“Cuando inicié esta relación, a los 69 años, me di permiso de disfrutar la vida, me despertó las ganas de vivir el momento, sin pensar en el pasado ni el futuro”: nuevas relaciones en la madurez, una realidad en auge, aunque con desafíos

Longevity

Según un estudio, tener una relación a partir de los 60 genera los mismos beneficios que una relación afectiva entre jóvenes, aunque los mayores disfrutan de una mayor experiencia vital

Sin embargo, tener un amor tardío también implica retos, como lidiar con conflictos de las exparejas o con el rechazo de otros familiares, ya sean hijos o progenitores

En la madurez, las nuevas relaciones se viven desde otra perspectiva

En la madurez, las nuevas relaciones se viven desde otra perspectiva. 

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“Cuando inicié mi relación con Luis me di permiso de disfrutar la vida” asegura María, de 73 años, a quien se le ilumina la cara al recordar aquella cita de hace cuatro años para tomar un café con un conocido de la infancia. “Luis y yo éramos de la misma pandilla cuando teníamos 15 años; desde entonces no lo había vuelto a ver, hasta que 50 años más tarde, una mañana me contactó para tomar un café”. Café que se extendió hasta la hora del aperitivo y que fue el inicio de una serie de citas que culminaron en la convivencia, a los dos meses del reencuentro, y en el matrimonio, dos años más tarde.

“El día que quedé con Luis para tomar un café, yo tenía 69, y me encontraba muy a gusto con mi vida. Había superado graves problemas de salud, contaba con una extensa y buena red de amigos y no sentía ningún interés de complicar mi existencia con ningún tipo de rollo sentimental”, recuerda María. “Sin embargo, apareció esta persona y me descolocó. Me conmovió y me despertó las ganas de vivir el momento, sin pensar en el pasado ni el futuro, simplemente valorando el momento presente”.

Luis y yo éramos de la misma pandilla cuando teníamos 15 años; desde entonces no lo había vuelto a ver 

María73 años
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Ganas de disfrutar del presente, valor para afrontar nuevas experiencias y generosidad, son requerimientos necesarios para navegar una relación en cualquier momento de la vida, y son aún más importantes cuando los protagonistas del romance han alcanzado una edad donde, a los problemas cotidianos típicos de una relación, se les suma los riesgos potenciales de problemas de salud, conflictos con los ex y rechazo de otros familiares, sean hijos o progenitores.  

Pese a estos desafíos, la experiencia es generalmente satisfactoria y conlleva los mismos beneficios que una relación sexual afectiva entre jóvenes, según lo demuestra el estudio sobre amores tardíos realizado por las psicólogas estadounidenses Teresa J. Moore y Joanni L. Sailor. Los resultados de esta investigación se recogieron en el informe titulado A phenomenological study of romantic love for women in later life, que constata que las mujeres que entablan relaciones sentimentales a edades avanzadas muestran la misma ilusión y las mismas expectativas de mantener una relación que satisfagan sus necesidades afectivas, físicas, mentales y emocionales que los más jóvenes. La principal diferencia, siempre según estas investigadoras, es que los mayores disfrutan de una mayor experiencia vital, más conocimiento de ellos mismos y más sabiduría al iniciar la relación.

Mi segundo matrimonio con María, a los 71 años, fue el momento de mayor ilusión de mi vida”

Luis73 años

“Cuando me casé por primera vez”, asegura Luis, “fue una gran ilusión, pero mi segundo matrimonio con María, a los 71 años, fue el momento de mayor ilusión de mi vida”. Un divorcio tras 43 años de matrimonio y el regreso a su ciudad natal, después de concluir su vida profesional como abogado en Madrid, fueron los pasos que le llevaron a reencontrarse con su amiga de la juventud y decidir, en menos de dos meses, que quería pasar el resto de su vida con María. 

“No nos habíamos visto durante de más de 50 años, ya que yo me fui a Madrid a estudiar, me quedé a trabajar allí y me casé. Disfrute de un matrimonio feliz en el que no hubo hijos durante muchos años, hasta que en la pandemia empezaron a aflorar diferencias y nos divorciamos de mutuo acuerdo. Cuando volví a Guadalajara la llame para tomar un café porque quería restablecer contacto con mis amigos de la juventud. En ese encuentro me di cuenta de que el recuerdo de María, en una forma inconsciente, siempre había estado conmigo”, relata Luis.

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A ese café le siguieron varias citas en las que los sentimientos de la pareja se concretaron de “forma muy natural y fluida”, en palabras de María, así como en la decisión de irse a vivir juntos a los dos meses y casarse dos años después, cuando ambos habían cumplido los 71. “A nuestra edad no tenemos que esperar y dejar pasar el tiempo”, asegura ella. “Yo me di cuenta muy pronto de que estaba enamorada. Un enamoramiento muy profundo, a otro nivel de los que había experimentado antes, y ese era el momento de darme permiso para disfrutar de lo que me queda de vida junto a una pareja”.

A nuestra edad no tenemos que esperar y dejar pasar el tiempo, me di cuenta pronto de que estaba enamorada

María73 años
Pareja mayor amorosa sonriendo frente a su nueva casa

En algunas ocasiones, la presencia de un nuevo miembro puede afectar al equilibrio familiar. 

