¿En qué se parecen un hincha deportivo y un fervoroso creyente? La neurociencia revela que el cerebro vive el deporte como una fe

Psicología

El deporte, en especial el fútbol, ha dejado de ser solo un juego para convertirse en un fenómeno psicológico y social comparable a la religión

Horizontal

Imagen del improvisado “altar” que los aficionados del Nápoles montaron frente al estadio San Paolo tras conocerse la muerte de Diego Armando Maradona 

Ivan Romano / Getty

El estadio como templo, los himnos de la afición como liturgia, los colores y el escudo del equipo como  símbolos sagrados y los jugadores estrella como héroes o santos venerados. El deporte, especialmente el fútbol, ha dejado de ser solo un juego para convertirse en un fenómeno psicológico y social comparable a la religión. 

Y no es una apreciación subjetiva ni un comentario de bar. Estudios de neurociencia revelan sorprendentes paralelismos entre los patrones neurológicos y psicológicos de los hinchas deportivos y de los devotos religiosos. Lo relata con todo detalle Aaron C.T. Smith, profesor de negocios e innovación deportiva en la Universidad de Camberra (Australia) y en la de Loughborough de Londres, en su nuevo libro, The Psichology of Sports Fans  (La psicología de los fans deportivos, publicado por Taylor & Francis Group).

“El deporte crea lo que yo llamo fe tribal, un poderoso vínculo que proporciona confort, propósito y un sentido de pertenencia, igual que la devoción religiosa; al igual que la religión, el grupo de seguidores deportivos ofrece una narrativa preconfeccionada que nos ayuda a navegar por las incertidumbres de la vida; para los fervorosos hinchas, el estadio se convierte en su iglesia; los cánticos, en sus himnos, y los días de partido, en sus celebraciones sagradas”, explica Smith en conversación por correo electrónico con La Vanguardia.

Misma activación cerebral

Lo interesante de su libro es que recoge evidencias que facilita la neurociencia sobre por qué sucede todo eso. Los estudios con técnicas de neuroimagen muestran que tanto la afición deportiva como las creencias religiosas involucran áreas similares en el cerebro, las mismas que se activan en las relaciones familiares o en las amistades estrechas.

“El aumento de la actividad en los centros emocionales, como la amígdala y las vías de recompensa, durante los partidos refleja lo que ocurre cuando el cerebro procesa los vínculos fuertes, las relaciones personales cercanas, y eso explica por qué las experiencias deportivas intensas pueden sentirse casi trascendentales, evocando emociones poderosas igual que las prácticas espirituales”, apunta el escritor. 

Los deportes unen a personas que de otro modo tendrían poco en común, como ocurre con las congregaciones religiosas

Aaron C.T. SmithProfesor Universidad de Camberra y escritor

Por ello considera que no es exagerado decir que deportes como el fútbol pueden convertirse en una religión secular que estructura y da sentido a millones de vidas. “Desde un punto de vista cultural más amplio, la analogía ayuda a explicar por qué los deportes pueden unir a personas de diversos orígenes, a individuos que de otro modo tendrían poco en común,  fomentando en ellos un fuerte sentido de comunidad e identidad colectiva, al igual que ocurre con las congregaciones religiosas”, agrega Smith.

En este sentido, enfatiza que los deportes ofrecen una historia que el cerebro quiere escuchar y aprovecha sus sesgos cognitivos, porque está en la naturaleza humana buscar la conexión, la pertenencia y narrativas convincentes, explica el experto en gestión del cambio y en ciencias cognitivas.

”Los deportes ofrecen una montaña rusa emocional -el triunfo se celebra como propio y la derrota duele como una pérdida personal- que desencadena  respuestas bioquímicas (en forma de dopamina, oxitocina, endorfinas...) que la hacen adictiva, lo que lleva a los aficionados a reforzar cada vez más su compromiso”, justifica. 

