En ocasiones sufrimos o nos sentimos ansiosos por situaciones que imaginamos que podrían ocurrir, aunque quizás nunca lleguen a suceder. Sin embargo, surge una necesidad interna de visualizar esos posibles escenarios, a pesar de que, al hacerlo, nos perjudicamos emocionalmente. ¿Por qué actuamos de esta forma?
El sufrimiento puede surgir debido a situaciones que hemos vivido en el pasado, por circunstancias que enfrentamos en el presente o por el temor a que sucedan en el futuro, incluso si nunca llegan a darse. En este último caso, es un sufrimiento anticipatorio que está profundamente ligado al miedo y enraizado en el “y si”.
Causas y consecuencias del “y si...”

La ansiedad anticipatoria suele afectar más a mujeres que a hombres
La presencia del “y si” nos informa de que, en algún momento, hemos atravesado experiencias difíciles o dolorosas, ya sea de manera directa o a través del testimonio de otros y no queremos volver a vivir. Para evitarlo, activamos este mecanismo. Por ejemplo: “¿Y si me rechazan?”, “¿Y si no cuentan conmigo para hacer un plan?”, “¿Y si me dicen que no?”
El “y si” nos lleva a proyectar escenarios, generalmente negativos, con un doble propósito: por un lado, tomar medidas para evitar que ocurran y así evitar pasarlo mal; y, por otro, prepararnos psicológicamente en caso de que lleguen a materializarse. En ambos casos, el objetivo es el mismo: minimizar o evitar el sufrimiento en la medida de lo posible.
Nos ayuda a anticiparnos a las situaciones para que no nos cojan desprevenidos y nos prepara psicológicamente para que no nos resulten tan dolorosas. El control se vuelve su aliado, manteniéndonos en un estado de alerta, dándole vueltas a los mismos pensamientos una y otra vez. Creamos situaciones mentales que nos hace sufrir y que probablemente o nunca sucederán, o al menos no como los imaginamos.
Este mecanismo tiene una función protectora: protegernos del sufrimiento. Sin embargo, cuando se instala de forma permanente, termina convirtiéndose en una fuente de sufrimiento en sí mismo. Aunque su propósito es evitar que suframos, termina siendo precisamente lo que nos causa malestar emocional. La constante necesidad de control, de anticipar y de imaginar siempre lo peor sitúa a la mente de manera continua en el futuro, desconectándola del presente.
El sufrimiento suele percibirse como una amenaza, lo que nos impulsa a protegernos de él. En general, nos faltan recursos para sostener y sostenernos adecuadamente cuando sufrimos. Tememos quedarnos atrapados en él, que nos desestabilice interiormente y que no seamos capaces de rehacernos.
Sin embargo, el acto de sufrir es inherente a la condición humana. El ser humano sufre por naturaleza. Toda persona ha sufrido, está sufriendo y/o sufrirá a lo largo de su vida. Por ello, la finalidad última no es la protegernos y evitarlo, sino la de aprender a respirarlo, a afrontarlo. Esto es, permitirnos sentir y que transite a través de nosotros la emocionalidad que emerja: miedo, preocupación, rabia, tristeza, desesperanza…
¿Qué hacer para no estar tanto en el “y si”?
Lo primero es comprender que se trata de un recurso con una función es protectora que activamos de manera inconsciente. En otras palabras, aunque implique desgaste y agotamiento, su intención original es protegernos y ayudarnos.
Lo segundo es que, cada vez que el “y si” nos lleve al futuro, debemos traer a la mente de vuelta al presente con preguntas como: ¿En estos momentos, tengo motivos para imaginar ese escenario?; ¿ahora estoy viviendo la situación que me plantea el “y si” o mi realidad actual es otra? Coloquemos a la mente en el capítulo actual del libro de nuestra vida, no en el que viviremos más adelante ni en el que tal vez nunca lleguemos a vivir.
A menudo, el “y si” nace de la desconfianza en nuestra capacidad para enfrentar una situación difícil o dolorosa, lo que nos lleva a tratar de evitar que ocurra. Sin embargo, podemos recordar experiencias pasadas en las que sí logramos afrontarlas. De esta manera, reforzamos la confianza en nosotros mismos recordando que, si fuimos capaces en el pasado, ¿por qué no vamos a ser capaces de afrontarlo ahora?
Por último, incluso si el “y si” llega a materializarse, necesitamos confiar en nuestra capacidad para afrontar y transitar lo que la vida nos ponga por delante. Ya sea afrontándolo con nuestros propios recursos o con la ayuda de alguien, una persona cercana o una profesional, que nos acompañe en ese proceso.