Vicent Alonso, dermatólogo: “El envejecimiento cutáneo no es solo una cuestión de tiempo, sino de inflamación crónica silenciosa, que favorece la flacidez y la aparición de manchas o arrugas”

Longevity 

Arrugas, manchas, flacidez o sequedad, son signos del envejecimiento de la piel que se acentúan con los años. Ahora bien, el 'inflammaging' o inflamación crónica de bajo grado, también tiene mucho qué decir al respecto, según el doctor Alonso, coordinador del Grupo Español de Dermatología Estética y Terapéutica de la Academia Española de Dermatología y Venereología

Vicent Alonso, dermatólogo

Vicent Alonso, dermatólogo. 

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Aunque solemos asociar las arrugas y las manchas cutáneas a la madurez, lo cierto es que estos cambios en la piel pueden apreciarse ya unos años antes. De hecho, los expertos, en general, sitúan la aparición de las primeras líneas de expresión entre los 25 y los 35 años. Sin embargo, la mayoría de las personas no toman conciencia de ello hasta que esas marcas se evidencian con claridad.

Sabemos que las arrugas, las manchas o la falta de tonicidad en la cara se deben, principalmente, al paso del tiempo, pero este no es el único factor que interviene. Existen muchos otros que inciden en la salud funcional cutánea y, por consiguiente, en su estética. Entre ellos, resulta especialmente relevante, la inflamación crónica de bajo grado (inflammaging), por su desarrollo silencioso y persistente. 

El inflammaging “afecta progresivamente a la piel desde el interior, altera su arquitectura, debilita su función barrera y acelera los signos visibles del envejecimiento”, describe el doctor Vicent Alonso, dermatólogo, coordinador del GEDET (Grupo Español de Dermatología Estética y Terapéutica) de la Academia Española de Dermatología y Venereología.

Obviamente, no podemos hacer nada frente a las consecuencias del paso de los años, pero sí hay muchas otras medidas que se pueden adoptar para frenar los signos del envejecimiento en la piel. Evitar ciertos hábitos tóxicos, llevar una dieta y una vida saludable son algunos de los consejos generales que el doctor concreta con más detalle en esta entrevista a La Vanguardia, donde entre otras cosas, nos recuerda que “nunca es demasiado pronto, ni demasiado tarde para empezar a cuidarse la piel”.

El ‘inflammaging’ favorece la flacidez, la pérdida de elasticidad y la aparición de manchas o arrugas. Además, puede agravar enfermedades como rosácea, diferentes tipos de dermatitis, psoriasis...

Vicent AlonsoDermatólogo 

Durante el pasado 52º Congreso de la Academia Española de Dermatología y Venereología afirmó que “el envejecimiento cutáneo no es solo una cuestión de tiempo, sino de inflamación crónica silenciosa”. ¿Qué es exactamente el inflammaging?

Se trata de un proceso biológico persistente, sin síntomas agudos, que se activa por múltiples desequilibrios internos o agresiones externas. Afecta directamente a células clave como los fibroblastos, queratinocitos o melanocitos, interfiriendo en sus funciones regenerativas. A largo plazo, deteriora la matriz extracelular, favorece la flacidez, la pérdida de elasticidad y la aparición de manchas o arrugas. Además, puede agravar enfermedades como rosácea, diferentes tipos de dermatitis, psoriasis, la hidrosadenitis o el acné.

¿Qué factores favorecen la inflamación cutánea?

La radiación ultravioleta, la contaminación, el estrés, la disbiosis cutánea o intestinal, los desequilibrios hormonales y, por supuesto, hábitos tóxicos como el tabaco o las dietas proinflamatorias. Ahora bien, si tuviera que destacar uno, como dermatólogo, sería la exposición a hábitos tóxicos, ya que son evitables, como la exposición a radiación UV sin protección adecuada: es probablemente el más frecuente, acumulativo y evitable. Sin una fotoprotección adecuada, es difícil frenar el inflammaging.

La dieta rica en antioxidantes —frutas, verduras, omega-3, polifenoles— puede ayudar a neutralizar estos radicales, reduciendo la carga inflamatoria sistémica y cutánea

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Veamos qué frena y qué acelera la inflamación… ¿La radiación ultravioleta?

