No es lo mismo cumplir 50 años hoy en día que unas décadas atrás. Marta Freire, psicóloga, coach de procesos de cambio y autora de ¡Ponte en acción!, (Plataforma Editorial, 2025), explica que en el siglo XX la cincuentena se asociaba con el inicio de la etapa de declive personal y profesional. “Lo que ya no habías conseguido hasta ese momento se daba por perdido”, destaca.
Cierto es que para el adulto mayor la energía puede no ser la misma que años atrás, y las necesidades y objetivos cambian: “Duermes menos, te cansas más y la idea de un fin de semana perfecto ya es distinta. El tardeo se disfruta como antes se disfrutaban las noches que terminaban con la salida del sol; y los ejercicios de fuerza, la alimentación y los hábitos saludables forman parte del top 3 de la lista de temas importantes”, describe.
Nuestra mente prefiere la incomodidad, incluso el malestar de lo conocido, antes que la incertidumbre o riesgo de lo desconocido
Lo que no cambia, permanece vivo y cuando falta se siente como un vacío, es, para esta psicóloga el sentido de nuestra vida. Sobre la base de lo que ha visto en su trabajo, Freire explica que las personas que se encuentran en un momento de transición personal o profesional tienen como objetivo primordial la búsqueda del sentido a lo que se hace, a la manera de vivir que se tiene, a lo que uno se dedica...
Para ella, existen varios pasos para convertir en realidad los objetivos, principalmente, reflexionar sobre la verdadera intención de los mismos. Los siguientes pasos que pueden ayudar en el proceso, son:
Cómo encontrar el sentido de la vida a los 50 1Identificar qué es lo que quieres o lo que no quieres más en tu vida: Piensa en grande, escúchate, atrévete a sentir tus anhelos más íntimos. Recuerda, se trata de ti. Escríbelo, porque cuando escribimos, nuestros pensamientos se convierten en realidad y ese es el primer paso para gestionarlos.
2Reconocer qué alternativas viables, realistas y concretas te acercan a tu meta: Si conoces a alguien que ya esté haciendo, viviendo o realizando lo que te gustaría hacer a ti y se encuentra en un punto más avanzado del camino que quieres iniciar, pregúntale cómo lo ha hecho, pídele consejo.
3Hacer: Invierte tiempo en planificar cómo lo vas a hacer, qué recursos necesitas y cuándo vas a empezar el camino. El hecho de haber llegado hasta aquí ya te sitúa unos pasos más adelante que hace unas horas.
4Disfrutar del camino y no confundir objetivos con resultados: Los objetivos nos indican la dirección que deben tomar nuestras decisiones. Ante una duda pregúntate, el siguiente paso ¿me acerca o me aleja de mi intención? Ahí tienes la respuesta del siguiente escalón. Podemos lograr el fin obteniendo distintos resultados. Lo importante es que para ti tenga sentido.
5Celebrar los pequeños éxitos: Comparte tus propósitos con la gente que te importa y te quiere, eso hará que te comprometas más con el camino iniciado, ya que aparecerán momentos complicados en los que te plantees abandonar.
Freire escribe en su libro: “Nuestra mente prefiere la incomodidad, incluso el malestar de lo conocido, antes que la incertidumbre o riesgo de lo desconocido”. Lo que nos puede ayudar a decidirnos a obtener nuestras metas es que la respuesta de por qué y para qué queremos hacer las cosas esté basada en el sentido de nuestra vida. “Solo tenemos una vida, así que decide cómo quieres vivirla. Que tus acciones te acerquen siempre a tu felicidad”, señala Freire.
La autora asegura que uno puede convertirse en el jefe de su vida cuando se conoce y se hace caso. Argumenta: “Cuando intentamos seguir un plan que no está adaptado a nosotros, aumentan las probabilidades de abandonar y no alcanzar el objetivo. ¿Y qué necesitamos para construir nuestro camino? ¡El autoconocimiento!”.
Ser realista y confiar
Cambiar el “es tarde” por “es diferente” y “lo que se acabó” por “lo que puede nacer”

Grupo de amigos en una terraza de Barcelona
Para Victoria López, psiquiatra integradora, conseguir tus objetivos cuando ya no eres una veinteañera es posible, aunque con salvedades, tal y como ocurre en otras etapas de la vida. Para que ello suceda es esencial tener una autoestima sólida, un buen autoconcepto y sentirse merecedores de lo logrado. “Todo esto, junto con el autoconocimiento de nuestras limitaciones en ese momento de la vida, nos ayuda a mantener metas realistas y a trabajar con confianza. Si nos centramos solo en las limitaciones propias de la edad (duelo por los cambios físicos, sociales o vitales) nos estancaremos y no llegaremos a nuestros fines en la vida”, reflexiona.
López expresa que los cambios de etapa vital siempre suponen modificaciones que hay que abordar con confianza. “Son puntos críticos donde quizás el estancamiento requiera de acompañamiento y terapia”, menciona. Para no enfocarse tanto en ciertos obstáculos, que pueden minar nuestro autoconcepto, la psiquiatra propone revisar constantemente la identidad (¿quién soy? ¿qué dimensiones de mi vida puedo potenciar?), así como replantearse las motivaciones y los objetivos que nos aportan plenitud. “La clave es detectar las creencias limitantes y reformular la narrativa de “lo que se ha acabado para mí” por “lo que puede nacer ahora”, puntualiza. No “es tarde” para nada, “es diferente”.
Que la experiencia vital acumulada moldea nuestro autoconcepto es una de las consideraciones que agrega María Garau Rolandi, experta en neuropsicología y psicoterapeuta integradora. Certifica verlo en consulta con frecuencia: “Algunas personas llegan empoderadas por lo vivido, con un sentido de identidad sólido que les permite tomar decisiones con claridad”. Otras, desde ese mismo recorrido vital, arrastran miedos, inseguridades o creencias limitantes.
Garau Rolandi entiende que las experiencias pasadas pueden ofrecer recursos o activar antiguos temores al enfrentar situaciones parecidas. “El trabajo en psicoterapia es muy valioso a partir de los 50 porque permite revisar ese relato interno, resignificar lo vivido y reconectar con la propia capacidad de elegir con libertad y consciencia”, refiere.
También habla de la importancia del “duelo evolutivo” en psicoterapia, esto es: “Aceptar que cada etapa vital implica una pérdida, pero también una transformación. Ya no somos quienes fuimos a los 20, ni en cuerpo ni en energía y reconocerlo con honestidad puede generar mucho dolor”, revela.
Añade que hay personas que sienten culpa, exigencia o frustración por no “rendir” como lo hacían años atrás, aunque sostiene que crecer significa soltar algunas versiones de uno mismo y dar espacio a otros modos de estar.
“Desde la aceptación realista se puede vivir la etapa con plenitud, escuchando las nuevas necesidades del cuerpo y honrando lo que sí podemos dar desde nuestra experiencia, sensibilidad y sabiduría”, confirma.