Con una trayectoria que lo sitúa entre los grandes referentes de la geriatría en España, el doctor José Manuel Ribera fue el primer catedrático en Geriatría en España (en la Universidad Complutense de Madrid) y jefe de Geriatría del Hospital Clínico San Carlos de Madrid durante más de veinte años. Además, fue el primer académico de número de Geriatría y Gerontología de la Real Academia Nacional de Medicina de España, y presidente de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología entre 1995 y 2001. Ahora publica A su edad, ¿qué querrá? (editorial Grupo Senda) una frase que no es solo un título, sino la pregunta cargada de prejuicio que miles de mayores escuchan a sus espaldas cada día.
Con la precisión del científico y la pasión del humanista, Ribera desmonta los mitos del “abuelo adorable” y nos enfrenta a una sociedad que glorifica la juventud mientras invisibiliza a quienes más experiencia tienen. ¿Seguiremos tratando como niños a quienes han acumulado décadas de sabiduría? ¿Continuaremos sorprendiéndonos cuando nuestros mayores reclaman amor, sexo, aventura o simplemente respeto? Ribera no solo diagnostica esta epidemia de prejuicios, también ofrece la solución para una sociedad donde envejecer no sea una condena, sino el privilegio extraordinario que realmente representa.
En los años 60 corría delante de los grises, y hace 40 años elegí la geriatría porque era una forma de compromiso social
¿Cómo pasó de médico a activista de los derechos de las personas mayores?
Siempre he sido activista. En los años 60 corría delante de los grises, y hace 40 años elegí la geriatría porque era una forma de compromiso social. Al jubilarme, en lugar de desconectarme, decidí seguir escribiendo como forma de mantenerme en esta lucha. Es la continuidad lógica de lo que he defendido toda mi vida.
¿Cómo nació la idea de escribir A su edad, ¿qué querrá?, después de su jubilación?
Primero de todo, jubilarse no significa desaparecer; si uno tiene algo valioso que aportar, debe hacerlo, y yo llevaba años investigando y escribiendo sobre la discriminación hacia las personas mayores, lo que hoy conocemos como edadismo. Decidí reunir todo este conocimiento en un libro para alzar la voz y generar reflexión en la sociedad sobre cómo tratamos a nuestros mayores. A veces, un pequeño cambio simbólico es suficiente para iniciar transformaciones más profundas.
La frase ‘son cosas de la edad’ esconde ignorancia y falta de voluntad de comprensión
¿Qué le llevó a elegir ese título para su libro?
Es una frase que se escucha con demasiada frecuencia, igual que: “eso son cosas de la edad”. Son expresiones que culpabilizan al mayor de sus problemas, como si no tuvieran causas concretas. La edad puede ser un factor, pero no una explicación universal. Estas frases esconden ignorancia y falta de voluntad de comprensión.
¿Qué le gustaría que quedara como legado de su trabajo y activismo?
Me gustaría que mi trayectoria ayudara a cambiar la mirada hacia la vejez. Que se entienda que no es una etapa de decadencia, sino de plenitud, y que los mayores deben tener una voz activa en la sociedad. Que sirva para que otros profesionales y ciudadanos se animen a defender esta causa.
Usted dice que los mayores deberían manifestarse más, ¿por qué?
Porque el cambio exige organización y acción. Los mayores tienden poco a agruparse, pero cuando lo hacen consiguen cosas. Mire el caso de los jubilados vascos, que se manifiestan cada quince días: obtienen más avances que muchas comunidades donde no hay esa presión organizada.
¿Qué rol cree que deberían tener las nuevas generaciones en la lucha contra el edadismo?
Un rol fundamental. El edadismo no es un problema solo de los mayores, sino de todos. Educar en el respeto intergeneracional, en la empatía y en la diversidad de trayectorias vitales es una responsabilidad compartida. Las nuevas generaciones tienen la oportunidad de cambiar esta narrativa desde el principio.
Te jubilas un martes y al día siguiente ya no te reconocen, personas que antes te saludaban con entusiasmo, ahora apenas te ven
¿Cómo se manifiesta la invisibilidad social hacia las personas mayores?
Empieza con la mirada del otro, que muchas veces convierte al mayor en invisible. Te jubilas un martes y al día siguiente ya no te reconocen. Personas que antes te saludaban con entusiasmo, ahora apenas te ven. Es una forma de exclusión silenciosa pero muy poderosa.
¿También ocurre esta invisibilidad en el sistema sanitario?
A diario. En cardiología, oncología o nefrología, cuanto mayor es el paciente, más tienden a relajarse los protocolos. Hubo un tiempo en que se excluía a los mayores de tratamientos como la diálisis o la angioplastia. Después se descubrió que eran quienes más se beneficiaban. Hoy se sigue discriminando, aunque de forma más sutil.

Presentación del libro del doctor Ribera.
La invisibilidad de los mayores en el sistema sanitario ocurre a diario, en cardiología, oncología o nefrología, cuanto mayor es el paciente, más se relajan los protocolos
¿Cree que se habla lo suficiente de la salud mental en la vejez? ¿Qué papel juega en el bienestar general de los mayores?
