Loading...

Más allá del cartel: así se construyen tres festivales con alma propia en España

Música y cultura

Icónica Santalucía Sevilla Fest, Jardín de las Delicias y Dansàneu son tres proyectos culturales, apoyados por Endesa, que enseñan que la personalidad de un festival nace del trabajo continuo, la pasión y la conexión con su territorio

Espectáculo de danza vertical Fargar, de la compañía Berta Baliu, en la central hidroeléctrica de Esterri d'Àneu

Rut Solé/Dansàneu

Una fría tarde de invierno. El sofá, la manta. Miras el móvil y deslizas el dedo hacia la galería de fotos. ¿Cómo no sentir un pellizco de nostalgia cuando encuentras esos momentos repletos de luz? Los viajes, los atardeceres, los encuentros con amigos. Y de pronto, entre todas esas escenas, aparece el recuerdo de ese festival que tanto disfrutaste.

Basta una sola foto para que te asalte el estribillo de esa canción que no conocías o que rememores aquel espectáculo de danza que te puso la carne de gallina. Porque los festivales tienen la capacidad de convertirse en identidad. En ese lugar al que siempre queremos volver.

Festival Jardín de las Delicias

Juan_Alejos

El Icónica Santalucía Sevilla Fest, el Festival Jardín de las Delicias de Madrid y Dansàneu en el Pirineo catalán son tres propuestas inspiradoras y únicas de concebir la cultura

Pero lo que no aparece en esas fotografías son los meses de trabajo de centenares de personas que permiten que vivamos esos momentos mágicos. Un trabajo que es, si cabe, mucho más intenso y minucioso cuando hablamos de esos festivales con personalidad propia, que generan un impacto económico y cultural en el territorio en donde se celebran y en la gente que lo habita, que destacan por tener una identidad muy definida.

En un país que roza los 1.000 festivales al año, nos hacemos la pregunta de cómo se construyen los que realmente dejan huella. ¿Cómo nacen esos proyectos capaces de destilar tanta personalidad? ¿Cómo se crea una identidad tan sólida que, incluso antes de anunciar un artista, el público ya sabe que quiere volver?

Cuando un festival tiene una identidad marcada, deja de ser un evento y pasa a ser un lugar en el que siempre queremos estar”

Senior Editor

Una buena forma de responder a estas preguntas es mirar con calma a tres proyectos que reúnen esas características, que representan tres formas tan distintas como inspiradoras de concebir la cultura: el Icónica Santalucía Sevilla Fest, el Festival Jardín de las Delicias de Madrid y Dansàneu en el Pirineo catalán, los tres patrocinados por Endesa. “Nuestro papel es acompañarles a cada uno de ellos en su propia propuesta. Son tres ejemplos de integración de cultura, sostenibilidad y territorio”, explica Ignacio Asensi, responsable de Patrocinios de la energética”. Son tres modelos, tres visiones que comparten la convicción de que, como afirma Asensi, “cuando un festival tiene una identidad marcada, deja de ser un evento y pasa a ser un lugar en el que siempre queremos estar”.

Icónica Santalucía Sevilla Fest, una cita que se convierte en parte misma de la ciudad

Icónica Santalucía Sevilla Fest

MAURI BUHIGAS

La primera imagen que se viene a la cabeza con Icónica Santalucía Sevilla Fest es la de la hermosísima Plaza de España iluminada, convertida en un auditorio majestuoso que parece haber sido diseñado para que el Icónica se celebre en ella. Porque Icónica se ha incrustado en el corazón de Sevilla y la transforma durante el mes y medio que dura un evento que se ha convertido en el festival de ciclo que más entradas vende en toda España.

Pero ¿cómo se consigue que, en los meses más cálidos del año, se implante en una ciudad con un verano con tan altas temperaturas? “Realmente, Sevilla no era una ciudad muy de conciertos, entre otras cosas porque el verano es duro y los grandes artistas internacionales no solían venir en esas fechas”, explica su director, Javier Esteban. Pero nada es para siempre. Porque de lo que va sobrada la capital andaluza es de personalidad.

