Familias enlazadas: ¿Cómo lograr una sana integración de parejas con hijos de otras relaciones?

Nuevas estructuras familiares

Tiempo, presencia, escucha, respeto y humildad son requisitos necesarios en la convivencia entre personas que vienen de relaciones anteriores y necesitan integrar a sus hijos en una nueva estructura familiar

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Las familias reconstituidas ya representan el 14% del total de los hogares en España

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En las sociedades occidentales ya hace décadas que existen muchos modelos distintos de familia y fórmulas de convivencia. Un claro ejemplo es el de las familias enlazadas, dos personas que se emparejan y donde uno o ambos aportan, al menos, un hijo fruto de alguna relación previa. En lo que llevamos de siglo, en España se aprecia un crecimiento exponencial de este tipo de uniones: según el Censo de Población y Viviendas del INE (Instituto Nacional de Estadística), en 2001 había 234.587 familias reconstituidas; diez años después, en 2011, esta cifra ya alcanzaba el medio millón 496. 135, prácticamente el doble; y en el último censo, de 2021, la cifra se disparó hasta los 2,7 millones, lo que supone un 14% de los hogares de nuestro país.

Gregorio Gullón, terapeuta familiar, mediador y responsable del Servicio de Atención a Familias Reconstituidas de la Unión de Asociaciones Familiares (UNAF) detalla para La Vanguardia que para que las familias reconstituidas funcionen y se logre una buena integración familiar es fundamental haber tenido un divorcio exitoso de la relación anterior y no pretender replicar el modelo de familia tradicional.

Las respuestas de indiferencia o rechazo iniciales de los hijos a la nueva pareja son frecuentes (...) hay que darles tiempo

Gregorio GullónTerapeuta familiar y mediador
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Pretender replicar el modelo de familia tradicionaL es un error común en las familias reconstituidasl

Ana Jiménez / Propias

“Las respuestas de indiferencia o rechazo iniciales de los hijos a la nueva pareja son frecuentes y es importante no darles un significado a veces erróneo, ya que pueden deberse a muchos motivos: fantasía de reconciliación de sus padres, pensar que sería una falta de lealtad al otro progenitor... Lo más recomendable es darles tiempo porque pueden no estar preparados como los adultos”, expone.

Carmen (47 años) y Fernando (45 años) son matrimonio. Ella tiene un hijo de 16 años y una hija de 11 de una relación anterior. Por su parte, Fernando tiene un hijo de 10. Se conocían desde pequeños y pasados 20 años volvieron a verse en el colegio al que iban los pequeños. “Hace tres años que iniciamos la relación y el pasado mayo nos casamos. No ha sido fácil”, relata ella.

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Cuenta que los comienzos tuvieron mucho de ilusión, pero también de miedo por no repetir lo que les había perjudicado en sus relaciones previas. “Era mi primer enlace tras el divorcio del padre de mis hijos. Necesité ayuda para hacerle hueco a lo diferente después de varios años de confort. También para soltar la idea que tenía acerca de cómo debían ser las cosas y abrir mi mente y mi corazón a confiar en una forma nueva, distinta y creada a retales de dos mundos”, comparte.

En su opinión, no se trata solo de dos personas, sino de cuatro (haciendo alusión a los ex), quienes, para ella, han de tener cabida, aunque no poder de decisión en asuntos de familia. “La clave es hablar mucho de lo que necesita cada uno y de lo que queremos o no para la nueva familia. También, hay que respetar indudablemente lo que siente cada miembro. Al principio, hay que ir muy despacio, esperar a que cada miembro de la pareja ponga límites a sus hijos, pero cuidando mucho el espacio como dúo”, considera Fernando.

El amor no es suficiente (...) Eso no garantiza que los hijos lo acepten, que las dinámicas funcionen o que la convivencia sea armónica

Rocío López de la ChicaEscritora y divulgadora

Rocío López de la Chica, divulgadora, fundadora del proyecto Creada - Separaciones Conscientes y autora de La familia enlazada (Ediciones Destino, 2025) se divorció siendo madre de dos niños e inició una relación sentimental con Miguel Ángel, que tenía otros dos hijos de otra relación anterior. Juntos formaron una familia enlazada. Nadie mejor que ella sabe lo que el término supone.

Como explica, esta estructura familiar se da a partir de una viudedad o, más frecuentemente, tras una separación o divorcio. Prefiere, en lugar de hablar de familias “reconstituidas” como un puzzle, referirse a familias que se enlazan en lo emocional, relacional y a veces, logísticamente.