Pero esa no es la única razón por la que los hinchas se vuelven tan fanáticos. En su libro, Smith explica que “nuestra mente posee una increíble capacidad para creer; una capacidad que ha sido crucial en la supervivencia a lo largo de la historia humana; y ahora no podemos resistirnos a ejercitar nuestras creencias, así que invertir en creencias asociadas con el deporte y los deportistas nos aporta importantes recompensas personales y sociales”. 

FOTO ALEX GARCIA QUINTO Y PARTIDO DECISIVO DE LA SERIE DE ASCENSO A LA PRIMERA DIVISION DE LA LIGA DE BALONCESTO ENTRE EL ICL MANRESA Y EL MELILLA EN EL PABELLON DEL NOU CONGOST 2018/06/12

Los deportes ofrecen una montaña rusa emocional que resulta adictiva para el cerebro, lo que refuerza la implicación de los aficionados 

Alex Garcia

Por ejemplo, el fanatismo deportivo, como la devoción religiosa, ofrece un entorno controlado para enfrentarse a emociones intensas (como la esperanza o la decepción), para desarrollar resiliencia y para reforzar la lealtad. “Nuestros cerebros favorecen estas creencias emocionalmente útiles sobre las verdades objetivas; estamos programados para creer cosas que nos hacen más felices”, comenta. 

Así, por ejemplo, aunque la lógica diga que sus acciones raramente afectan a los resultados, los fanáticos del deporte  (como los de la religión) creen que sus rituales, vítores y apoyo juegan un papel en el éxito de su equipo (o comunidad).

Muchos hinchas encuentran amistad, apoyo y consuelo en los seguidores de sus clubes (como los creyentes en su comunidad)

Aaron C.T. Smith

Y, según Smith, esa profunda identificación y sentido de influencia repercute significativamente en la vida diaria y el bienestar psicológico de las personas. “Positivamente, proporciona estructura significado y comunidad; muchos aficionados encuentran una amistad genuina, apoyo emocional y consuelo a través de los seguidores de sus clubes, creando una red de social de seguridad informal (igual que los creyentes en su comunidad religiosa)”, ejemplifica. 

Por otra parte, también fomenta la resiliencia (la creencia en el éxito futuro ofrece esperanza y ayuda a superar los contratiempos de la vida), y resulta empoderador, puesto que ser fan de un equipo da una identidad social respetada incluso a las personas marginadas.

Lee también

¿Por qué el deporte desata tanta pasión en los aficionados? La clave no es el juego, es la tribu

Mayte Rius
Like a pro. The top view of a charming pre-teen girl blowing on a makeup brush while filming an entry for her beauty video blog on camera

Claro que esa identificación tan fuerte también tiene sus desventajas. Y Smith señala algunos: el estado de ánimo de los aficionados puede cambiar drásticamente en función del rendimiento de su equipo, el estrés durante los partidos puede dañar su salud, y la accesibilidad constante a los contenidos deportivos puede provocar cierta obsesión y afectar al equilibrio de la vida laboral y personal de algunos hinchas.

Del conflicto tribal a la rivalidad deportiva

Además, los mismos mecanismos psicológicos que fomentan fuertes lazos internos entre los devotos de un deporte o de una religión también conducen de forma natural a la rivalidad con otros. “Nuestros cerebros crean instintivamente una mentalidad de 'nosotros contra ellos'; evolutivamente, ese conflicto grupal fortaleció los lazos dentro de las tribus, asegurando la supervivencia; hoy en día, las rivalidades deportivas aprovechan ese antiguo impulso, que se manifiesta en derbis apasionados y acaloradas interacciones con los hinchas”, resume. 

Y, en su opinión, esa rivalidad, aunque a veces conduce a una hostilidad genuina, también ofrece una vía de expresar de forma inofensiva y ritualizada los instintos tribales.  “Incluso como rivales, los fanáticos del deporte comparten el respeto mutuo y la comprensión de la pasión que suscita, lo que hace que las rivalidades deportivas sean fenómenos culturales convincentes”, concluye Smith.

Mostrar comentarios
Cargando siguiente contenido...