Ni trastorno, ni moda, ni patología. Es la frase que más repiten los especialistas en alta sensibilidad sobre este rasgo de personalidad. Se se identificó como tal en los años 90 gracias a los estudios realizados por la psicóloga e investigadora estadounidense Elaine Aron, cuyos libros identificaban una condición genética.
En otras partes del mundo, incluidos los estudios que en España lideran los hermanos Pérez Chacón, se ha observado que la alta sensibilidad se categoriza en niveles alto, medio y bajo, según la respuesta emocional de cada persona. Sus pioneras tesis doctorales para la Universidad de Sevilla presentan propuestas de intervención y prevención.
Un rasgo de personalidad que presenta en torno al 20% de la población

Tanto los factores ambientales como la genética condicionan que se manifieste la alta sensibilidad
Según explica Manuela Pérez Chacón, psicóloga general sanitaria, doctora en psicología y presidenta de la Asociación Española de Profesionales de Alta Sensibilidad (PAS España), en las primeras investigaciones ya se indicaba que en torno al 20% de la población son personas altamente sensibles o PAS. “Aunque otros estudios más recientes, entre ellos los de Michael Pluess de la Universidad Queen Mary de Londres, señalan hasta un 25-30% de población con Alta Sensibilidad”, afirma.
Explica que tanto los factores ambientales como la genética condicionan que se manifieste la alta sensibilidad. Añade que una persona altamente sensible (PAS) es quien cumple varias características de personalidad: procesar la información de un modo más profundo; reaccionar de forma intensa a nivel emocional y con empatía; ser más consciente de las sutilezas del medio ambiente y presentar facilidad de sobreestimulación.
“Las PAS son personas más sensibles a las influencias del entorno. Esto tiene consecuencias positivas, como beneficiarse más de la terapia psicológica. Pero también negativas. Aunque la alta sensibilidad no implica poseer niveles altos de inteligencia o habilidades excepcionales, ni predice una enfermedad mental, el rasgo PAS unido a determinadas dolencias o circunstancias de la vida, sí puede derivar en alguna dificultad psicológica como la depresión, la ansiedad o los miedos”, refiere.
Algunos factores sociodemográficos, como el género, la edad y el tipo de trabajo están siendo estudiados para saber cómo afectan a las PAS. Por su parte, Antonio Pérez Chacón, doctor en Psicología, investigador científico y coautor de la ‘Escala de la Persona Altamente Sensible’ (única prueba científica que mide la alta sensibilidad para la población española) resalta que, a mayor edad, aumenta la sensibilidad estética (capacidad de reconocer la belleza) y se reduce el umbral sensorial. “Asimismo, es importante para una PAS sentirse satisfecho en el trabajo o con su pareja; de lo contrario, son más proclives a cambiar. En cuanto al género, son las mujeres las que más se prestan a participar en los estudios de investigación”, expone.
El doctor en psicología incide en que, pese a que ser PAS no es un trastorno, cuando alguien con este rasgo presenta malestar emocional puede acudir al psicólogo. Entre las técnicas más utilizadas para atender su sensibilidad destacan la terapia cognitivo-conductual y el mindfulness.
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El experto certifica que las personas que se identifican con el rasgo sienten un alivio al entender por qué sienten y actúan de cierto modo. Concediendo que, en ocasiones se puede confundir con alguna patología, recalca que es crucial la divulgación, la difusión y atender a la información proveniente del ámbito científico. “Estamos trabajando a un nivel más alto con la Fundación Española de Alta Sensibilidad (FUNDESPAS) y de este modo, llegaremos a más entidades y se podrá ayudar a más gente”, concluye.
Teresa Serrano, secretaria general de FUNDESPAS y coach certificada en PAS, fue diagnosticada de alta sensibilidad y dualidad con la alta capacitación. Asegura que para ella su cometido es llevar el mensaje de “ser una persona normal y no un bicho raro”. Admite que es frecuente que a personas con este rasgo se les etiquete erróneamente con ansiedad, introversión extrema o incluso algún trastorno; en menores, con trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH) y de trastorno del espectro autista (TEA). “En la infancia, a los niños altamente sensibles se les etiqueta como “demasiado tímidos”, “llorones” o “delicados”, expresa.