El prestigio de Icónica Santalucía Sevilla Fest ha crecido de tal manera que ya tiene confirmados para la edición de 2026 a artistas como Lenny Kravitz, Robbie Williams, Raphael o Aitana

La idea de dar vida a este festival nació de observar lo que la ciudad ya ofrecía. Sevilla tiene un casco histórico inmenso, un patrimonio único y una capacidad de seducción natural. Solo faltaba el escenario adecuado. “Decidimos construir un festival a la medida de Sevilla, con su propia identidad”, nos cuenta Javier. “Al hacerlo así podíamos conseguir que el sevillano lo hiciera suyo”, explica Javier. Y lo consiguieron.

En 2021, Icónica arrancó como un festival pequeño, con 3.500 espectadores por noche y un 80% de público de fuera de la ciudad. Pocas ediciones después, la ciudad y los propios sevillanos lo han adoptado como uno de sus rituales del verano. Y su prestigio crece de tal manera que ya tiene confirmados para la edición de 2026 a artistas de la talla de Lenny Kravitz, Robbie Williams, Raphael o Aitana.

Una de las claves de Icónica es su capacidad de potenciar el espacio, respetando su personalidad y su historia. “Intentamos no tener un alto impacto sobre la plaza”, afirma Javier. Para ello el equipo trabaja con un mimo extremo: “trabajamos con los colores que ya están allí y con materiales nobles”, observa. Nada se deja al azar.

Icónica Santalucía Sevilla Fest se celebra en la Plaza de España

NICCOLO GUASTI

En cierto modo, Icónica ha reinventado el concepto de festival de ciclo. No está dirigido a un único tipo de público. Su eclecticismo favorece la diversidad de los espectadores. Lo disfrutan familias, melómanos, jóvenes o turistas que descubren que, en un mismo cartel pueden convivir, por ejemplo, The Prodigy y Siempre Así. No es contradictorio, es complementario. “Para nosotros era esencial que fuera un festival para todos”, destaca el director de Icónica. “Hemos conseguido que varios miembros de una misma familia puedan compartir una noche allí”, señala.

Y no cabe duda de que la clave de su éxito está en la coherencia que lo impregna, algo que se sostiene a partir de un trabajo previo muy intenso. Un equipo de treinta profesionales trabaja durante todo el año exclusivamente en el festival. Tres departamentos creativos afinan todo lo posible para que el público disfrute, desde el diseño de escenarios hasta la gastronomía o la comunicación, siempre respetando su identidad. Porque, Icónica es el mejor ejemplo de ello, la identidad genera empleo.

Una de las claves de Icónica es su capacidad de potenciar el espacio, respetando su personalidad y su historia

Este mes de diciembre el festival ya tenía cerradas 24 de las 30 noches del verano de 2026. Los artistas quieren acudir a Sevilla porque “saben que van a estar cómodos, que todo estará impoluto”, señala Javier. Y eso se consigue gracias a un trabajo previo en el que no hay espacio para la improvisación.

“El resultado es un festival que se ha convertido en un motor cultural, económico y turístico del verano sevillano, sin renunciar a su esencia”, afirma Ignacio Asensi, quien además habla con orgullo de las noches de DJ’s de primera línea como Mickey Pavón o DJ Nano con las que Endesa alarga las noches de un festival que habla de la ciudad y desde la ciudad para todo aquel que quiera disfrutar de la música en un lugar único en el mundo.

Jardín de las Delicias de Madrid, un espacio de belleza donde la música en español tiene su casa

Festival Jardín de las Delicias

Endesa

Y de Sevilla vamos a Madrid, una de las principales ciudades festivaleras de España, que acoge centenares de propuestas al año. Sin embargo, ninguna se parece al Jardín de las Delicias. Entre otras cosas porque, desde su nacimiento en 2018, el festival ha apostado por programar exclusivamente música en español. Y no solo eso. El Jardín ha desarrollado un universo visual reconocible, coherente y exquisitamente cuidado, construyendo una identidad que se palpa en cada rincón del recinto.

