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Juan y Medio y su alegato por los mayores: “Hay hijos que les dicen que si van con otra persona, no verán más a sus nietos; hay mucho egoísmo”

Longevity 

El presentador de ‘La tarde, aquí y ahora’ de Canal Sur ha hablado, en la nueva temporada de ‘Lo de Évole', de la soledad de las personas mayores y del edadismo de la sociedad

“Al principio decían que era un programa de viejos verdes y viejas cachondas”, ha dicho

Juan y Medio, empresario y presentador de televisión, en 'Lo de Évole'

La Sexta

Cada día acoge el testimonio de nuestros mayores y les da cabida. Cada tarde, de lunes a viernes, se sienta frente a personas que se sienten solas y habla con mayores que buscan pareja, que tienen ganas de volverse a enamorar o que necesitan encontrar otra manera de vivir su vida. Se sienta a su lado y les da la oportunidad de explicarse. 

Juan y Medio escucha sus historias y no entiende el rechazo que tiene la sociedad hacia las personas mayores. “Cuando muere un anciano se pierde el equivalente a la biblioteca de Alejandría, pero nadie se preocupa por eso; antes los ancianos eran mucho más respetados por una sencilla razón: no había”. Fue una de las primeras perlas que le soltó a Jordi Évole en el primer programa de la nueva temporada de Lo de Évole, una entrevista de un gran valor humano en la que no tuvo pelos en la lengua al hablar de lo mal que la sociedad trata a las personas de más edad.

Cuando muere un anciano se pierde el equivalente a la biblioteca de Alejandría, pero nadie se preocupa por eso

Juan y Medio

Este mediático presentador tiene 62 años y hace casi 16 que presenta La tarde, aquí y ahora en Canal Sur, la televisión pública andaluza. Son casi tres horas en las que intenta echarles una mano a las personas mayores que no quieren estar solas. “Hay un filtro que todos cumplen y por el que todos pasan: si han venido es porque están desesperados, nadie viene por gusto; la inmensa mayoría viene pensando que la van a criticar o qué pensarán sus hijos, y si vienen es porque ya no pueden más”, explicó el presentador en el episodio.

Ahí aprovechó e hizo hincapié en lo tremendamente solos que se sienten muchos de estos testimonios, algunos tras haberse quedado viudos. “Hay gente que no puede ni hablar, que se ahoga en sus lágrimas solo de pensar en la persona que se le fue; se ahogan del calvario de las noches y rezan para llegar a mañana”. Sobretodo, matizó, los hombres viudos, por tener una educación más cerrada a tejer alianzas. “El hombre iba a trabajar y volvía, era más simple y limitado, emocional y sentimentalmente, la mujer es mucho más rica”.

Hay gente que no puede ni hablar (en el programa), que se ahoga en sus lágrimas solo de pensar en la persona que se le fue; se ahogan del calvario de las noches

Juan y Medio
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Y es que, según el presentador, el programa va mucho más allá de ser un first dates versión sénior para ser un espacio en el que los mayores pueden charlar, divertirse y encontrar puntos en común con gente nueva. No se trata de un espacio para perfiles que buscan exclusivamente pareja —que también— sino que, sobretodo, acuden personas que buscan compañía. Para muestra, un botón: incluso ha habido mujeres que han verbalizado que si no hay ningún hombre que las llame, también están dispuestas a conocer a otra mujer para hacerse amigas y quedar, cocinar juntas, hablar, ir de paseo o acudir a misa.

No obstante, pese al éxito que cosecha desde hace tiempo este programa de Canal Sur, el invitado le contó a Évole que al principio no lo tuvieron fácil, por edadismo y por estigma. Si todavía hoy se ve con cierto resquemor que las personas que pasan los sesenta se enamoren o vivan una vida plena, cuando el programa empezó a emitirse el tabú era tan grande que ni siquiera había suficientes invitados para tirarlo adelante. “Que la abuela se enamorase se veía como una transgresión, era ridículo y vergonzante, y era muy difícil que alguien viniera al programa”, explicó Juan y Medio. 

Que la abuela se enamorase se veía como una transgresión, era ridículo y vergonzante

Juan y Medio

Incluso fueron periodistas de renombre los que le pusieron una etiqueta que todavía perdura en el imaginario colectivo: “un programa al que van los viejos verdes y las viejas cachondas”. Toda una declaración de prejuicios.

