Nadie es inmune a la desinformación, pero hay grupos de personas más propensos a caer en ella. Así lo revela un estudio global con más de 66.000 participantes a los que se les facilitaron titulares de noticias para determinar si eran reales o falsos. Sus autores explican que, en general, a las personas de la generación Z (los nacidos entre 1997 y 2012), a las de menor nivel formativo, a las políticamente más conservadoras y a las mujeres les resultó más difícil distinguir las fake news, las noticias falsas.
Sorprende de los resultados que la generación Z, a la que como nativa digital se le presupone una mayor alfabetización digital, se erija como la más susceptible a la desinformación de todos los grupos de edad y muestre menos destreza para identificar las noticias falsas que los baby boomers o los integrantes de la generación X y los millennials.
Los autores sugieren que probablemente tenga que ver precisamente con su mayor exposición a entornos digitales y obedezca a la menor calidad de las noticias que circulan en las redes sociales, a las que se han habituado.
Advierten que, aunque la brecha de desempeño de los jóvenes respecto a otras generaciones pueda parecer pequeña, “dado el tiempo que la mayoría pasa en internet, la cantidad de desinformación que circula en línea, la facilidad con la que se propaga y las consecuencias que puede tener en el mundo real (desde decisiones sobre vacunas hasta decisiones en las urnas), el impacto de estas diferencias puede no ser trivial y por eso es crucial comprender mejor quiénes corren más riesgo de ser víctimas de ella.
En lo que sí aciertan más los jóvenes Z que otras generaciones es a la hora de autoevaluar sus capacidades y habilidades para discernir las noticias reales de la falsas. ”Acertaron bastante al predecir su bajo rendimiento", se asegura en las conclusiones del estudio.
Al margen de las diferencias de edad, los autores del estudio -profesores de Psicología de las universidades de Columbia Británica (Canadá), Cambridge, Oxford y del departamento de Estudios de Guerra del King's College de Londres (Reino Unido)- hallaron que las personas con un nivel más alto de educación formal (título universitario o postgrado) obtenían mejores resultados al identificar bulos que quienes tenían un diploma de bachillerato o inferior. Ahora bien, los de mayor nivel educativo tendían a sobreestimar su capacidad para detectar las fake news.
Otra de las conclusiones que extraen de la investigación -publicada el viernes en Personality and Individual Differences- es que las personas con opiniones políticas más conservadoras son más propensas a creer noticias falsas. “Las puntuaciones más bajas (a la hora de distinguir titulares reales y falsos) se observaban en el extremo más conservador del espectro político”, explican.
La prueba de susceptibilidad a la desinformación
La prueba de susceptibilidad a la desinformación (MIST, por sus siglas en inglés) está rigurosamente validada por psicólogos y disponible en línea de forma gratuita. Ofrece una combinación de titulares de noticias para que los participantes determinen cuáles son auténticos. Algunos ejemplos son “Nuevo estudio: los de izquierdas son más propensos a mentir para conseguir un salario más alto”; “Las Naciones Unidas reciben notas mayoritariamente positivas de personas de todo el mundo”; “Funcionarios del gobierno han manipulado los precios de las acciones para ocultar escándalo”. Para reclutar participantes, los autores del estudio publicitaron la web de MIST en comunicados de prensa, en redes sociales y a través de conferencias y otras presentaciones, y la Universidad de Cambridge creó una página que explicaba la investigación de MIST con enlace al cuestionario y la distribuyó a través de los boletines informativos de la universidad entre alumnos y ex alumnos. La prueba se puede realizar compartiendo o no información personal, y ofrece una versión más larga y otra más corta.
Por otra parte, los investigadores constatan que, controlando todas las demás variables, las mujeres y las personas que se identifican como no binarias también resultan más susceptibles a la desinformación que los hombres. Sin embargo, como en el caso de los jóvenes de la generación Z, eran más conscientes que los varones de sus carencias y más precisas al evaluar sus habilidades.
Los hallazgos hacen referencia a una muestra amplia, global y geográficamente diversa -66.242 personas de 24 países, incluida España-, pero los investigadores advierten que el hecho de que la prueba utilizada para el estudio solo estuviese disponible en inglés hace que haya una mayor presencia de participantes de países anglosajones (Estados Unidos, Reino Unido, Canadá y Australia, por ejemplo) y de personas de otros países con un alto nivel del inglés.
Por ello, para profundizar en el tema y validar que los resultados son generalizables a otras culturas no anglosajonas, sugieren que se traduzca a otros idiomas la prueba MIST (siglas en inglés de la Prueba de Susceptibilidad a la Desinformación).
La desinformación es una seria amenaza; algunos actores, incluidos los políticos, podrían utilizarlo deliberadamente como arma
Porque, enfatizan los autores, “la desinformación que circula por internet representa una seria amenaza para el funcionamiento de las sociedades a nivel mundial y, dadas sus graves consecuencias en el mundo real, es crucial comprender mejor quiénes corren mayor riesgo de ser víctimas de ella para combatir el problema tanto desde el punto de vista social como individual”. La mejor forma de abordarlo, opinan, es a través de programas educativos, pero eso requiere que los gobiernos pongan la lucha contra la desinformación como prioridad en sus agendas.
“Tengo la sensación de que, en este momento, no todas las democracias están realmente intentando abordar este problema; peor aún, en el mundo polarizado en que vivimos, algunos actores, incluidos los políticos, podrían utilizarlo deliberadamente como arma”, dijo el autor principal del estudio, Friedrich Götz, al presentarlo. A pesar de ello, aseguró que “si un gobierno actúa de buena fe y quiere resolver este problema en la sociedad, creo que podría usar este estudio para crear conciencia y avanzar hacia una investigación más centrada en la intervención”.