Son muchas las leyendas urbanas que hay alrededor del deporte y de los beneficios exactos que puede tener la actividad física para la salud, especialmente entre la población que pasa de la sesentena. Una de ellas, quizás la más extendida, es que el entreno de la fuerza es solo para personas jóvenes, sobre todo hombres, cuyo objetivo es muscular y tener un cuerpo de ensueño. Pero nada más lejos de la realidad: trabajar la fuerza es beneficioso para los mayores. “Les va a dar mucha más energía, sentirse mejor y tener menos dolores”, certifica Oriol Simó.
Entrenador personal y ampliamente formado en actividades físicas y deportivas, fue en 2011 cuando Simó se atrevió a explotar su faceta como entrenador personal, haciendo servicios a domicilio y visitando algunos gimnasios. Aparte del Grado en Ciencias de la Actividad Física y el Deporte, y su titulación de entrenador, tiene formación certificada en nutrición deportiva, entrenamiento metabólico o entrenamiento MMA (Artes Marciales Mixtas), además de cursos en entrenamiento funcional o CrossFit.
Actualmente, tiene su propio proyecto como autónomo, que tira adelante con la pasión de ser útil para los demás, y que, a sus 41 años, le ha llevado a estar en constante actualización para poder dar un servicio integral aplicado a cualquier tipo de persona. Hace seis años decidió coger a perfiles sénior para prepararles entrenos y rutinas de ejercicios, ya sea a domicilio, al aire libre o en algún centro con convenio, y siempre en sintonía con otros profesionales de la salud. Desde entonces, un 20% de los pacientes a los que atiende pertenecen a esa franja de edad, y cuenta que cada vez se encuentra con más.
¿Qué le motivó a especializarse en esta franja?
Fue por la alta demanda con la que nos encontramos. Cada vez más personas se interesaban en el entrenamiento y en tener mejor calidad de vida. Incluso los propios hijos nos llamaban para contactar y preguntar información, a ver si podíamos entrenar a sus mayores, a sus padres o a sus tíos, porque veían que estaban con poca movilidad, que tenían muchos dolores y que cada vez iban a menos. Mi madre, por ejemplo, sufre de osteoporosis y tiene problemas de huesos por la menopausia, y también pude convencerla para empezar un entrenamiento. Así fue como empezamos a ayudar a personas de la tercera edad y nos empezamos a especializar y formar más con este grupo de edad.
¿Un entrenamiento a alguien de más de 60 años se diferencia del que haría con alguien más joven?
En realidad, se diferencia como en otra persona de cualquier edad: en saber qué lesiones tiene, si tiene alguna patología, si tiene alguna lesión o algún problema, para poder tenerlo en cuenta a la hora de preparar una sesión. A partir de ahí, hacemos unas pruebas físicas para ver cómo están. Las piernas, el tipo de movilidad, si se pueden agachar o no… Es como una pequeña prueba donde evaluamos la salud del alumno, y a partir de ahí, actuamos. Simplemente, es tener en cuenta su estado físico actual, e intentamos que lleguen a entrenar igual que una persona de 40 años.
Siempre que hace falta, hablamos con un fisioterapeuta o un médico, con el objetivo de prevenir que los usuarios se hagan daño
Entonces, se pueden adaptar los entrenamientos también cuando hay dolencias comunes como artrosis, osteoporosis o hipertensión.
¡Claro! Siempre que hace falta, hablamos con un fisioterapeuta o un médico, con el objetivo de prevenir que los usuarios se hagan más daño. Esto es importante. Por ejemplo, si tienen una lesión de rodilla, habrá que fortalecer la musculatura de la rodilla, pero siempre sin hacer nada que vaya en contra de la lesión, porque están ahí para ganar salud y calidad de vida, no para empeorar.
¿Qué tipo de ejercicios suele priorizar en las sesiones?
