Xesca Roig, 78 años, víctima del maltrato económico de su marido durante tres décadas: “No me dejaba trabajar, y él no me daba nada; con dos críos, decía que gastaba demasiado”
Longevity
Xesca Roig estuvo 35 años casada y privada de libertad económica; su actual exmarido le impedía trabajar y le controlaba el dinero
Ahora Xesca acaba de publicar un libro para contar su historia y ayudar a otras mujeres en su situación. “No tienen por qué aguantar”, defiende
Xesca Roig, maltratada por su marido económicamente durante 30 años, cuenta su historia en el libro 'El que mai he dit'
Xesca Roig ha dicho basta: no quiere callar el maltrato económico al que la sometió su exmarido durante los 35 años que estuvieron casados. “No trabajaba porque él no me dejaba, pero tampoco me daba dinero, siempre lo tenía que pedir”, explica. Así fue como su matrimonio se convirtió en una especie de cárcel en la que Xesca no tenía ningún tipo de gestión sobre las cuentas, y debía llevar la casa y subir a los hijos totalmente a ciegas. No tenía un céntimo ni para tomar un café, y ni siquiera sabía cuánto cobraba su entonces pareja. “Nunca vi una nómina, en casa no guardaba ni un documento”.
Y es que Xesca, que tiene ahora 78 años y vive en Girona, dejó de trabajar por imposición y entró en una espiral de control que le impidió durante décadas llevar el rumbo de su vida. “Solo me daba dinero para ir a comprar al mercado, no tenía ni para ir a la peluquería, e ir pidiendo te carga tanto que acabas por no pedir nada”, expresa. Se separó a los 56 y a día de hoy todavía tiene que verse las caras con un exmarido, pero Xesca ha sacado fuerzas para contar su historia en un libro titulado El que mai he dit (Editorial Oliveras), que pretende dar esperanza a otras mujeres en su misma situación.
No trabajaba porque él no me dejaba, pero tampoco me daba dinero, siempre lo tenía que pedir
Dice esta egarense de nacimiento que supo pronto que algo no iba bien. “La decisión de separarme la tomé cuando llegué de la luna de miel, imagínate”, pero remarca que le fue imposible tomar la decisión antes. “No podía porque no tenía un duro, y soy de la época del ‘si te has casado, tienes que aguantar’”, lamenta. Incluso entonces reunió la valentía para insinuar su mala situación en casa, que pasó desapercibida.
Una incomprensión que también notó en sus propias amigas antes de separarse, cuando sufría una angustia constante. “En casa él no me hablaba y cuando salíamos a la calle me estampaba un beso en los morros; fuera era una persona encantadora y nadie se creía por lo que yo pasaba”. Incluso se llegaba a plantear si estaba equivocada. “Pensaba que igual tenían razón, pero no la tenían”.
Cuando era joven, Xesca ya tenía un ímpetu vital fuera de lo común para la época. Antes de conocer a su ex, trabajaba en un banco y había dado la entrada de un piso para emanciparse, que quedó en papel mojado. Ya como marido y mujer, se mudaron a otra ciudad y se vio obligada no solo a dejar su puesto laboral, sino también a alejarse de sus familiares y amigos.
“Dejé mi trabajo, me quedé sin nada, y nunca me agradeció que lo dejara todo para seguirle y para que prosperara en su trabajo”, recuerda esta mujer, natural de Terrasa. Compensaba la crianza y el trabajo doméstico con algunos trabajos puntuales, como vender tuppers o hacer alguna clase particular, porque nunca quiso renunciar a su propio dinero. “Estaba sin trabajo y con dos críos pequeños, sin ingresos, y él no me daba nada; aún me decía que gastaba demasiado”, dice.
Estaba sin trabajo y con dos críos pequeños, sin ingresos, y él no me daba nada; aún me decía que gastaba demasiado
Todo dio un giro en 2003, cuando Xesca no aguantó más la situación y decidió separarse. “Él no se lo esperaba y aún no se ha hecho a la idea, continúa diciendo que estaba bien y que no quería separarse”, cuenta. Pero ella tenía claro que el día que encontrara un trabajo con el que pudiera vivir, lo cambiaría todo. Y así fue: le dejó y se puso a trabajar como cocinera en una guardería poco antes de llegar a la sesentena, después de más de tres décadas sin tener un trabajo fijo, hasta que se jubiló a los 65.
No haber podido ganarse la vida libremente tiene un impacto directo en su jubilación, porque pese a que Xesca había trabajado de joven, se retiró sin haber llegado al máximo para poder cobrar el 100%. “Pregunté si me podía quedar unos cuantos años más para poder compensar el tanto por ciento que me quitaban por no tener los 35 años cotizados y me dijeron que no, así que me he jubilado sin poder cobrar una pensión digna”, explica. Una cantidad que se suma a una pensión que le paga su expareja, pero que también ha tenido que luchar.
Me he jubilado sin poder cobrar una pensión digna
Y es que, al separarse y debido a la situación forzada de dependencia económica que la había obligado a mantener, acordaron una compensación económica en calidad de pensión de alimentos. Poco después, él intentó quitársela. “Pidió el divorcio para no pagarme la pensión, pero le impusieron otra de compensatoria y tuvo que seguir pagándome”. En 2023 la historia se repitió y el exmarido de Xesca, que desarrolló su vida profesional en un banco, intentó demandarla para quitarle la pensión. “Alegó que yo había prosperado solo porque no quiere pagarme, cosa que ha dicho abiertamente, porque sabemos de buena tinta que puede pagar”, y Xesca volvió a ganar el juicio.
Toda esta historia la expresa en su libro a través de la escritura, que ha sido su gran refugio para superar un tipo de maltrato —el económico— que no está tipificado como delito en el Código Penal, aunque el Congreso de los Diputados ha votado este pasado mes de febrero a favor de su inclusión. “Siempre me he desahogado escribiendo, cuando no podía contárselo a nadie escribía mis malestares y me sentía mejor”, cuenta, y espera que pueda resonar en otras mujeres que no sepan cómo salir de una mala relación.
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¿Por qué tenemos que aguantar? Yo he aguantado mucho y ojalá no lo hubiera hecho
“Quiero decirles a las mujeres que puedan encontrarse en esta situación, que luchen y luchen; muchas veces escucho aquello de que ahora nadie aguanta nada, pero ¿por qué tenemos que aguantar? Yo he aguantado mucho y ojalá no lo hubiera hecho, así que mejor que no aguanten nada porque no tiene por qué”, defiende Xesca.
Ahora, a los 78, está viviendo todo lo que no pudo cuando estaba casada y no se pierde nada. Va a clases de estiramientos, de escritura creativa y de pintura, una pasión desde niña que siempre la ha acompañado, y aprovecha el tiempo que tiene para cuidarse y disfrutar. “No sé si he sido muy valiente contándolo, pero me siento muy liberada”.