Un halo de fatalismo persigue la carrera de Miguel Ángel Lotina (1957, Meñaca, Vizcaya), máximo goleador histórico del extinto CD Logroñés y entrenador con 417 partidos en Primera División. Se le atribuyen hasta cinco descensos, pero él dice, y con razón, que en algunos casos “solo pasaba por allí”. No llegó a terminar la temporada en las temporadas que bajaron el Celta o su amado Logroñés y cuando tomó las riendas de la Real Sociedad o el Villarreal eran ya dos equipos prácticamente condenados.
Su currículum en los banquillos está salpicado de éxitos que no le recuerdan tanto, pero en Soria no olvidan aquellas semifinales en la Copa del Rey de 1996 o el ascenso a la élite con el Numancia. Tampoco en Pamplona cómo reflotó y afianzó a Osasuna en Primera. Ni en Vigo, con la primera Champions que se vivió en Balaídos, o en Barcelona la Copa del Rey que ganó el Espanyol, el último título perico en 2006. A los cincuenta y tantos años hizo las maletas para entrenar en Chipre, también probó en Catar y con 60 voló a Japón, donde pasó cinco años maravillosos.
Cuanto más te gusta un trabajo, más pasión le pones, más horas trabajas y más estrés te produce. Entras un poco en las contradicciones de las personas
Mientras espera una oferta para volver al fútbol profesional, Lotina vive entre Euskadi y La Rioja, juega al pádel cinco días a la semana, sale a caminar todo lo que puede y devora novelas históricas. A los 67 años se cuida más que en su etapa de futbolista y solo se arrepiente de una cosa: no haber estudiado cuando era joven.
¿Cómo afronta la vida con 67 años?
Poco a poco. Los años te ponen en tu sitio sin darte cuenta. Te crees joven hasta que llegas a una edad en la que empiezas a pensar como gente mayor, pero la salud es lo importante y, si uno tiene salud, no pasa nada por envejecer.
¿Cómo es eso de pensar como gente mayor?
Es que eso de la jubilación obligada no me gusta… Conozco gente que trabaja con setenta o setenta y tantos años, sobre todo autónomos con empresas o tiendas pequeñas, no por necesidad, sino porque les gusta y es su pasión. Y a mí también me pasa eso con el fútbol. Me gusta y echo de menos entrenar. Pero cuando entrenas te das cuenta de que hay cosas de la vida que se te están escapando. Soy de los que piensa que cuanto más te gusta un trabajo, más pasión le pones, más horas trabajas y más estrés te produce. Entras un poco en las contradicciones de las personas.
En junio cumplirá tres años sin entrenar. ¿Se considera un jubilado?
No. En estos dos años y pico he tenido ofertas del extranjero, pero lo que sí tengo claro es que a esta edad no voy a irme a una aventura. Si me hubiese salido otra vez algo en Japón, que es un país que me gusta y en el que me siento muy cómodo… Pero lo que me salió allí no era interesante y cuando me llamaron de otros proyectos fuertes económica y deportivamente, eran de países en situaciones un poco difíciles.
¿No hay una edad para la jubilación en la profesión de entrenador?
No. Por ejemplo, Mané [José Manuel Esnal Pardo, exentrenador] lo dejó muy joven, dijo que ya no le merecía la pena. Pero hay otros que siguen con sesenta y tantos o setenta, como Claudio Ranieri [técnico de la Roma], que sigue entrenando a un equipo de Primera con 73. También es verdad que ahora está apareciendo muchísimo entrenador joven, muy preparado… Antes era más difícil que los clubes le den la opción a un chaval de 30 años. Ahora sí se atreven. El mercado ha cambiado.
A mi generación nos ha pillado con el pie cambiado lo de las nuevas tecnologías. Mi manera de ponerme al día siempre ha sido tener ayudantes más jóvenes
¿Ya no basta eso de la experiencia vale un grado?