Empezamos con ejercicios de movilidad articular, para darle la máxima movilidad a las articulaciones y a los músculos, así como hacer un trabajo importante de core —es decir; abdominal, lumbares y glúteos, que es el centro gravedad del cuerpo—. Y a partir de ahí, ya se comienzan a priorizar ejercicios como las sentadillas, las planchas abdominales y el trabajo de brazos. Pero todo depende del punto inicial de la persona y de las carencias que tenga. Lo que buscamos sobre todo es que la persona tenga la máxima movilidad para que ni se haga daño ni se lesione, eso es crucial, y que tenga un buen rango de movimiento. El movimiento es vida.
Ahora está muy de moda hablar de fuerza en los entrenos. ¿Tiene más beneficios, también para los mayores?
Totalmente, tiene muchísimos beneficios. Sobre todo, para la sarcopenia, la osteoporosis o incluso el Alzheimer. Los beneficios del entreno y el deporte están estudiados científicamente y son innumerables. Les va a dar mucha más energía, sentirse mejor y tener menos dolores, poder hacer su día a día o vestirse solos, levantarse, pasear. También que, si hay una caída, los huesos estén más fuertes. Es que es mejorar la calidad de vida en todos los sentidos. Incluso me atrevería a decir que, a partir de los 30 años, es fundamental entrenar la fuerza.
Pero entrenar la fuerza se ha asociado tradicionalmente a personas muy musculosas, más jóvenes o con mucho entreno previo. ¿Es un mito? ¿Qué hay de cierto en eso?
No es cierto. Hay que partir de la base de que entrenar la fuerza no significa mover 100 kilos, puede ser simplemente trabajar con tu propio peso. Pero hay que tener en cuenta que hay que adaptarlo todo a cada persona.
A partir de los 30 años es fundamental entrenar la fuerza
Concretamente, ¿qué beneficios ha visto en sus alumnos?
He visto de todo. A nivel físico he visto cambios muy grandes, y a nivel personal, eso es muy satisfactorio, porque ves que estás ayudando a las personas. Veo que se sienten mejor, que tienen mucho más ánimo y ganas de hacer cosas, que tienen más energía. De repente pueden hacer su día a día con total normalidad, tienen fuerza para hacerlo todo. A nivel emocional, se sienten bien, sin dolor, y socialmente, se atreven a hacer cosas que antes de empezar a entrenar les daba miedo hacer.
¿Es necesario haber hecho ejercicio antes para empezar a entrenar a los 60 o más?
No, no es necesario haber hecho ejercicio antes, para nada. Si se ha hecho siempre es mejor, pero nunca es tarde para empezar. Siempre les digo que lo importante no es como empiecen, sino como vayan mejorando y progresando. Lo importante es empezar, sea con 60, 70 u 80. Incluso he entrenado a personas en silla de ruedas.
Hay mayores con barreras, que no quieren entrenar, o les da pereza, o les cuesta, pero siempre acaban con una sonrisa
¿Y qué papel juega la constancia en este tipo de entrenamientos?
Es muy importante. La constancia, como todo, es la clave del éxito. Si son constantes, mejorarán mucho más y podrán mantener ese ritmo de vida y progresar.
¿Cuál diría que es el error más común que se comete al entrenar a personas mayores?
Te diría que a veces los propios entrenadores tienen miedo a probar cosas nuevas o a dejarles hacer ciertos ejercicios, y eso les deja un margen muy pequeño de mejora. Y yo creo que siempre pueden mejorar. Lo he visto con mis propios ojos. También creo que se erra cuando el primer día de entreno no se les hace una entrevista, unas preguntas o unas pruebas de valoración para poder valorar que les está pasando y saber cómo pueden evolucionar.
Y al revés, ¿se ha encontrado con barreras psicológicas en sus alumnos, como por ejemplo el miedo a lesionarse o pensar que “ya no están hechos para esto”?
Sí, por supuesto. Hay gente con barreras, que no quiere entrenar, o les da pereza, o les cuesta. Algunos, por ejemplo, vienen obligados porque los hijos quieren que entrenen, pero ellos no, y cuesta acabar de convencerlos. Están negativos y piensan que no les va a servir para nada, que no es para ellos. Pero también es cierto que, una vez empiezan, siempre acaban la clase con una sonrisa y agradecidos.
