Castigado sin salir de casa, castigado sin jugar a la videoconsola, castigado sin quedar con los amigos, estos representan tan solo algunos de los escarmientos más habituales que los padres suelen imponer a sus hijos debido a una mala conducta o un comportamiento inadecuado. El principal objetivo de estas reprimendas tiene que ver con mostrar a los niños las consecuencias de sus actos, ayudarlos a calmarse y reflexionar sobre sus acciones y asociar una mala actitud con una repercusión. Sin embargo, los castigos a los hijos no resultan efectivos y no suponen la vía más adecuada para corregir el comportamiento de los niños y los adolescentes.
De hecho, se puede educar sin gritos ni castigos, sin que esto signifique que haya que caer en la permisividad. Se trata de educar estableciendo límites, desde el respeto mutuo y la empatía, con el objetivo de que los niños sean capaces de comprender las consecuencias de sus acciones y puedan aprender a desarrollar el autocontrol y su capacidad de tomar decisiones. Todo ello sin necesidad de caer en los castigos más habituales, que no suelen surtir efecto o, al menos, no durante mucho tiempo.
¿Cómo educar a tus hijos sin castigos?
Los problemas con los castigos, con el sistema de pasar tiempo fuera de casa y con las recompensas representan uno de los principales quebraderos de cabeza para los padres, afirma la pedagoga Gabriela González. Y uno de los principales motivos tiene que ver con que la forma en la que se reprende a los niños, con el objetivo de educarlos y enseñarles lecciones valiosas para su desarrollo, muchas veces no está bien enfocado. “El problema no es que tu hijo esté pegando o te haga un berrinche cuando pierde, es que todavía no ha desarrollado la habilidad para descargar ese enojo de manera asertiva”, explica la especialista.
Muchos padres castigan a sus hijos debido a comportamientos inapropiados, pero eso no les va a enseñar nada, según apunta Gabriela González. Es por esto que los padres han de enseñarles la habilidad que no ha adquirido, de no hacerlo, esa conducta no cambiará. Entonces, ¿qué pueden hacer los padres en primer lugar?
Cuando los niños manifiestan una actitud indeseable o que debe ser corregida, el papel de los padres será el de identificar de qué habilidad carecen los menores y que explica ese comportamiento en particular. De esta forma, el siguiente paso consistirá en ayudarles a aprender esa habilidad y desarrollarla de manera positiva y saludable. Este es el punto clave a tener en cuenta: cómo enseñarles esa habilidad. En lugar de optar por los castigos, los padres han de ayudarlos a entender sus emociones, identificarlas y gestionarlas adecuadamente.