Diagnosticada por casualidad de cáncer con metástasis, a los 61: “Mi vida me gusta, no quiero sentarme a esperar un desenlace”

‘Después de los 60’

Ana M. Arévalo tenía muchos planes para cuando se jubilara, pero un diagnóstico imprevisto lo cambió todo: metástasis

Menos de un año después de empezar el tratamiento, exprime su nueva normalidad con optimismo. “Hace unos meses no era capaz de planear a tres meses vista, pero ahora sí”, explica

Ana M. Arévalo

Ana M. nos explica su enfermedad y como intenta sobrellevarla. 

Cedida

Ana M. había llegado a los 60 llena de vida. Estaba en un buen momento laboral, su situación económica ya no le suponía agobios y, lo más importante, estaba bien de salud. Oteaba el horizonte de la jubilación y veía cada vez más cerca el poder invertir tiempo en ella misma: hacer ejercicio, leer, viajar, aprender un idioma y quien sabe, tal vez volver a la universidad. Pero sin previo aviso, a los 61 le sobrevino un giro de guion inesperado: “De la noche a la mañana, mi mundo se para ante la sospecha de un diagnóstico aterrador: metástasis en toda la estructura ósea”.

Lo cierto es que Ana M. llegó a saber lo que tiene gracias a un cúmulo de casualidades. Todo empezó en marzo, cuando se hizo una gastroscopia de control para sus problemas de estómago. Al poco de estar en casa tras la prueba, empezó a subirle la fiebre. “Ya me había hecho varias y nunca había salido nada mal”, explica. En el hospital le hicieron unas cuantas pruebas, entre ellas un escáner con contraste, que descartó cualquier anomalía. 

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En el hospital no me habían dicho nada, y pensé: ‘qué tontería, si yo no tengo cáncer, ¿cómo voy a tener metástasis?’

Ana M. Arévalo

Ya en su casa, ojeó el informe de la visita que le entregaron y leyó que la parte ósea visualizada estaba afectada de metástasis. “En el hospital no me dijeron nada, lo leí por casualidad antes de guardar el informe, y pensé: qué tontería, si no tengo cáncer, ¿cómo voy a tener metástasis”, dice, y aunque convencida de que se trataba de un error, lo dejó, con la intención de visitarse con su doctora de cabecera.

En ese momento el día a día de Ana M. era complicado. Sus hermanas y ella estaban a cargo de su madre, que llevaba 18 años enferma de alzheimer, y de dos tías muy mayores, además de su trabajo y sus respectivas familias, y aunque el runrún del informe seguía en su cabeza, los días iban pasando. No fue al médico hasta tres meses después. “Cuando le presenté el informe a mi doctora, no podía creer lo que estaba leyendo”, dice. Además, Ana M. no había perdido las ganas de comer, no había adelgazado y no tenía ninguna molestia que presagiara lo que indicaba el informe.  La incluyeron de inmediato en la unidad de diagnóstico rápido y, poco después, una biopsia de hueso confirmó el diagnóstico: metástasis ósea a consecuencia de un cáncer de mama que, por el momento, no ha sido localizado.

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“Ese día me derrumbé”, expresa. Fue consciente de la magnitud de su diagnóstico cuando inició el tratamiento que, aunque no se trata de quimioterapia, sino de un tratamiento hormonal, también presenta efectos secundarios. “Perdí 8 kilos en 10 días, tenía descomposición todas las tardes y empecé a perder mucho pelo”, explica. A ello se sumó una apendicitis que le multiplicaba el malestar abdominal. “Me encontraba muy mal, física y psicológicamente, estaba muy dolorida, muy cansada y muy hundida”, recuerda Ana M. que ahora tiene 62 años.

Al quitarle el apéndice, y conforme se fue recuperando de la operación, el dolor abdominal empezó a remitir, al tiempo que desde oncología le redujeron la posología del tratamiento y también remitió la descomposición. Además, empezó a comer algo más y a sentirse más fuerte, tanto física como psíquicamente. “Miro de nuevo a mi alrededor y ahí sigue mi vida, y a mí me gusta mi vida, no puedo sentarme a esperar entre llantos un desenlace en el que todavía no quiero pensar. Me agarro a mi marido, a mis hermanas, a mis cuñados y a mis sobrinos que no me han dejado ni un momento sola; es lo que llevamos haciendo con mi madre 18 años, antes de que falleciera, aunque ahora la depositaria de tanta atención y tanto cariño también soy yo”, dice emocionada.

Miro de nuevo a mi alrededor y ahí sigue mi vida, y a mí me gusta mi vida, no puedo sentarme a esperar entre llantos un desenlace

Ana M. Arévalo

Han pasado ya unos meses desde el diagnóstico, pero Ana M. cuenta que aún no ha conseguido establecerse en una nueva rutina diaria. “Echo de menos mi trabajo y mi entorno laboral, así como las rutinas que implicaban”. Sin embargo, se mantiene activa: practica yoga, camina, pasa rato con sus tías, desayuna a menudo con su amiga de toda la vida y está despejando su casa de todo lo superfluo. 

La vida tenía para ella unos planes diferentes a los suyos y Ana M. va adaptándose a las nuevas circunstancias paso a paso. “La vida que estoy construyendo no se me había pasado ni por la imaginación e irónicamente no tiene nada de planeado”, aunque también tiene claro que las adversidades del alzheimer que vivió con su madre ya la habían curtido en aprendizajes de vida para poder tirar adelante y disfrutar al máximo de las pequeñas cosas. “A pesar de mi diagnóstico, el peor día de mi vida sigue siendo el que tuve que llevar a mi madre a una residencia”, dice.

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También cuenta que para ella es fácil ser optimista porque se encuentra bastante bien. “Tengo un cansancio constante, imagino que a consecuencia de la medicación y de la lucha interna que mi cuerpo mantiene con la enfermedad”, explica, pero afortunadamente no tiene dolores y está respondiendo muy bien al tratamiento. Sin embargo, sí siente que “el cuerpo le pesa”. “Es fácil ser optimista cuando no hay unos síntomas constantes que te recuerdan la enfermedad; yo, cansancio aparte, me encuentro bastante bien”.

Ana M. se mantiene fuerte y animada. “Sé que la vida seguirá decidiendo por mí, pero yo voy a intentar ponérselo fácil, cuidándome todo lo que puedo y trabajando mi estado de ánimo. Estoy convencida de que gran parte del éxito está en disfrutar de las pequeñas cosas del día a día y sobre todo de las personas que me rodean”. 

Es muy fácil ser optimista cuando no hay unos síntomas constantes que te recuerdan la enfermedad, yo me encuentro bien

Ana M. Arévalo
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Ahora ya es capaz de hacer planes a corto plazo. “Es curioso porque yo siempre he sido una persona con planes a muy largo plazo y en el momento en que me comunicaron el diagnóstico perdí la capacidad de visualizar más allá del presente”. Ahora puede planear los próximos dos o tres meses, pero sigue sin poder ir más allá. “Pero si continúo encontrándome bien seré capaz de ir ampliando el plazo”, asegura.

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