Su directora de arte, Aida Cortés, sabe que no podía ser de otro modo: “Los entornos bellos favorecen el aprendizaje y la experiencia”, asegura. Y en el Jardín de las Delicias tienen la convicción de que, en un festival, aprender tiene que ser parte de la experiencia.

Uno de los sellos del Jardín de las Delicias es su forma honesta de entender la sostenibilidad

Aida y su equipo han sido capaces de crear una atmósfera muy especial. Eran conscientes de que el Jardín debía ser un espacio mágico y evocador, pero no infantil. Un lugar donde la música en castellano encontrase el marco adecuado para multiplicar la emoción. “Queremos que el público viva cosas bellas y las quiera recordar”, nos dice. Se trata de que los espacios ayuden a generar recuerdos, de esos que, como decíamos al inicio del reportaje, regresan cuando uno revisa las fotos y se reconoce allí, en un instante que ya forma parte de su historia.

Festival Jardín de las Delicias

Juan_Alejos

Y con esa idea, el festival decidió que la señalética, la decoración o el diseño gráfico no serían meros complementos, sino parte del corazón del festival. Todo ello atravesado por una coherencia que se percibe en cada detalle. Si la música es en español, la comunicación también. Por eso, aquí no existe un “sold out”, aquí hay “entradas agotadas”.

Esta coherencia se vislumbra también en otro de los sellos del Jardín de las Delicias, su forma honesta de entender la sostenibilidad. Porque si el festival es sostenible, su arte también debe serlo. No se imprime cartelería en la calle, se reutilizan materiales y cada objeto, desde un cartel hasta un punto de reciclaje, tiene un diseño pensado para integrarse en el entorno y embellecerlo. Y esto no son solo palabras. La transparencia es parte de su esencia. “Nosotros somos muy claros”, explica Aida. “En la web se pueden descargar los informes de sostenibilidad y durante cuatro años nos han dado el sello de festival sostenible”.

Concierto sorpresa de Hey Kidd en la Gran Vía de Madrid

Pero la sostenibilidad va más allá del reciclaje e incluye, entre otras medidas lideradas por Endesa, “reducción de emisiones gracias al uso de baterías y una potente estrategia de movilidad eléctrica con un autobús gratuito de la EMT, que permite a los asistentes llegar de forma fácil y sin humos al festival”, recuerda Ignacio Asensi. Además, añade, “este año hemos tratado de llevar el festival al mismo centro de la ciudad, con un concierto sorpresa en plena Gran Vía de Madrid de Hey Kidd y Paula Mattehus. Fue un momento mágico y muy especial”. “Intentamos que todo el mundo pueda disfrutar lo mismo y que hacerlo sea fácil y agradable”, remata por su parte Aída Cortés.

Concierto sorpresa de Hey Kidd y Paula Mattehus en la Gran Vía de Madrid

Endesa

Para conseguirlo, el trabajo es continuo durante todo el año: “Las semanas posteriores al festival son fundamentales”, nos cuenta Aida. Es más, “en diciembre ya tengo prácticamente definida la dirección de arte del año siguiente”, confiesa. Y esto parte de una labor en equipo en la que no existen reuniones interminables, sino que todos los compañeros comparten la misma visión. “Es como si todos hubiésemos entendido desde el principio cómo debía ser. Ha sido muy progresivo, muy natural”.

Festival Jardín de las Delicias

adriphotography

Hoy, el Jardín de las Delicias es un referente de cómo un festival puede construir un universo propio, accesible, sostenible y profundamente emocional. Porque la belleza es también una forma de cuidar al público.

