Psicología y Salud Mental

¿Progresar o claudicar? La fina frontera entre el discernimiento y el conformismo.

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Mediante la vivencia acumulada logramos identificar los caminos bloqueados y seguir avanzando, un procedimiento llamado la fase de renuncia estratégica: “La felicidad consiste, entre otras cosas, en moderar las ambiciones”

Cuando asoman las canas priorizamos las metas relacionadas con nuestro crecimiento personal y con aprovechar el tiempo enfocándonos en lo positivo

Con la aparición de las canas, solemos anteponer aquellas metas orientadas al crecimiento individual y al placer de vivir cada instante, poniendo el foco en lo positivo.

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Llega un momento en que dejas de pelear con extraños en plataformas digitales e, incluso, con parientes obstinados en los encuentros de familia. Ese juicio que antes rozaba el desafío ahora solo provoca un gesto de indiferencia práctica. El triunfo de nuestro club de fútbol ya no se festeja con una emoción desmedida ni el fracaso se siente con una pesadumbre insoportable.

La intensidad de los años jóvenes, que lograba que los aciertos resultaran asombrosos y los fallos se sintieran como desastres totales, se ha atenuado. Entonces aparece la incertidumbre, un interrogante molesto, una añoranza silenciosa: ¿representa la edad adulta sensatez o simplemente conformismo?

La biología de la decepción

La dopamina se vincula íntimamente con el deseo de vivencias, la innovación, el entusiasmo y asimismo con las dependencias. Esta sustancia tan dinámica inicia su descenso una vez concluida la etapa juvenil. Diversas investigaciones indican que en cada decenio se reduce entre un 3,4% y un 14% de dopamina. Como ilustración, este declive orgánico justificaría la razón por la cual un sujeto mayor no se emocione al recibir un regalo de la misma manera que un pequeño.

Cualquier cosa es inédita, veloz y está por hallarse. Ya sea por la dopamina o por poseer más esperanzas que desilusiones, ensalzamos la etapa joven, como ese “divino tesoro” que celebraba Rubén Darío, con un fervor que nos imposibilita reconocer su otra cara. “Esa energía que irradia la juventud es la responsable de jerarquizar el deseo frente al placer, mostrando un apetito voraz por comerte el mundo, convencido, en la inconciencia del momento, de que nada se te atragantará”, sostiene José Carlos Ruiz, filósofo, ensayista y literato.

Con el paso de los años —y los inevitables problemas por intentar abarcar más de lo posible, como decía Frank Sinatra— descubrimos en qué disputas compensa involucrarse. Es lo que se conoce como “renuncia estratégica”. Diversos sociólogos y psicólogos han restado gravedad al hecho de desistir. Una de esas posturas es la de Seth Godin, emprendedor, pensador y experto en marketing que desmiente el mito de que los ganadores jamás se dan por vencidos. “Se rinden rápido, a menudo y sin disculpas”, afirmó. Pues cuanto más rápido admitan su fallo y dejen un camino sin salida, antes tendrán ese ímpetu para dedicarlo a un plan victorioso. Con la veteranía es más sencillo reconocer los trayectos estériles y pasarlos por alto.

Muere el héroe, nace el sabio

A partir de los 50 años, la curva de la felicidad va hacia arriba
A partir de los 50 años, la curva de la felicidad va hacia arribaGetty

Al llegar a una etapa avanzada, insistir en aquello que conlleva un desperdicio de minutos es más infructuoso que nunca, fundamentalmente porque el tiempo se vuelve un recurso limitado. Esta es la premisa de la psicóloga y catedrática de la Universidad de Stanford Laura Carstensen. En los años mozos, sentimos que el tiempo es infinito y establecemos propósitos de crecimiento y saber: debatir, desplazarse, descubrir personas… Sin embargo, al peinar canas nos orientamos a metas afectivas, vinculadas al desarrollo íntimo y a disfrutar de la vida priorizando lo favorable. Ya lo mencionaba Carl Jung: el héroe joven tiene que perecer para que aflore el sabio. Y tratar de alcanzar los anhelos de la juventud durante la madurez podría terminar en una neurosis.