El también humorista denunció que los que acuden al programa son de una generación que no ha vivido su vida, sino que se la han vivido. “No han tomado sus decisiones, las ha tomado la sociedad; les han metido presión para que se casen, para que aguanten casados o para que trabajen sin derechos, porque mandaban los padres, la Iglesia o la moral imperante constreñía”, dijo, refiriéndose al perfil de audiencia de La tarde, aquí y ahora, que definió como de tendencia más rural que urbana, con más gente de campo que de ciudad interesada en el contenido y de clase media-baja.

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Porque en 15 años uno ve y oye muchas cosas, y Juan y Medio ha podido hacerse una radiografía bastante completa de cómo se sienten los y las mayores, quizás más de lo que callan que de lo que dice. No aguantó y resumió su propia frustración en una frase demoledora. “Si nosotros contásemos lo que de verdad ha pasado en España en los años de las personas que nos visitan, el programa cambiaba el país”. Se refería al mundo oculto de abusos y falta de consideración de los mayores que hoy superan los 70 y que se han visto condenados a vivir en el silencio de sus propios pensamientos. Él es testigo de sus historias y reconoce que cada día queda conmovido. “Vienen inquietos; me dicen ‘Juan, no sé hablar’, ‘no digas que me pegaba’ o ‘ayúdame, no quiero molestar a mis hijos’”.

Porque los hijos es otro de los grandes muros de contención de la generación de nuestros abuelos. Prejuicios, vergüenza y egoísmo constriñen las cadenas que ya arrastran desde hace décadas, y eso hace que les cueste más tomar decisiones y avanzar pensando en sus propias necesidades. El ejemplo que le puso Juan y Medio a Jordi Évole permite hacerse una radiografía de cómo los descendientes pueden condicionar o influenciar en la vida de los padres, minimizando su capacidad crítica o poniendo en jaque su propia voluntad.

Muchas veces los hijos les han dicho que si se montaban en el coche de ese alguien no verían más a sus nietos, porque no quieren a un extraño en casa de su madre, o que tengan acceso a la cuenta bancaria o se meta en su piso

Juan y Medio

“Muchas veces los hijos les han dicho que si se montaban en el coche de ese alguien no verían más a sus nietos, porque no quieren a un extraño en casa de su madre, o que tengan acceso a la cuenta bancaria o se meta en su piso”, contó el presentador, pero todavía más. “Mi madre no sabe lo que hace, se la ha ido la cabeza, dice que quiere dejar de estar sola, a los 70 años… dicen que no se fían de ella, pero el fin de semana le dejan a los hijos para que los levanten, los acuesten, les den de comer o les cuiden si se ponen malos”. Y redundó con un: “Es muy egoísta”.

Y por si hubiera poco, el presentador de Canal Sur tocó otro tema que no se suele hablar entre las personas mayores y que continúa estigmatizado en nuestras calles. Porque hay personas de edad avanzada homosexuales que han salido del armario cuando ha podido, es decir, ya llegados a la etapa sénior de sus vidas, porque les fue imposible hacerlo antes.

Vienen mujeres que se casaron con hombres que no tenían interés en ellas, saber que estás condenadas hasta que esa persona fallezca

Juan y Medio

“Vienen personas que les hartaban a bofetadas y en el pueblo no les hablaba ni Dios”, puso sobre la mesa, y mostró una realidad todavía invisibilizada. “Vienen testimonios que han tenido hijos con su matrimonio, mujeres que te dicen que se casaron con hombres que no tenían interés en ellas; ¿te imaginas? Saber que estás condenada hasta que esa persona fallezca —porque el divorcio no existía— a vivir con una persona que no tiene interés en ti, porque esa persona se ha visto obligada a fingir de puertas a fuera”.

La sensibilidad y humanidad de Juan y Medio para con las personas mayores demostró ser un ejemplo para derribar los tabúes que imperan en esta franja de la población. Ahora él supera los 60, y pese a que se siente infantiloide y pueril, sabe que se va acercando a esa etapa. Tiene claro que le gustaría encontrarse con la gente que ha querido, incluso vivir en un monasterio de 200 celdas y compartir comunidad junto a todos sus seres queridos. De momento, continuará abogando por los abuelos y abuelas que le necesiten. “Me creo y vivo lo que hago, creo que puedo ayudar a esa gente y me satisface que toda una cadena de televisión tenga un programa que está por los que no están representados en la sociedad”.