Según la especialista existe mucha desinformación sobre el tema y es habitual que muchas PAS pasen gran parte de su vida sin saber que lo son, pensando que tienen algo “anormal” y ello puede llevar a que no se encuentren plenamente comprendidas ni integradas en la sociedad. “En sociedades donde lo habitual es la rapidez, la resistencia al estrés y la extroversión, las PAS a veces se sienten como ‘pez fuera del agua’. De hecho, en el entorno laboral, los ambientes hipercompetitivos pueden ser agotadores para las PAS, que necesitan más tiempo y un entorno tranquilo para dar lo mejor de sí mismas”, sostiene.
Serrano confirma la necesidad de seguir promoviendo el reconocimiento del término en la psicología y en la sociedad para que las PAS puedan encontrar estrategias de adaptación y ser valoradas por sus cualidades. “Resulta clave que se siga difundiendo información para que las PAS no tengan que sentirse “demasiado sensibles” en un mundo que muchas veces no comprende este rasgo. En la sociedad en la que nos encontramos, son cada día más vulnerables en términos de salud mental”, comunica.
Descubrir quién eres
Laura Dapena, psicóloga especializada en PAS, descubrió hace aproximadamente diez años que también tenía el rasgo. Para ella, descubrirlo fue clave para seguir conociéndose y tomar decisiones en su vida para preservar su sensibilidad y entender sus experiencias desde un lugar más amable.
Aclara que el conocer la alta sensibilidad suele impactar, aunque también puede ser un alivio conocerlo y saber por qué se ha vivido o sentido así. “Ciertas personas lo sienten como si eso representase la llegada de una vida más complicada, pero lo que hace que sea complicada es no atender la forma de vida, ritmo o necesidades que son propias de una sensibilidad y profundidad mayor”, comparte.
Subraya que la sobreestimulación es uno de los grandes desafíos de una PAS. En el caso de sentirse sobreestimuladas, aconseja encontrar espacios de descanso, desconexión y reinicio de esa estimulación mental, sensorial o emocional. “Es necesario aprender a prevenir la saturación. Esto es, acercarse a un estilo de vida más relajado, con menos estimulación y con pausas cotidianas”, mantiene.
“Algunos profesionales lo entendemos como una neurodivergencia (forma de procesar la información y experimentar el mundo diferente al estándar) de por sí o como la pista para otras neurodivergencias”, especifica.
Sentí que aceptar mi sensibilidad significaba perder la identidad que había construido basada en la autoexigencia y el perfeccionismo
Por su parte, Melani Fuentealba, psicóloga, descubrió que tenía el rasgo tras hablar con una paciente PAS en 2021 y leer El don de la sensibilidad, de la doctora Elaine Aron y aplicarse la “Highly Sensitive Person (HSP) Scale” o “Escala de la persona altamente sensible”. “Me generó bastante sorpresa y, además, lo viví como un duelo”, señala.
Explica que, en parte, se sintió más tranquila porque gracias a ello empezaba a dar sentido a situaciones de su vida, pero también representó enfrentar la idea de que no actuaría como el resto de sus iguales. Al igual que otro duelo, pasó por etapas de negación, enfado y tristeza. “Sentí que aceptar mi sensibilidad significaba perder la identidad que había construido basada en la autoexigencia y el perfeccionismo. Sin embargo, con el tiempo, aprendí a ver la alta sensibilidad como un rasgo con muchas ventajas”, destaca.
Este proceso la llevó a hacer cambios trascendentes en su vida. “Aprendí a poner límites, a priorizar relaciones profundas que realmente me nutrieran y a dejar de intentar encajar en dinámicas que me agotaban. En lo laboral, entendí que no podía sostener el mismo ritmo que otros colegas y tuve que reducir la cantidad de pacientes, especialmente después de atravesar un proceso de burnout (síndrome de estar quemado en el trabajo)”, confiesa.
Fuentealba aprendió a validarse y entendió que era conveniente estructurar su vida respetando su sensibilidad. “Hoy trabajo acompañando a otras personas como yo. Poder brindarles herramientas y facilitar su camino le da un propósito a mi experiencia”, apunta.