Ahora es al revés. Como todo en la vida, el fútbol también ha evolucionado mucho. Antes se trabajaba de una manera y ahora la gente joven viene con una metodología mucho más moderna y distinta. Si no has evolucionado, malo. A mi generación nos ha pillado con el pie cambiado lo de las nuevas tecnologías. Mi manera de ponerme al día siempre ha sido tener ayudantes más jóvenes. Antes no existían los ordenadores, lo hacíamos todo con una pizarra… Hoy tienes que saber manejar programas de vídeo, para cortar y editar partidos...
¿Le ha costado esa transición hacia las nuevas tecnologías?
Me ha costado, pero por otra parte era una motivación para mí. Hace años les enseñábamos un partido entero en vídeo a los jugadores. Ahora, aprender a cortar las jugadas que quieres enseñar, en defensa, en ataque o del rival, ha sido una motivación. Al principio pensaba que eran cosas más difíciles, pero me siento orgulloso de poder montar un vídeo tranquilamente sin necesidad de pedirle un favor a cualquier persona.
De salud estoy bien y hago mucho deporte: juego al pádel todos los días de la semana
¿Nota el paso de los años?
De salud estoy bien y hago mucho deporte: juego al pádel todos los días de la semana. Solo descanso el sábado. Muchos días juego por la mañana y por la tarde. Lo que más noto es en las amistades. Cuando estás con gente de tu edad, y a esta edad todos tenemos algo, siempre estamos hablando de las pastillas, de que se ha puesto enfermo un amigo, un pariente… Cuando estás con gente joven, en un vestuario de veintitantos años, no hablas de estas cosas. Se nota mucho en el día a día.
¿Qué más hace para cuidarse?
Voy a andar mucho, sobre todo si sale el sol, y me encanta leer. Todos los días. Sobre todo novela histórica.
¿Ha tenido algún achaque?
Tengo asma, pero lo tengo controlado. Nada más.
¿Cuándo se ha hecho el último chequeo?
Me hago chequeos todos los años. Como la ITV: análisis de sangre, próstata, colon… Todo, por si acaso.
Hay jugadores que todavía me dan las gracias por cualquier situación que ha ocurrido
¿Vigila más ahora la nutrición que en tus años de futbolista?
Sí, porque entonces no teníamos esa educación. Ahora, por ejemplo, no como pan, más que integral, no tomo leche, más que de avena, aunque si voy a una cafetería no soy tiquismiquis, intento cenar mínimo dos o tres horas antes de acostarme o consumir la menor cantidad posible de azúcares… Son cosas que he aprendido con el tiempo.
¿Cuándo se empezó a concienciar sobre la importancia de los hábitos saludables?
También gracias a la gente joven: los ayudantes que he tenido, preparadores físicos, médicos… En ese aspecto los jóvenes están mucho más educados que nosotros.
¿Cómo es gestionar grupos humanos de veinteañeros o treintañeros cuando tienes más de 50 o 60 años?
Generalmente, te aporta muchas cosas. Me acuerdo mucho de la gente a la que me ha ayudado con sus problemas, generalmente deportivos, y viceversa, pero también siento la tristeza de que con alguno no hice todo lo que podía. Con la distancia lo veo y no se me olvida, se me queda ahí marcado. Pero hay jugadores que todavía me dan las gracias por situaciones que han ocurrido.
¿Situaciones más allá del fútbol?
Hay muchas. Al final somos personas y, aunque hay un grupo, siempre puede haber un problema individual. Un ejemplo: cuando estaba en el Dépor, Manuel Pablo, que había sido internacional y lateral derecho titular se lesiona. Hablando con el entrenador del filial me recomendó un chaval, que se llama Laure. Entonces lo empiezo a poner y cuando se recupera Manuel Pablo y está rodado ya le devuelvo al once. Durante unos días veía triste a Laure, yo me estaba afeitando después del entrenamiento y el ayudante me dice que Laure quería hablar conmigo. Y entra cabizbajo y empieza a decirme que si no cuento con él, que no lo entiende y se le caen unas lágrimas. No sabía que decirle, él seguía triste y me salió darle un abrazo con toda la espuma de afeitar en la cara (risas). El chaval reaccionó bien, empezó a entrenar fenomenal, luego volvió a jugar y fue un futbolista muy importante en el Dépor.
