La investigación del grupo de Homicidios de la Policía Nacional ha determinado que los fármacos utilizados por el anestesista detenido, E. Ll. A., para sedar a dos niñas en la Clínica Dental Mireia de Alzira –una murió y la otra resultó gravemente afectada– procedían de la farmacia del Hospital de Manises. Los agentes rastrearon la trazabilidad de los lotes de midazolam y propofol, concluyendo que habrían sido presuntamente sustraídos por el investigado.
Según adelantó ayer el diario Levante , ahora los esfuerzos se centran en esclarecer cómo obtuvo los medicamentos y en qué condiciones se encontraban cuando los administró. Las sospechas recaen especialmente sobre el propofol, un anestésico de acción rápida que, al ser una emulsión liposoluble sin conservantes antimicrobianos, requiere estrictas condiciones de conservación para evitar el crecimiento de bacterias y hongos. Su estabilidad depende de no superar los 25 °C, evitar exposición a la luz y no reutilizar frascos abiertos más de 12 horas, advertencias presentes en los prospectos de los laboratorios.
Según Levante , la hipótesis principal es que las niñas sufrieron una infección grave derivada de un propofol contaminado. Los síntomas –fiebre, somnolencia, dificultad respiratoria, aturdimiento e incapacidad para mantenerse en pie– encajan con un cuadro séptico. En la niña de 4 años la sepsis pudo ser controlada gracias a su rápida atención en el Hospital de la Ribera, mientras que en la de 6 años evolucionó hacia un shock séptico mortal. Aunque los análisis microbiológicos del Instituto Nacional de Toxicología serán decisivos, que las dos menores fueran sedadas consecutivamente por el mismo médico sustenta esta tesis como la explicación más probable de lo ocurrido.


