En los últimos meses, el debate sobre el uso de dispositivos digitales en las escuelas españolas se ha intensificado y algunas comunidades ya han empezado a impulsar medidas al respecto.
Así, por ejemplo, Madrid ha anunciado que a partir del curso 2025/26 limitará el uso de pantallas en Infantil y Primaria, con reglas muy estrictas para evitar el uso individual de dispositivos y tareas digitales fuera del horario escolar. Catalunya, por su parte, se plantea también limitar el uso de pantallas y móviles para mejorar el aprendizaje.
La tecnología como aliada del aprendizaje
Según explican los expertos de ACER, el gran dilema no es elegir entre tecnología o no, sino aprender a encontrar un equilibrio saludable. El uso moderado y bien guiado de dispositivos digitales está asociado a mejores resultados académicos, según el informe PISA 2022, que demuestra que entre una y cinco horas diarias de uso con fines educativos mejoran el rendimiento en matemáticas y fomentan la autonomía del estudiante.
En cambio, el uso para ocio suele generar distracciones que bajan las notas. Además, la ansiedad que sienten muchos jóvenes por no tener su móvil cerca muestra que no se trata solo de tecnología, sino de cómo se gestiona y se integra en la vida de los alumnos.
¿Y qué pasa si no usamos tecnología?
Limitar o evitar la integración de tecnología en las aulas también puede traer riesgos importantes. En un mundo cada vez más digitalizado, no contar con recursos tecnológicos adecuados puede tener consecuencias como las siguientes.
Incrementar la brecha digital: Los estudiantes que no tienen acceso o experiencia con tecnologías en la escuela quedan en desventaja frente a quienes sí las manejan, lo que puede aumentar las desigualdades socioeconómicas.
Prepararse peor para el futuro laboral y social: Las competencias digitales son esenciales en casi todas las profesiones actuales y futuras. No desarrollarlas en la escuela puede dejar a los alumnos menos preparados para los retos del siglo XXI.
Perder oportunidades pedagógicas: La tecnología permite personalizar el aprendizaje, hacerlo más interactivo, atractivo y efectivo. No aprovechar estas herramientas significa dejar pasar beneficios educativos comprobados, como el aprendizaje basado en juegos, simulaciones o laboratorios virtuales.
Reducir la capacidad de los docentes para innovar y adaptar la enseñanza: Sin tecnología, los maestros pierden acceso a recursos y datos interesantes que les ayudan a identificar dificultades y mejorar el apoyo individualizado.
¿Qué hacen otros países?
La OCDE ha publicado recientemente un informe titulado “How’s Life for Children in the Digital Age?” que subraya que los maestros y educadores tienen un papel clave para enseñar a los niños a usar la tecnología con sentido, prevenir riesgos y desarrollar habilidades digitales.
Por ejemplo, en Alemania, recomiendan limitar el tiempo de pantalla a 60 minutos diarios para niños de primaria. Por su parte, Australia aconseja no más de dos horas diarias de tiempo recreativo en pantalla para niños y adolescentes, sin contar el uso con fines educativos.
Estas recomendaciones reconocen que no todo tiempo frente a una pantalla es igual: la clave está en diferenciar entre ocio y aprendizaje.
En España, el estudio de European Schoolnet revela que España es el único país europeo con digitalización curricular completa en todos los niveles educativos, pero también uno de los que ha decidido limitar el uso de móviles personales en clase, como medida para reducir riesgos para la salud mental y el bienestar.
Móvil vs portátil escolar
Una distinción fundamental que a menudo pasa desapercibida es que los móviles personales son difíciles de controlar, muy propensos a distracciones y poco adecuados para crear contenidos educativos. En cambio, los portátiles escolares permiten a los profesores gestionar el uso, limitar accesos y aprovechar todo el potencial del aprendizaje digital.
Tecnologías innovadoras como Acer User Sensing ayudan a promover el bienestar digital y un uso consciente del dispositivo en el aula, lo que sirve como ejemplo de que la tecnología bien implementada puede ser una gran aliada para docentes y alumnos.
¿Y ahora qué?
El verdadero reto no es prohibir o permitir pantallas, sino encontrar el equilibrio que permita aprovechar las enormes oportunidades educativas que ofrecen sin ignorar los riesgos.
Incorporar la tecnología como parte integral del proceso educativo, usándola con criterio y propósito, es la clave para preparar a los estudiantes para un mundo cada vez más digital. Para lograrlo, las escuelas necesitan recursos, dispositivos y formación adecuados.
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