Dansàneu, un proyecto único para llevar la cultura al Pirineo

La cantautora Mayte Martín y el guitarrista Jose Gálvez en el Dansàneu

Rut Solé/Dansàneu

Y en busca de más experiencias, de más cultura y personalidad, el viaje continúa hacia el norte y llegamos a un espacio natural de una belleza deslumbrante, los Valls d’Aneu, en el Pirineo catalán. Allí, entre montañas, sucede algo que no se parece a ningún otro festival del país, Dansàneu. No es masivo, no es urbano, no responde a la lógica de una gran producción.

Dansàneu es un proyecto casi artesanal que muestra la cultura allí donde nace y que genera espacios de encuentro a través del arte en esos valles pirenaicos donde a veces es difícil acceder a espectáculos de las características que propone el festival. Su directora, Rut Martínez, nos describe la idea que lo guía: “Es casi asegurar el acceso a la cultura”, nos dice. “Reivindicamos los derechos culturales desde el ejercicio de esos derechos”. 

Dansàneu es un proyecto que muestra la cultura allí donde nace y que genera espacios de encuentro a través del arte en los valles pirenaicos

Dansàneu nació en 1993 como un curso de danza tradicional, impulsado por el bailarín y coreógrafo Joan Serra. Durante veinte años fue un espacio formativo. Pero, tras la muerte de Serra, llegó el momento de repensarlo todo. “Analizamos qué necesitaba el territorio y detectamos que era una zona sin apenas programaciones culturales estables”, explica Rut.

Y a partir de la constatación de estas necesidades, el proyecto creció hasta convertirse en un festival multidisciplinar donde conviven espectáculos de música, danza, teatro de texto y producciones profesionales en colaboración con agentes con gran trayectoria. Y cada una de estas representaciones consigue dar una nueva vida al territorio y a sus habitantes, llevar la cultura a lugares que normalmente no la tienen.

Espectáculo en la central hidroeléctrica de Esterri d'Àneu 

Rut Solé/Dansàneu

Durante diez días de verano una pequeña plaza se convierte en un espacio escénico, una central hidroeléctrica en un escenario de danza vertical y el valle entero en una red de escenarios naturales donde se celebran todo tipo de propuestas contemporáneas. Es cultura que se adapta al paisaje, que se inserta en él y genera nuevas experiencias y emociones en sus habitantes.

El mayor espacio del Dansàneu no supera las 400 personas de aforo y más del 70% del público es local

Quizá por eso, la fidelidad es tan extrema que casi parece un milagro. “Durante los diez días del festival”, nos dice Rut, “hay alrededor de un centenar de personas del territorio que van a todos los espectáculos, mañana, tarde y noche”, explica. Y no solo asisten a ellos, sino que el público “interviene, participa, comparte temas personales”. La cultura se convierte en un punto de encuentro, en una celebración comunitaria. “Es increíble ver cómo viven esos diez días como una inmersión cultural total”, comenta Martínez.

La escala reducida de los espacios del festival contribuye, incluso, a multiplicar el impacto. El mayor espacio no supera las 400 personas de aforo y más del 70% del público es local. Los desplazamientos son mínimos, no hay tráfico masivo ni ruido innecesario. Todas las propuestas se adaptan al entorno con un respeto absoluto.

Lectura dramatizada de 'Thoreau: la vida als boscos' por el actor Carlos Cuevas.

Rut Solé/Dansàneu

Podríamos decir que Dansàneu es también, en cierto modo, un intercambio. El territorio ofrece su paisaje y el deseo de vivir experiencias de sus gentes; el festival devuelve cultura y conexión entre el arte y las personas. Dansàneu demuestra que lo pequeño también es transformador. Que un festival no necesita miles de asistentes para mover algo profundo.

Tres festivales, tres caminos y, sin embargo, una misma enseñanza. Icónica construye identidad desde el patrimonio y el eclecticismo de la programación. El Jardín de las Delicias lo hace desde la belleza, la narrativa visual y la música en español. Dansàneu lo consigue escuchando al territorio y poniendo la cultura donde antes no llegaba. Tres modelos muy distintos que comparten la misma convicción, que un festival no se define sólo por su cartel, sino por su alma.

Etiquetas