¿Alivian los hijos la soledad de una persona que enviuda? Un nuevo estudio concluye que no

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A veces la relación con los hijos se fortalece tras la muerte de la pareja, más para las madres que para los padres; pero para muchos varones, eso no rebaja el estrés y la tristeza que produce la muerte del cónyuge

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A buena parte de los hombres que enviudan les invade la soledad, tengan o no tengan relaciones estrechas con sus hijos e hijas 

Xavier Cervera

La decisión de tener hijos responde en general a necesidades muy diversas. Pero un argumento común es el de no querer verse solo a una determinada edad, cuando la pareja —si se está en pareja— fallece. En esas circunstancias, se podría pensar que el apoyo y acompañamiento de los hijos hace más fácil llenar el vacío que deja la muerte del cónyuge. Un estudio que acaba de publicar la revista Aging and Mental Health indica lo contrario. Los vínculos paternofiliales, por fuertes que sean, no logran mitigar la soledad que siente la gente cuando enviuda. Es la conclusión a la que ha llegado un grupo de investigadores de la Universidad de Siegen (Alemania) tras analizar entrevistas realizadas a lo largo de 25 años: cerca de 5.500 hombres y mujeres casados y con descendencia.

“La muerte del cónyuge es un acontecimiento muy estresante en la vida de las personas, y además se produce un cambio, que es la desaparición abrupta de la pareja. En la mayoría de los casos ambos vivían en el mismo hogar, así que al fallecer uno de los cónyuges el lugar queda casi vacío. Que los hijos vayan a visitar al viudo o a la viuda puede hacer que este sentimiento disminuya ligeramente, pero no de manera significativa”, explica a Guayana Guardian el sociólogo Maximilian Tolkamp, autor principal del estudio. Tolkamp cree que los lazos extra-familiares —amistades, vecinos, nuevas parejas y otros vínculos— pueden jugar un papel más relevante que la descendencia a la hora de paliar esa soledad.

Encontrar una nueva pareja es lo que disminuye la soledad emocional de manera sustancial

Maximilian TolkampSociólogo

Su investigación, en cualquier caso, se ha centrado en los lazos entre padres e hijos. “Incluimos en nuestro análisis la soledad como variable dependiente y luego observamos cómo la relación entre padres e hijos podría influir en ello durante el período de viudedad”, señala el experto. Tomaron como referencia los datos que la Encuesta Alemana sobre Envejecimiento (DEAS) había recabado entre 1996 y 2021. Los autores examinaron los cambios en los niveles de soledad con información sobre 5.610 personas casadas y con hijos adultos. De ellas, enviudaron 475 en total —176 hombres y 299 mujeres— durante el análisis. La edad media de viudedad era de 72,56 años. “No sólo comparamos a las personas casadas con las viudas, sino que comparamos a las mismas personas cuando estaban casadas y luego observamos cómo cambiaba su nivel de soledad cuando enviudaban”, precisa Tolkamp.

A veces la relación con los hijos se fortalece tras la muerte de la pareja. Esto ocurre más para las madres que para los padres encuestados, cuenta el sociólogo. Pero ni siquiera en esos casos los vínculos podían llegar a rebajar la soledad de los viudos de manera relevante, lamenta.

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“Tradicionalmente, las madres han estado más presentes que los padres en la crianza de los hijos, y son las que cuidan a los parientes dentro de la familia, por lo que tienen un vínculo más estrecho con ellos, al menos en el contexto alemán”, argumenta el investigador, que subraya que esos lazos con las madres también han demostrado ser más resistentes que los paternofiliales ante, por ejemplo, un divorcio tardío.

El año pasado, un estudio del Instituto Max Planck para la Investigación Demográfica y la Universidad de Colonia constató esa tendencia: tras un divorcio en parejas de edad avanzada, las relaciones con sus hijos adultos se volvían más sólidas en el caso de las madres y se debilitaban en el caso de los padres.

El análisis liderado por Tolkamp contribuye a la literatura científica que desafía la idea de la descendencia como antídoto contra la soledad no deseada. Los resultados de un estudio de 2022 impulsado por varias universidades canadienses apuntan en la misma dirección. En ese caso, los investigadores concluyeron que tener o no hijos no influye en la soledad de las personas según éstas envejecen, aunque algunos subgrupos estudiados —las personas en edad más madura y, en mayor medida, los hombres— sí pueden ser más vulnerables a la soledad derivada o acentuada por la falta de hijos.

La viudedad, el “problema silente” de salud

El duelo por la viudedad es un “problema silente” en la atención primaria, manifestaron en 2023 las doctoras Rosario y Manuela Pérez García, del Servicio Gallego de Salud, en una carta al director de la revista científica Atención Primaria.

Según los últimos datos disponibles del INE, en España hay en total 2.865.500 personas viudas, de las cuales la gran mayoría (2.306.000) son mujeres. Pero la población española envejece. La proyección demográfica indica que en una década habrá más de 9,7 millones de personas mayores de 64 años, “lo que representa 1,5 millones más que en la actualidad, es decir, un incremento del 17,6%, previéndose un mayor número de viudas y viudos”, apuntan las doctoras en su escrito. La edad media de los viudos españoles es de 73 años, y en el casos de las mujeres es de 77 años.

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La viudedad puede agravar o incluso generar problemas físicos, como afecciones cardíacas, y también mentales. Existe incluso un concepto, el “efecto viudez”, que se refiere a la mortalidad de los supervivientes en matrimonios y que se asocia a la pérdida del cónyuge. Un estudio llevado a cabo entre la población danesa mayor de 65 años detectó que las personas viudas tenían una mayor mortalidad que las casadas. El aumento en el riesgo ascendía al 11%.

Entre los problemas mentales que la viudez puede acarrear está la soledad crónica. Sobre la soledad, los investigadores diferencian la emocional de la social: la primera, en ese contexto, se produce de manera repentina tras la muerte de la pareja, y la segunda se suele dar de manera gradual. Las encuestas alemanas reflejaron que la soledad emocional era más grave en los tres años después de enviudar.

El apoyo de los hijos

Los encuestadores de DEAS pidieron a los participantes que puntuaran una serie de afirmaciones según el grado en que cada una de ellas reflejaba sus sentimientos. Calificaron, por ejemplo, la percepción de inseguridad emocional y calidez, el sentimiento de rechazo y la sensación de tener suficientes personas en las que confiar cuando surgían problemas.

También les preguntaron por la frecuencia con la que escribían, visitaban o hablaban por teléfono con cada hijo adulto, así como el grado de cercanía emocional. Los participantes —tanto los viudos como los que contaban con un cónyuge vivo— consideraron que “contacto frecuente” era ver o hablar con un hijo al menos una vez a la semana. Infrecuente, para ellos, era de una a tres veces al mes, o menos.

Pero incluso con el apoyo emocional y social frecuente de los hijos, el impacto de la pérdida del cónyuge es, según los autores, demasiado profundo. “Es trivial, pero un resultado más obvio de investigaciones anteriores revela que encontrar una nueva pareja es lo que disminuye la soledad emocional de manera sustancial”, afirma Tolkamp, quien sugiere abrir las redes para incluir otros vínculos sociales, más allá de la familia.

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