Desde su experiencia personal y profesional, refiere que lo más difícil de la situación es aceptar que el amor entre adultos no es suficiente. “Uno puede enamorarse profundamente de otra persona, pero eso no garantiza que los hijos la acepten, que las dinámicas funcionen o que la convivencia sea armónica”, subraya López.

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Para la divulgadora, crear una familia enlazada requiere tiempo, presencia, escucha… y, sobre todo, mucha humildad. Asimismo, señala que implica renunciar al pensamiento de que todo va a fluir naturalmente. “Hay duelos no resueltos, resistencias, lealtades internas en los niños y por supuesto, heridas que vienen de la separación anterior. Tienes un rol importante en la vida de los hijos de tu pareja, pero ellos no siempre te lo reconocen”, comenta.

La autora revela que la integración en una familia enlazada no es una meta asegurada. “Es importante que cada uno pueda encontrar su lugar sin sentir que lo pierde. Y para ello, hay que respetar los ritmos individuales, no forzar vínculos y entender que la construcción de una relación entre los hijos y la nueva pareja del padre o la madre no puede imponerse ni acelerarse”, sostiene.

López recalca que el tiempo puede ser un buen aliado, siempre que se trate de un tiempo con presencia, respeto y acompañamiento consciente. “Si la integración no llega nunca o llega de forma parcial, también es válido si se hace desde el respeto mutuo y sin forzar un equilibrio artificial”, apunta.

Preparación emocional de los hijos

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Las familias reconstituidas ya representan el 14% del total de los hogares en España

fstop123 / Terceros

El momento de hablar con los hijos sobre la llegada de una nueva pareja y la convivencia es un momento delicado. En palabras de la experta, no debería ser un anuncio repentino ni una decisión ya tomada que simplemente se comunica. “Lo ideal es que esa conversación se dé cuando la relación está consolidada y realmente existe una intención seria de convivencia. Se trata de preparar emocionalmente a los hijos, de abrir un espacio para expresar dudas, miedos, resistencias...”, aclara.

Resalta que es importante dejarles claro que nadie va a reemplazar a mamá o a papá y que sus emociones, incluso las incómodas, tienen un lugar seguro donde ser escuchadas. Por otra parte, comunica que lo mejor es no proyectar expectativas (“vais a llevaros genial”, “seremos una gran familia”) y en su lugar, nombrar el cambio como lo que es: un paso importante, que puede generar muchas emociones distintas y que se irá construyendo poco a poco.

Para Pri dos Santos, fundadora de Somos Madrastras, escritora, divulgadora y activista, es importante abrir espacios para hablar sobre los roles de cada uno. “Cada familia ensamblada es única y los roles no se pueden imponer ni predeterminar, porque dependen de muchas variables: cómo es cada persona, cuáles son sus necesidades, qué historia trae, qué expectativas tiene...”, asegura.

Recomienda que desde el principio y a lo largo del tiempo, no se pregunte solo ‘¿qué esperas de mí?’, sino también que se diga ‘esto es lo que yo espero de ti’. “Estas conversaciones ayudan a evitar malentendidos, a ajustar lo que cada uno puede y quiere aportar y a fortalecer el vínculo”, confirma. Añade que la convivencia en una familia enlazada implica cambios constantes. Por tanto, el secreto radica en la flexibilidad, en la escucha y en construir en pareja un espacio donde todas las personas se cuidan y son parte del equipo familiar.

Pese a que no quiere generalizar, admite que, con frecuencia, en este tipo de configuraciones familiares, hay personas que se sienten amenazadas o desplazadas. “En el caso de las criaturas, pueden surgir celos, confusión o inseguridad, porque están en pleno proceso de adaptación a una nueva dinámica. En el caso de las exparejas, es habitual sentir que se pierde el control sobre lo que ocurre en la otra casa: cómo se cuida al hijo, si se le quiere, si se toman decisiones que no se comparten…”, constata.

Dos Santos manifiesta que el denominador común es el miedo: “a perder el lugar, a que pase algo que no guste, a dejar de ser necesario o suficiente...”. “El miedo es humano y necesario y es importante reconocerlo. Hay que aprender a convivir con ese miedo sin que sea quien conduzca nuestra vida ni nuestras relaciones familiares”, concluye.

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