¿Y cómo lo trabaja, para poder conseguir ese cambio de chip?
Con mucha psicología, paciencia y alegría, empatizando con ellos, tratándolos como si fueran nuestros padres o abuelos. Sobre todo, con una sonrisa y con la intención de comprenderlos y escucharlos. Eso es muy importante, que haya buenas vibras y sientan que pueden hablar con nosotros de lo que sea. Esa es una parte importante del entreno personal, que la persona se sienta a gusto y se sienta él o ella misma. Que no piensen solo que hay que ir a entrenar, sino que vernos sea un plus para que tengan ganas de venir.

Oriol Simó, entrenador personal especializado en séniors.
¿La actitud es un factor de peso en el envejecimiento activo? ¿Diría que es tan importante la actitud como el ejercicio en sí?
También es crucial. Si la persona tiene una actitud muy negativa, se va a limitar mucho más, o va a parar, aunque pueda tirar más, o va a decir que algo le duele cuando no es verdad. La actitud es fundamental. Por eso hay que hacer que se sientan a gusto y escuchados, porque cuando se genera esa conexión con el alumno, confía más, nos hace más caso y suele rendir mucho más.
¿Hay alguna diferencia notable entre hombres y mujeres mayores a la hora de entrenar o de encarar la actividad física?
No, para mí, como entrenador, no hay ninguna diferencia. Es como el futbol, el baloncesto o el vóley, no hay diferencia entre el entrenamiento masculino y femenino. Esto ha sido un error que se ha hecho muchos años, el de entrenar a las mujeres de una manera y a los hombres de otra. Y no. Son personas, y se tiene en cuenta si tienen alguna lesión, alguna debilidad o algún problema físico, pero por lo demás no. Lo que sí he notado es que a las mujeres quizás al principio les cuesta más querer mover peso.
Un día de entreno ya les va a dar muchísimo cambio, pero lo ideal son dos o tres sesiones a la semana
¿Qué opina de las clases grupales para personas mayores?
Para mí están bien, todo lo que sea moverse, hacer actividad física o deporte siempre es beneficioso. Pero claro, sí es cierto que es más peligroso porque, al ser un trabajo en grupo, el profesional no puede dar la atención que merece cada persona ni hacer un trabajo tan personalizado de fijarse al milímetro en lo que están haciendo, ni puede dar la misma motivación, aunque si entre el grupo hay amistad y crean un buen ambiente, eso es positivo. Quizás sería óptimo para perfiles que ya tienen una buena base o que están más rodados.
¿Con qué frecuencia recomienda entrenar a una persona mayor para ver resultados sin sobrecargarse?
Un día a la semana ya les va a dar muchísimo cambio y les va a ayudar muchísimo a cambiar. También hay personas que vienen y quieren entrenar cinco o seis días a la semana, y yo siempre les digo que es demasiado. Es mejor que puedan hacer algo que puedan cumplir en el tiempo y no les amargue la vida. Lo ideal siempre sería hacer dos o tres sesiones a la semana con entrenador, son supereficientes, y creo que es de sobras lo que necesitan. También llevamos la parte nutricional, y es importante la parte de moverse en su día a día, caminar y estar en movimiento, no estar todo el día en el sofá.
Y para acabar, ¿tiene alguna anécdota o aprendizaje que le haya marcado en su experiencia entrenando a gente mayor?
Siempre aprendo, pero la gente mayor es muy agradecida. Valoran mucho cuando conecto con ellos y cuando ven que les estás ayudando o que les escuchas. Te enseñan mucho a valorar las cosas y a ver cómo cambia la vida, y que todos vamos a llegar a su edad. También me ha pasado que muchas personas me han mandado mensajes dándome las gracias y diciéndome que les he cambiado la vida, y esto me llena mucho. Recuerdo un señor que iba en silla de ruedas y hacía años que no se levantaba, tenía un cuidador y hacía muchos años que no podía ponerse en pie. Yo le ponía en pie y, con ayuda, andábamos. Eso para mí fue el mayor aprendizaje, ver cómo lo que era imposible se pudo conseguir.