“La felicidad consiste, entre otras cosas, en moderar las ambiciones”, nos explica Enrique Rojas, profesor de psiquiatría y responsable de Comprende tus emociones o Todo lo que tienes que saber sobre la vida (2023 y 2020, Ed. Espasa). “La madurez nos da serenidad y benevolencia”, agrega.

Las mariposas en el estómago

La investigación científica desmiente a quienes piensan que el flechazo inicial y las mariposas en el vientre son propiedad exclusiva de la etapa juvenil. Un análisis de la Universidad John Hopkins comprobó que dicha reacción corporal se manifiesta de igual forma a los 20 que a los 60 años. Y precisó además que se basa en “en la liberación de adrenalina que causa un aumento de la frecuencia cardíaca y de la presión arterial y, como consecuencia de ello, se envía más sangre a los músculos”.

No obstante, los investigadores del análisis señalaron que esa sensación especial, muy presente en la fantasía amorosa, no asegura vínculo alguno con la compatibilidad de una pareja. Por esta razón, superada la etapa juvenil, el enfoque principal no reside solo en la reacción biológica. De acuerdo con Ruiz, “no creo que con el tiempo nos falte pasión, sino más bien que la pasión muta en busca del deleite y uno prefiere profundizar en los mecanismos del placer antes que invertir esa energía en algo nuevo”.

Sin embargo, los responsables de la investigación avisaron que esa vibración mágica, tan presente en la concepción romántica, no asegura relación alguna con la compatibilidad de una pareja. Por tal motivo, superada la juventud, el interés no se centra exclusivamente en la reacción química. Conforme a Ruiz, “no creo que con el tiempo nos falte pasión, sino más bien que la pasión muta en busca del deleite y uno prefiere profundizar en los mecanismos del placer antes que invertir esa energía en algo nuevo”.

¿Y sobre lo que pudo suceder y no ocurrió?

Buena parte de los jóvenes están frustrados por las dificultades de acceso a la vivienda
Un porcentaje considerable de los jóvenes experimenta desmotivación frente a las dificultades para adquirir una vivienda.Àlex Garcia / Propias

Conforme sumamos tiempo de vida en la Tierra, se incrementan las opciones de haber fallado o de haber sufrido las equivocaciones de terceros en prácticamente cualquier área concebible. Esta es la causa primordial por la cual, tras la etapa juvenil, ya no buscamos, por ejemplo, transformar el mundo. Se asemeja a la indefensión aprendida, concepto propuesto por el psicólogo Martin Seligman, que ilustra la inacción ante problemas negativos que percibimos como insolubles, ya que las vivencias nos han demostrado —mediante el dolor— que carecemos de mando sobre ellos, aunque en verdad no sea así. Representa un abandono definitivo de los esfuerzos. “Los políticos siempre serán corruptos”, “El amor verdadero no existe” o “La gente solo cambia a peor”, son expresiones que surgen de la decepción acumulada y sugieren observar la realidad bajo el prisma del desaliento.

Resulta sencillo transitar de lo abstracto a lo específico: hacia aquello que omitimos realizar en el pasado y que ya es imposible ejecutar. O bien, hacia las acciones que llevamos a cabo pero que desearíamos haber evitado. Es en ese punto donde debería intervenir la madurez, esos recursos obtenidos a través del tiempo para evitar transformarnos en personas resentidas o malhumoradas. “La capacidad para superar los traumas y heridas del pasado es salud mental. Y de ahí arranca una gran sabiduría que se llama: la experiencia de la vida. El perdón empieza por uno mismo, y después con los más cercanos. Perdonar y olvidar es ir al pasado y volver libre”, sugiere Rojas, quien sostiene que la felicidad consiste en disfrutar de una salud excelente y de una memoria deficiente.

Evitar los reproches propios y los ajenos. Reiniciar el camino. De acuerdo con lo que expresa Ruiz: “La madurez es esa etapa de la vida en la que te acompasas con la realidad. Cuando llega ese momento aceptas que lo que eres puede vivir en paz con las deudas generadas por lo que te propusiste ser, y reconoces que el mundo no te debe explicaciones”. 

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