¿El entrenador también es un poco psicólogo?
Sí, los hay mejores y los hay peores. Yo en mi época como entrenador del Dépor trabajé con un psicólogo, pero era para mí. También se lo recomendé a algún jugador.
Todavía no estoy en esa edad en la que cojo un crío y me pongo a hablar de mis éxitos o mis fracasos
¿En qué le ayudó?
Especialmente lo contacté para mejorar en las charlas. No tanto en las ruedas de prensa, que también, para reaccionar a una pregunta difícil, sino más para hablar en el vestuario y conseguir que el mensaje funcione. Él me enseñaba muchas charlas de políticos. Las veíamos, la repetíamos para entender quién estaba tranquilo, quién estaba nervioso, cómo reaccionaban a las preguntas… Y luego trabajábamos el mensaje y cómo mandárselo a los jugadores: siempre discursos en torno a tres o cuatro palabras, con pausas, mirando a los ojos… Me vino muy bien.
Más de 400 partidos como entrenador en Primera, una Copa del Rey con el Espanyol y la clasificación para Champions con el Celta, pero cinco descensos a Segunda. ¿Pesan más los fracasos que los éxitos en tu carrera?
Pesan más, sí, pero ni saco pecho por mis éxitos ni me pongo a llorar por los fracasos. Son cosas que ocurren. Están ahí y no se pueden borrar. No me gusta hablar demasiado de mí. Todavía no estoy en esa edad en la que cojo un crío y me pongo a hablar de mis éxitos o mis fracasos.
En Japón han sido cinco años y medio muy fructíferos a todos los niveles
¿Se aprende más de las derrotas?
Cuando pierdes analizas todo mucho más, las victorias te nublan la vista y piensas que todo está bien hecho. Cruyff decía que no existía la suerte, pero yo creo que a veces sí tiene importancia. Cuanto más y mejor trabajas, más suerte tienes. Pero en el fútbol cambia mucho una jugada aunque estés jugando mal: un error, una decisión del árbitro…
A partir de los 50 años se dio a la aventura: Chipre, Qatar y Japón. ¿Cambió su manera de ver el mundo más allá del fútbol?
En Chipre solo estuvo un mes, el club no estaba en una situación muy buena ni yo estaba contento; en Qatar estuve bastante bien, conseguimos el ascenso y tenía la posibilidad de seguir así, pero apareció la posibilidad de Japón y siempre me habían hablado muy bien del país y su cultura. En Japón han sido cinco años y medio muy fructíferos a todos los niveles.
A todos los españoles nos vendría bien estar un añito en Japón
¿Cómo ha vivido el choque cultural?
Enorme, pero creo que a todos los españoles nos vendría bien estar un añito en Japón y, seguramente, a todos los japoneses les vendría bien pasar otro en España. Somos muy distintos, pero es muy curioso porque a nosotros nos encanta Japón y a los japoneses les encanta España. Hay muchísimo respeto sobre cualquier cosa, mucha seguridad y luego echas de menos los abrazos porque ellos no tienen ese contacto físico con nosotros. Una mezcla de las dos culturas sería lo ideal.
Coincidió con Bojan Krkic y Andrés Iniesta, dos jugadores que reconocieron lo bien que les vino hacer terapia.
Son dos chavales excepcionales, lo que se les ve. Bojan estaba pasando un momento más difícil por las expectativas que tenía y que no se cumplían. Tenía eso que le hizo destacar en el Barça, los conceptos de ese fútbol, pero le costaba. Andrés marcaba diferencias todavía, aunque tenía lesiones y le costaba tener continuidad. Hablábamos de vino porque yo compraba su vino antes de coincidir con él (risas).
