“Quiero agua”, “necesito ir otra vez al baño”, “¿me lees otro cuento?”, “tengo hambre”, estas frases forman parte del día a día de muchas madres y padres cuando se acerca la hora de ir a dormir. Y se trata de algo especialmente común entre aquellos niños que todavía están desarrollando su habilidad de establecer hábitos y rutinas, algo que suele encontrarse en pleno proceso de desarrollo hasta los seis o siete años, aproximadamente. Esta forma de llamar la atención de los adultos y alargar ese momento de dormir no es un simple capricho, como podría imaginarse, sino un mecanismo orientado a satisfacer ciertas necesidades emocionales.
¿Cómo deben actuar los padres en estos casos? Lo principal tiene que ver con ser conscientes de por qué sus hijos llevan a cabo este comportamiento, gracias a esto podrán calmar esas demandas emocionales de los niños y optimizar su rutina de noche. Y, por otra parte, ayudarles, mediante el establecimiento de ciertos límites, a construir esos hábitos de sueño esenciales para asegurarse de que el niño duerme la suficientes horas. Uno de los cuidados más importantes y determinantes para su salud y correcto desarrollo.
¿Por qué tus hijos alargan el momento de dormir?
El equipo de psicólogos de En la mente de un niño explica que el hecho de que los hijos intenten alargar el momento de irse a dormir resulta muy habitual en los hogares. Entre los motivos más frecuentes que se esconden detrás de este comportamiento destacan cuatro en particular. Uno de ellos es que los pequeños de la casa perciben la hora de acostarse como el fin de sus actividades, lo que puede suponer un impulso de tratar de retrasar ese momento en el que el día llega a su fin.
Otra posibilidad muy habitual es que los niños simplemente requieran de una transición entre aquellas actividades más divertidas y el estado de calma previo a la hora de dormir. Los psicólogos también afirman que, en muchos casos, los hijos no quieren separarse de sus figuras de apego, algo que suele estar vinculado al momento de acostarse. Y, en ocasiones, esta reticencia a dormir podría deberse a otras causas relacionadas con dificultades del sueño, por ejemplo, miedos o pesadillas.
A la hora de desarrollar el hábito del sueño, los niños se ven influidos por dos aspectos fundamentales, según explican los especialistas. Uno de ellos tiene que ver con la seguridad, es decir, ese sentimiento que les tranquiliza de que alguien va a acudir si tienen algún problema. Por esto es común que muestren una tendencia de llamar a sus padres para pedirles agua, entre otras cosas. Se trata de su forma de comprobar que sus figuras de apego acudirán si ellos los llaman.
Otro punto clave es el de la constancia. Los psicólogos aconsejan mantener las rutinas del sueño, ya que esto hará que ese momento les resulte más previsible y “entiendan mejor el orden y el paso del tiempo”. Un ejemplo de ello sería inculcarles la costumbre de cenar, tomar el baño, lavarse los dientes, leer un cuento y dormir, siempre respetando ese orden.