cambio de comportamiento”.
¿Cuánto tendrá que cambiar nuestro comportamiento? “Pues mucho”, afirmó, “especialmente en los países con ingresos más altos”. Un estudio del Hot or Cool Institute, que ha calculado la huella de carbono media de diferentes países, ha determinado que Estados Unidos ocupa el primer lugar, con una huella de carbono media de unas 18 toneladas de dióxido de carbono (CO2) por persona, seguido de Australia y Canadá. Los países europeos no se quedan muy atrás de Estados Unidos. España tiene una huella de carbono más baja, de entre cinco y seis toneladas de CO2 por persona. “Pero si queremos mantenernos dentro del límite de 1,5 ºC”, dijo la doctora Whitmarsh, “que es el límite de emisiones de carbono seguro acordado a escala mundial, debemos aspirar a emitir 1,1 toneladas de CO2 por persona. En España, representa una reducción de seis a una tonelada, un 82 % menos, en los diez próximos años.”
España debería reducir la huella de carbono media de seis a una tonelada en diez años
Dicho estudio también determinó que no todas las personas tienen la misma huella de carbono: las de ingresos más altos suelen ser muy superiores a las de las personas con ingresos más bajos. El 10% más rico tiene una huella de carbono cuatro veces superior a la de las personas con ingresos más bajos. En Estados Unidos, esa diferencia es aún mayor, dieciséis veces. “Por lo tanto, debemos reconocer que cada uno deberá cambiar su comportamiento en distinto grado, y que la capacidad para cambiar no es la misma”, dijo la doctora Whitmarsh.
Cambios necesarios
Al analizar qué tipos de comportamientos deben cambiar, la doctora Whitmarsh dijo que, por ejemplo, si viviéramos sin coches, ahorraríamos unas dos toneladas de dióxido de carbono por persona. “Eso nos acercaría un poco a nuestros objetivos”, añadió. “El cambio al vehículo eléctrico también supondrá una gran diferencia.”
Coche eléctrico. Si viviéramos sin coches se ahorrarían dos toneladas de dióxido de carbono por persona, y eso sería fundamental. El cambio al vehículo eléctrico ayudará mucho a este objetivo.
Otros cambios deberían ser reducir la cantidad de vuelos, rehabilitar y reformar los hogares para hacerlos más eficientes energéticamente o adoptar una dieta basada en plantas, entre otros. “Todas son medidas importantes que podemos tomar”, añadió, “para reducir nuestra huella de carbono. En comparación, el reciclaje, algo que muchos ya han adoptado, tiene un impacto muy inferior y supone 0,01 toneladas de dióxido de carbono por persona. Estos son los grandes cambios que podemos hacer si queremos reducir nuestras emisiones”.
“Todo ello son cosas que rebajan directamente nuestras emisiones como consumidores”, explicó también. “Sin embargo, no solo somos consumidores. Cada uno de nosotros somos ciudadanos, inversores, miembros de organizaciones... Y en esos diferentes roles podemos llevar a cabo muchas otras acciones. Por ejemplo, como ciudadanos, podemos votar y protestar pidiendo políticas climáticas ambiciosas. Podemos invertir en cuentas de ahorro ecológicas. En las relaciones con nuestra familia, los miembros de nuestras comunidades, los grupos de interés o los vecinos, podemos influir en quienes nos rodean hablando con ellos y, simplemente, dando buen ejemplo. Y en el lugar de trabajo, a través de las organizaciones de las que formamos parte como empleados y empleadores, podemos tomar decisiones para lograr un cambio más amplio. Es importante tener presentes las muchas funciones que desempeñamos, ya que en todas podemos marcar la diferencia.
Los gobiernos son clave
A la pregunta de Enric Sierra de qué ayuda a cambiar conductas, la doctora Whitmarsh respondió que hay que clasificar las intervenciones en descendentes y ascendentes. Las descendentes buscan influir directamente en las decisiones de las personas. Proporcionan información, por ejemplo, mediante etiquetado, publicidad o educación, para incitar cambios de pensamiento y acción. En contraste, las ascendentes intentan influir en el contexto. Entre ellas, destacó factores como medidas económicas, precios, incentivos, cambios normativos en la disponibilidad de productos y servicios, o las transformaciones del entorno físico construido para facilitar la adopción de cambios.
A su juicio, la información por sí sola –esas medidas descendentes dirigidas a las personas– rara vez es eficaz. Un estudio reveló que solo consigue cambiar la conducta y hacerla más respetuosa con el medio ambiente en un 2-3% de la población. En contraste, las medidas ascendentes, como, por ejemplo, una norma que prohíba una opción de alto contenido en carbono, pueden alcanzar hasta un 100% de efectividad.
“Las intervenciones de carácter ascendente suelen ser más eficaces. En el Centro para el Cambio Climático y las Transformaciones Sociales”, explicó, “nos centramos en este tipo de estrategias. Fundamos el Centro hace seis años y medio, y actualmente somos unos noventa investigadores y colaboradores distribuidos entre cuatro universidades y una organización benéfica del Reino Unido. Analizamos cómo pueden las personas mitigar o reducir el cambio climático y estudiamos cómo estilos de vida alternativos pueden lograr una reducción sistémica profunda y rápida de las emisiones. Abordamos ámbitos como qué alimentos escogemos, cómo calentamos y refrigeramos los hogares, cómo viajamos y qué compramos y consumimos”.
El 10% más rico tiene una huella de carbono cuatro veces superior a la del resto
A su juicio, se ha demostrado que si se centra la acción climática en las personas, las implicamos y les brindamos el apoyo que necesitan, aceleraremos el progreso contra el cambio climático y lograremos más resultados. “Pero es fundamental que no solo responsabilicemos a los individuos, sino que destaquemos el papel relevante de los gobiernos en hacer factibles los cambios”, añadió. “Por ejemplo, es esencial que el Gobierno propicie que los viajes sostenibles (tren, transporte público, andar o ir en bicicleta) sean más baratos y accesibles, y que volar sea más caro, menos accesible y menos atractivo. Tenemos que usar el palo y la zanahoria para incentivar las decisiones correctas y desincentivar las decisiones contaminantes. Lo mismo ocurre con las compras online: hoy son la opción más cómoda para muchos, pero debemos conseguir que sea más cómodo comprar en tiendas locales y escoger productos con una menor huella de carbono, y a la vez aplicar medidas (quizás económicas) para incorporar los costes de carbono al precio final de los productos.”
Beneficios para todos
El vicedirector de Guyana Guardian, entre sus preguntas, señaló que solemos resistirnos a introducir cambios significativos en nuestro estilo de vida si parecen costosos o incómodos y que, por lo general, somos reticentes al cambio. La doctora Whitmarsh, sin embargo, respondió que todos los estudios científicos constatan que la mayoría de las medidas indispensables contra el cambio climático mejorarán nuestra calidad de vida: reducirán la factura energética, limpiarán el aire, mejorarán la salud, gracias a una alimentación más sana, y pueden reducir la desigualdad e impulsar la economía. “Difundir estos beneficios genéricos de la acción climática facilita el apoyo público a los cambios”, concluyó. “Es crucial que los gobiernos eliminen barreras para que las personas cambien de comportamiento, y que abaraten y faciliten los cambios.”
Pese a las presiones de la poderosa industria petrolera y de todos los sectores vinculados a la misma, así como al negacionismo de la extrema derecha, la doctora señala que existen encuestas que sugieren que en casi todos los países sigue habiendo amplias mayorías a favor de que los gobiernos adopten medidas más ambiciosas contra el cambio climático.