Se habla poco y cuando se hace, muchas veces se reduce a estereotipos. La salud mental es esencial para un envejecimiento digno. La soledad, la falta de estímulos o el sentimiento de inutilidad son factores que deterioran profundamente el bienestar emocional de los mayores.
¿Cómo podemos combatir la soledad no deseada?
Con políticas públicas que favorezcan el encuentro, la participación comunitaria y la vivienda inclusiva. Pero también con pequeños gestos cotidianos: saludar, conversar, invitar. La soledad no es solo un problema médico, es también un problema social.
En su libro denuncia la brecha digital. ¿Las instituciones no están reaccionando?
No lo suficiente. Muchos servicios públicos y entidades financieras han digitalizado procesos sin ofrecer alternativas. Eso excluye a los mayores, que además suelen recibir un trato condescendiente. La humanización no es solo ser amable: es diseñar servicios accesibles, comprensibles y respetuosos. Por ejemplo, muchos bancos han cerrado oficinas físicas y exigen operar por apps que no todos saben manejar. Incluso para algo tan básico como pedir cita médica o renovar el DNI, se requiere conexión digital, dejando fuera a quienes más apoyo necesitan.
¿Por qué la edad sigue marcando tanto?
Porque seguimos usando criterios rígidos. Establecer los 65 como la frontera de la vejez puede valer para temas administrativos, pero desde el punto de vista médico y humano es absurdo. El envejecimiento es profundamente desigual: hay personas de 80 que corren maratones y otras de 60 con limitaciones serias.
Establecer los 65 como la frontera de la vejez, pero desde el punto de vista médico y humano, es absurdo
¿Qué parámetros deberíamos considerar?
La clave es entender la heterogeneidad. Hay que valorar las capacidades reales, la profesión de cada uno y el deseo personal de seguir activo o no. De ahí la necesidad de una “jubilación a la carta”.
¿Pero no es una idea demasiado idealista?
Lo idealista es creer que todos los mayores son iguales. Ya hay países con sistemas flexibles que funcionan bien. No se trata solo de justicia, sino de inteligencia social: aprovechar talento y experiencia en lugar de descartarlos.
¿Qué le parece el término “empoderamiento sénior”?
No me gusta. Me suena forzado y poco natural. Aunque se use, creo que hay maneras mejores de expresar la necesidad de participación y autonomía. Lo importante es que los mayores tengan voz y decisión.
Lo importante es que los mayores tengan voz y decisión
Usted, por ejemplo, usa las palabras “viejo” y “anciano” sin reparos.
Sí, porque el problema no está en la palabra, sino en cómo se usa. Hemos ido cambiando términos porque los anteriores se cargaban de connotaciones negativas. Pero eso no resuelve nada si la mirada social no cambia. El lenguaje no es inocente, y hay que usarlo con respeto, pero sin miedo.
También ha criticado el término “clases pasivas”
Sí, me parece aberrante. Llamar así a los mayores es asumir que no hacen nada, cuando son parte activa de la sociedad: cuidan nietos, hacen voluntariado, participan en su comunidad, entre muchas otras cosas. Es una etiqueta injusta y reduccionista que no refleja la realidad.
Se sobrevalora lo joven, lo nuevo, lo inmediato. Y eso margina la experiencia, hay mayores que siguen creando, liderando… pero no se les muestra
¿Por qué cuesta tanto visibilizar referentes mayores?
Porque se sobrevalora lo joven, lo nuevo, lo inmediato. Y eso margina la experiencia. Hay mayores que siguen creando, enseñando, liderando… pero no se les muestra. Hace falta una narrativa diferente, que los visibilice.
¿De qué manera podemos cambiar esa forma de pensar?
Educación, medios responsables y políticas públicas. Pero también, acción desde los propios mayores: hay que organizarse, exigir respeto y participación. El cambio empieza desde dentro.
Después de este libro ¿qué cuestiones sobre la vejez siente que aún están por escribir?
Siempre hay temas pendientes. Aunque este libro recoge buena parte de mi trayectoria y reflexiones, el mundo de las personas mayores es tan amplio que no se agota en una sola obra. Me interesa especialmente seguir explorando el papel del entorno social y urbano en el bienestar de los mayores.
Ser mayores lo mejor que nos puede pasar, debemos estar presentes en las decisiones y vivir con autonomía, sin pedir permiso
¿Cuál ha sido la lección más importante que ha aprendido al envejecer?
Que la vida nunca deja de ofrecer sentido. Cada etapa tiene su propio valor, y en la vejez se gana una perspectiva que permite vivir con más profundidad y menos urgencia.
¿Qué le da alegría hoy en día? ¿Qué actividades le resultan más enriquecedoras en esta etapa?
Escribir, conversar, ver cómo se abren espacios de cambio, y sobre todo, sentirme útil. Mientras uno pueda aportar algo, la vida sigue teniendo propósito.
¿Qué mensaje le gustaría transmitir sobre la vejez y su lugar en la sociedad?
La vejez no es el final, es una etapa llena de oportunidades. Los mayores deben estar presentes en las decisiones y en la vida pública, viviendo con autonomía y sin pedir permiso. Reconocer la vejez como lo que es, un periodo de gran vitalidad, puede cambiar por completo la forma en que la sociedad la ve. Ser mayor, de hecho, es lo mejor que nos puede pasar.