Decían que una copa de vino al día es buena para la salud.
Antes se decía lo de tomar una copa de vino da algún beneficio, pero los médicos dicen que el alcohol es malo. Yo tenía un médico muy amigo mío, de Osasuna, Jorge, que siempre me decía “Loti, todo con cuidado es bueno en la vida, pero sin abusar: tomarse una copa de vino, fumarse un cigarro… Pero si te fumas un paquete y te tomas una botella…”.

Miguel Ángel Lotina, en el centro, con el Logroñés.
Me arrepiento de no haber estudiado, envidio a la gente que tiene cultura
¿Qué sacrificios ha hecho durante su vida como futbolista y entrenador?
De joven te pierdes muchas cosas a las que no le das importancia. Los fines de semana no sales a dar una vuelta con los amigos porque lo más importante es el partido. Con 17 años, en el instituto, había el viaje de estudios a Mallorca diez días, y yo no pude irme porque tenía dos partidos. Si vas, luego ya veremos si vuelves a jugar, me dijo el entrenador. Pierdes muchas cosas de las que te das cuenta luego. Como entrenador es muy difícil la conciliación familiar, sobre todo por los hijos, que no disfrutas de manera normal los fines de semana. Luego te da otras cosas porque mi familia ha disfrutado mucho de los ascensos, la Copa del Rey, la Champions… Son cosas que nos quedan para toda la vida. A cambio, dejas de vivir muchas otras cosas de la vida más normal que tiene la mayoría de la gente.
¿Se arrepiente o cambiaría algo de su vida?
De las cosas más importantes de mi vida no cambiaría nada: ni de dedicarme al fútbol, ni de casarme ni de los hijos que tengo… ¿De qué me arrepiento? De no haber estudiado, que ya no hice COU. Eso sí que lo echo de menos. Envidio a la gente que tiene cultura. Los futbolistas, en mi época, perdíamos mucho tiempo y, si quieres, tienes tiempo para dedicarte al fútbol y estudiar. No hace falta ser muy inteligente para estudiar. Los inteligentes tienen más facilidad, pero cualquiera tiene la capacidad para estudiar una carrerita o idiomas. Eso sí que lo recomendaría: no dejar de estudiar.
Teníamos la educación del ejemplo, de lo que veías, cómo no paraban de trabajar todo el día y eso te va marcando
¿Cuál diría que ha sido el momento más doloroso de su vida?
El descenso del Dépor porque es el único en el que estuve toda la temporada. En los otros tuve más responsabilidad que en otros, pero solo pasaba por allí. Por ejemplo, el Logroñés o el Celta descendieron cuando a mí me habían cesado con el equipo fuera de descenso. Del Dépor no puedo decir lo mismo. Estuve allí toda la temporada y descendimos con 43 puntos. Es lo que más me ha dolido y aún me sigue doliendo.
¿Y a nivel personal?
Cuando ha muerto algún amigo joven y me costó bastante entenderlo, te hace pensar en lo que es la vida.
¿Y el momento más satisfactorio?
Los nacimientos de mis dos hijos, Mikel y Asier.
Es el menor de ocho hermanos. ¿Cómo era entonces la vida y cómo cree que ha cambiado?
Éramos una familia vasca que vivía en el campo. No todo el mundo tenía ocho hijos, pero tampoco era raro. Ha cambiado todo. Nosotros teníamos la educación del ejemplo, de lo que veías, cómo no paraban de trabajar todo el día y eso te va marcando. Ahora hay mucha más comunicación entre padres e hijos. Creo que el ejemplo sigue valiendo, pero no puedes decirle a un chaval que no beba con una cerveza en la mano. En la manera de explicarles las cosas a los hijos se han mejorado mucho las cosas.