El ser humano tiene atavismos que le hacen muy prudente ante el cambio. En este sentido, la visión adolescente -la del estudiante- es distinta a la del adulto. Porque la gente joven vive la disrupción como una continuidad y no como una ruptura. Es más, el triunfo de esta tecnología frente a otras como la realidad virtual o el metaverso se sustenta en que se presenta de una forma cálida y dialogante, podríamos decir que más humana. Es divertido incluso ver por ejemplo la socarronería de asistentes como Monday que responden de forma directa y brusca a las preguntas del usuario sin complacerle de forma melosa como hace ChatGPT.
Esta proximidad -simulación- al hecho humano es lo que a menudo pone la idea en el imaginario colectivo de que la IA hará menguar la calidad de la enseñanza en las aulas. Y, ciertamente, si no pensamos la forma en que aprenden nuestros alumnos, esto ocurrirá.
Pero si nos fijamos bien en las infinitas posibilidades que nos ofrece, nos daremos cuenta de que la IA se convertirá en una herramienta que reforzará el pensamiento crítico y creativo, acelerando procesos de búsqueda y facilitando nuevas formas de representar y generar ideas. Para convivir en las escuelas de una forma positiva, es necesario tener en cuenta varios factores:
1. La IA no tiene nada que ver con las redes sociales; no hay que confundir la banalización de los contenidos de determinadas plataformas con las opciones cognitivas que ofrecen herramientas como Perplexity, que bebe de fuentes universitarias, Sci Space, validada también en entornos académicos como el MIT o Harvard, Semantic Scholar, creada por el Allen Institut, organismo científico de referencia, o la Google Scho. Todos estos asistentes de investigación tienen trazabilidad de sus fuentes y cumplen con los preceptos de privacidad y protección de datos (GPDR).
2. El cerebro NO se acomoda fácilmente a la falsedad. Es decir, los seres humanos, después de miles de años, seguimos buscando la autenticidad en nuestras interacciones; por eso es tan importante usar la IA desde la honestidad y la franqueza, evitando utilizarla como sustituto de lo más personal, que es la comunicación humana.
3. La lectura y la escritura son habilidades en las que hay que poner énfasis desde edades tempranas, porque el dominio de la palabra es el que permite un amplio desarrollo del pensamiento y, por tanto, del aprendizaje.
4. La incorporación de la IA debe tener detrás el oficio y sabiduría del profesorado para crear situaciones de aprendizaje ricas, pertinentes y diversas, manteniendo su personalidad y huella.
5. La IA no es un fin en sí mismo, sino una herramienta que tenemos a nuestro alcance para ampliar perspectivas de conocimiento. Hay que saber usarla como amplificador de la calidad de la educación, elevando el umbral de las tareas que llevan a cabo los estudiantes en la actualidad.
6. Es necesaria una alfabetización de la IA en tanto que proceso continuo y dinámico de adopción de nuevos recursos. En definitiva, hay que inferir en nuestros estudiantes más que nunca la idea de que su educación es lo suficientemente sólida y arraigada como para adaptarse a la incertidumbre y al cambio constante.
7. Aunque en este contexto la memoria repetitiva pierde sentido, es necesario seguir trabajando la memoria estratégica, aquella que permite recuperar la información para conectar diferentes áreas de conocimiento.
Para conseguir todo, los centros educativos tenemos el deber de replantear nuestros modelos metodológicos y reflexionar sobre el equilibrio entre la optimización de un recurso tan valioso como la IA y el humanismo que se deriva de aprender.
Autenticidad, seguridad, calidad y transparencia son los cuatro pilares sobre los que deberá apoyarse esta transformación que hará de nuestros estudiantes unos ciudadanos modernos, conscientes y críticos.