En primer lugar, hay que tener en cuenta que se considera excesiva una exposición cuando sobrepasa la capacidad natural de defensa de la piel. Esto puede ocurrir incluso en exposiciones breves pero repetidas, sin protección. Sus efectos van más allá de las quemaduras: activa radicales libres, altera el ADN celular y promueve inflamación crónica, la aparición de manchas y pérdida de colágeno. Y lo que es más temible, promueve el desarrollo de cáncer de piel, melanoma y otros cánceres cutáneos como el carcinoma basocelular y el espinocelular.

¿Los radicales libres?

El estrés oxidativo genera radicales libres que dañan estructuras celulares clave. La dieta rica en antioxidantes —frutas, verduras, omega-3, polifenoles— puede ayudar a neutralizar estos radicales, reduciendo la carga inflamatoria sistémica y cutánea. Una alimentación equilibrada es una herramienta potente contra el inflammaging. Por otra parte, las dietas no equilibradas, sobre todo aquellas muy ricas en hidratos de carbono de alto índice glucémico y grasas saturadas, pueden promover estados prooxidativos e inducir inflammaging. Sin duda, la dieta es un arma esencial en el manejo de la calidad de vida y la longevidad saludable.

El estilo de vida y los cuidados son capaces de modular en gran medida la predisposición genética

Vicent AlonsoDermatólogo

Y los cambios hormonales, ¿también afectan?

Desde luego. El declive hormonal en hombres y mujeres impacta directamente en la estructura y función cutánea. Estos cambios son más evidentes en la menopausia y la andropausia, pero también en el posparto o tras alteraciones hormonales por procesos patológicos, estrés o estresores de la vida diaria. Las alteraciones hormonales favorecen la sequedad, la pérdida de firmeza y la inflamación. Un buen abordaje integrativo en el estudio y optimización hormonal es otro de los elementos que más protagonismo está teniendo en los programas de longevidad saludable.

Por otro lado, nuestros genes, ¿dicen algo qué decir al respecto?

La genética predispone, pero no determina. Existen polimorfismos que influyen en cómo respondemos al estrés oxidativo o inflamatorio. Sin embargo, el estilo de vida y los cuidados son capaces de modular en gran medida esa predisposición.

Mantener una adecuada barrera cutánea nos puede ayudar a prevenir o tratar enfermedades del sistema nervioso o el tubo digestivo

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Una mujer muestra los efectos del envejecimiento sobre la piel de la cara. Las terapias antiaging buscan frenar y revertir los efectos del envejecimiento.

Las arrugas, las manchas o la falta de tonicidad en la cara se deben al paso del tiempo pero también a la inflamación crónica de bajo grado. 

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Ante estas amenazas, ¿qué precauciones podemos tomar?

Cuidar la función barrera de la piel, usar fotoprotección diaria, mantener una dieta antiinflamatoria, dormir bien, reducir el estrés y emplear cosméticos con ingredientes activos pautados adecuadamente por su dermatólogo en función de sus necesidades y perfil. Son medidas simples pero muy efectivas.

En concreto, la dieta mediterránea rica en frutas, vegetales, pescado azul, aceite de oliva o cúrcuma tiene efectos antiinflamatorios comprobados, incluso a nivel cutáneo. Un buen abordaje individual con adecuada suplementación puede complementar además la dieta de forma eficaz contra la inflamación.

Estudios recientes reflejan que mantener una adecuada función de la barrera cutánea no solo nos ayuda a protegernos mejor del exterior, sino que la reducción que se consigue del inflammaging cutáneo nos podría a ayudar a prevenir o tratar enfermedades de otros sistemas del organismo como las patologías del sistema nervioso o el tubo digestivo. Aplicarnos una buena crema hidratante corporal a diario nos puede ayudar a prevenir y tratar enfermedades internas.

En el lado opuesto ¿qué hábitos favorecen la inflamación?

En general, las conductas que deberían evitarse son la exposición solar sin protección, hábitos tóxicos como fumar o beber alcohol, llevar una dieta que incluya demasiados ultraprocesados, azúcares y grasas no deseadas, la falta de sueño, y el estrés crónico no gestionado.

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La piel madura responde muy bien a tratamientos que restauran la función barrera, mejoran la densidad cutánea y modulan la inflamación 

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¿Diría que hay una edad en la que ya es demasiado tarde para prevenir el inflammaging?