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La psicóloga y experta en relaciones de pareja, Lara Ferreiro, señala que precisamente una de las características de los amores tardíos es el lazo tan profundo que se establece entre las personas cuando encuentran a sus parejas a edades más avanzadas. “A partir de los 60 años, en general, las personas saben lo que quieren y, sobre todo, lo que no quieren; se conocen mejor a sí mismos, son más flexibles y no tienen que demostrar nada a nadie, y se saborea más la unidad entre ellos. Son, en resumen, amores muy profundos”.

En España, el número de personas que viven solas ha aumentado considerablemente en los últimos años, llegando a alcanzar el 11% del total de la población. Este porcentaje aumenta a partir de los 60 años, de forma creciente con la edad, llegando así al 30% en la franja de personas que tienen 65 años o más, según el último informe La Soledad en España elaborado por el observatorio Demográfico CEU-CEFAS. Y entre ellos se registran numerosos casos de soledad no deseada. Por lo tanto, no es de extrañar que Ferreiro califique a los amores tardíos “como uno de los mayores regalos que nos puede dar la vida”, aunque, al igual que sus colegas americanas, puntualiza que estas relaciones no están exentas de desafíos.

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Al ser de edad avanzada, en muchos casos los protagonistas del romance tienen hijos de anteriores relaciones, y aunque en general estos son mayores de edad, la presencia de un nuevo miembro puede afectar el equilibrio familiar. “La introducción de una nueva pareja por parte de un progenitor puede despertar desconfianza entre los hijos, por celos e incluso miedo a perder parte de la herencia”, señala Ferreiro, basándose en su experiencia profesional.  

Ante estas eventualidades, la experta en relaciones recomienda “construir la pareja a paso, planeando como y cuando se presenta la nueva pareja; fomentar una comunicación abierta entre todos, para abordar los temores de cada uno y establecer claridad y límites en los roles del nuevo miembro; es decir, la mujer del padre no tiene que desempeñar automáticamente el papel de abuela de los hijos del marido si no están todos de acuerdo”, advierte la psicóloga.

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Sin prisas, con paciencia y con mucha comunicación ha sido como Clara, profesora universitaria de 63 años en Madrid, consiguió sortear los obstáculos que conlleva crear una nueva relación cuando los dos protagonistas tienen hijos de anteriores relaciones. “No se puede aislar a una persona de sus circunstancias”, asegura Clara a La Vanguardia, “y si yo quería estar con Miguel, tenía que aceptar su pasado y a sus hijos”. Ella misma relata cómo antes de llegar a su segundo matrimonio, celebrado el mismo mes que cumplía 60 años, tuvo que lidiar con muchas interferencias “creadas por terceras personas, sobre todo la ex de mi marido”.

La madrileña recuerda que estas intromisiones intentaron causar grietas en la pareja, sin conseguirlo, aunque sí lograron crear desazones y suspicacias que se resolvían a base de comunicación y confianza. “Desde que iniciamos nuestra relación, yo sabía que él era la persona adecuada para mí y viceversa, y nuestra relación está basada en la confianza mutua, tanto para gestionar nuestra vida de pareja, como para gestionar nuestras circunstancias”, explica. Y continúa. “Él se ha ganado a mis tres hijos, siendo muy considerado con ellos y manteniendo las distancias necesarias, ya que los conoció cuando ya eran adolescentes y nunca intentó ocupar el puesto de su padre, aunque siempre me apoyó en todas las decisiones que les involucraban a ellos”.

Nunca intentó ocupar el puesto de su padre, aunque siempre me apoyó en todas las decisiones que involucraban a mis hijos

Clara63 años
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“Yo, por mi parte, conocí a sus dos hijos cuando todavía eran pequeños, y me involucré más con ellos, pero dejándoles claro desde el principio que, aunque no era su madre, yo estaba con su padre”, recuerda Clara. Los esfuerzos en integrar a todos los miembros de la familia con una actitud positiva y mucha comunicación fueron validados el día que celebraron su matrimonio, momento en que la hija de ella actuó como madrina del novio, mientras que el hijo de Miguel ejerció de padrino de bodas de Clara. 

Aunque cuando se habla de gestionar el pasado de los protagonistas de un amor tardío, generalmente se piensa en los hijos de anteriores relaciones, no siempre son estos los únicos que pueden estar en contra de la relación. En ocasiones, también hay lidiar con las ideas del pasado y la actitud de los progenitores, como le ocurre a Irene, profesora de idiomas jubilada de 67 años. “Mi madre no acepta a mi compañero, aunque esto no le impide venirse de viaje con nosotros”, ironiza. Divorciada y madre de dos hijas mayores de edad, Irene mantiene desde hace varios años una relación afectiva con una pareja con la que comparte aficiones, tiempo y vida sin renunciar a su libertad ni a su piso.

Mi madre no acepta a mi compañero, aunque esto no le impide venirse de viaje con nosotros

Irene67 años

“Estamos juntos sin estar casados ni vivir juntos, y esto no ha ocasionado ningún problema para mis hijas, que lo aceptan como mi pareja y con el que mantienen un trato cordial, pero a mi madre le desagrada y no deja de expresarlo”, explica esta profesora jubilada, quien añade que esta situación le violenta más a ella que a él, quien ha aprendido a “crear unas respetuosas barreras en el trato con mi madre”.  Irene, por su parte, intenta suavizar la situación filtrando los comentarios que hace sobre él, pero dejando claro que no está dispuesta a renunciar a su relación ni a su libertad pese a la opinión de su madre.

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