Nada de eso. Aunque lo ideal es empezar desde la infancia, educando en el autocuidado cutáneo y en estilo de vida saludable, potenciando el ejercicio regular y la dieta saludable sin hábitos tóxicos, a cualquier edad se puede intervenir. Nunca es demasiado pronto... ni demasiado tarde.

¿Incluso se puede empezar a partir de los 50 o 60 años?

Por supuesto, se puede empezar a prevenir a los 50 o 60. De hecho, la piel madura responde muy bien a tratamientos que restauran la función barrera, mejoran la densidad cutánea y modulan la inflamación. El enfoque debe ser más intensivo y personalizado, pero siempre hay margen de mejora. A partir de esa franja de edad recomiendo una cosmética intensiva personalizada por dermatólogos con activos funcionales, tratamiento sistémico pautado por dermatólogos en algunos casos, fotoprotección rigurosa, tratamientos lumínicos regenerativos y rutinas adaptadas a los cambios hormonales y estructurales. Y sobre todo, abandonar hábitos tóxicos (tabaco y alcohol) y la exposición solar crónica sin protección.

Un buen diagnóstico de las funciones cutáneas afectadas por la inflamación nos permite personalizar los tratamientos

Vicent AlonsoDermatólogo

Esos consejos, ¿sirven para hombres y mujeres?

Son válidos para ambos. No obstante, las prioridades pueden variar. La piel masculina en general es más gruesa y suele tener mayor actividad sebácea. La femenina es más propensa a cambios hormonales y sequedad. Por eso, los tratamientos deben adaptarse a cada piel, no solo al sexo.

Además de una revisión de la dieta y de los hábitos de vida, la tecnología también puede hacer mucho en el abordaje de la inflamación subclínica cutánea. ¿De qué herramientas se dispone en la actualidad?

Contamos con técnicas y herramientas muy eficaces como la fotobiomodulación, la luz pulsada intensa, los láseres Nd:YAG y otros láseres vasculares como el láser de colorante pulsado o la Terapia fotodinámica. Estas tecnologías no solo rejuvenecen la piel desde fuera, sino que modulan la inflamación desde dentro, reequilibrando la función celular. Un buen diagnóstico de las funciones cutáneas afectadas por la inflamación nos permite personalizar como dermatólogos una cosmética adecuada y un tratamiento oral en muchos casos.

Por otra parte, el uso de fuentes de luz —con parámetros dermatológicos adecuados— como la luz intensa pulsada, los láseres vasculares como el láser Nd yag, el láser de colorante o la fotobiomodulación nos permiten estimular la mitocondria, regular la inflamación y mejorar la regeneración, mejorando la textura, manchas y telangiectasias, reduciendo citocinas inflamatorias, activando fibroblastos y preservando la matriz dérmica.

El objetivo de la dermatología actual no se limita a eliminar arrugas o manchas, sino a restaurar plenamente las funciones biológicas de la piel

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Parece que la clave del éxito es la personalización. ¿Es así?

Absolutamente. Cada piel tiene un perfil funcional distinto. Los dermatólogos aplicamos un enfoque diagnóstico integral basado en análisis de función celular e integrativo, analizando en algunos casos también el papel del microbioma y alteraciones hormonales. Personalizar es la clave para lograr resultados reales y perdurables en el tiempo. Es la única forma de prevenir individualmente el desarrollo de enfermedades o procesos cutáneos concretos.

Se deduce, por tanto, que la salud funcional cutánea y la estética de la piel mantienen una estrecha relación…

Así es. Son dos dimensiones inseparables: una piel sana es, por definición, una piel más estética. El objetivo de la dermatología actual no se limita a eliminar arrugas o manchas, sino a restaurar plenamente las funciones biológicas de la piel. Si imaginamos la salud cutánea como un continuo del 0 al 10 —donde 0 representa la enfermedad y 10 una piel con todas sus funciones íntegras—, el papel del dermatólogo no termina al resolver la patología (es decir, al situar al paciente en torno al 5), sino que debe aspirar a avanzar hacia el 10, hacia una piel verdaderamente saludable. La dermatología estética del presente —y más aún la del futuro— es funcional, integrativa y centrada en la fisiología cutánea, no solo en la apariencia.

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