Ovidie, escritora y directora de cine: “Estoy viviendo mi mejor vida desde que dejé el sexo”

La deserción del sexo heterosexual

La autora de documentales como 'Pornocracia' o 'Las putas no existen' publica 'La carne está triste', un texto que nace de su “ira hacia las imposiciones sexuales a las que nos sometemos como mujeres heterosexuales”

Sin florituras ni tecnicismos, con un lenguaje muy directo, Ovidie anécdotas íntimas en 'La carne es triste'

Sin florituras ni tecnicismos, con un lenguaje muy directo, Ovidie expone las miserias sexo heterosexual en 'La carne es triste'

“Un buen día, dije basta”. Después de esta frase lacónica, la escritora y cineasta Ovidie (Francia, 1980) deja una línea en blanco en el arranque de su libro, como si tuviera que tomar aire antes de explicarle al lector en 111 páginas de pura furia y fuego a qué dijo basta: al sexo con los hombres. Sencillamente, eran demasiados años de mal sexo a cambio de reconocimiento, el mal negocio que, a decir de esta feminista que suele cortejar la polémica, hacen todas las mujeres heterosexuales. Su panfleto/exabrupto, que no manifiesto, tiene título de verso de Mallarmé, La carne está triste; y en castellano, publicado por Altamarea y traducido por Daniel Esteban Lanzol, un subtítulo en prosa cristalina: Por qué dejé de follar con los hombres.

La propia Ovidie, autora de documentales como Pornocracia (2017) o Las putas no existen (2018), inscribe su texto dentro de un fenómeno mucho mayor, el que están haciendo de manera voluntaria muchas mujeres. En Corea, el movimiento 4B ganó tracción hace un lustro, cuando miles de mujeres juraron no casarse, no acostarse, no salir y no tener hijos con los hombres, y existió un conato quizá más digital que real de trasplantarlo a Estados Unidos tras la segunda victoria de Donald Trump. Al margen de esas campañas, lo que sí existe es una oleada de mujeres heterosexuales descentrando a los hombres de sus vidas, aunque sea a costa de su propio placer sexual, que, a decir de Ovidie en su libro, tampoco era para tanto.

Lo que se espera de una mujer en pareja es que sea un poco puta, pero no demasiado. Que sea la puta de un solo hombre

Ovidie
Portada del libro 'La carne es triste'

Portada del libro 'La carne es triste'

Ovidie

¿Qué le impulsó a escribir este libro y a hacerlo de una manera tan cruda?

Como escribo en la introducción, este texto no es un proyecto de sociedad ni un manifiesto. Es un texto escrito en primera persona que nace de mi ira hacia las imposiciones sexuales a las que nos sometemos como mujeres heterosexuales. Esa ira también la dirijo hacia mí misma. Me reprocho haber jugado durante tanto tiempo ese juego. Pero este relato individual se transformó muy rápidamente en Francia en un verdadero grito de unión. Superó ampliamente los muros de mi despacho, donde escribo. Mujeres de todas las edades, de todos los trayectos, de todos los contextos sociales, en pareja o no, se han reconocido en este texto y lo han hecho suyo. En los encuentros públicos en torno al libro, he visto chicas muy jóvenes de 18 años, a veces acompañadas de sus madres. He visto mujeres mucho mayores, de más de 80 años. Así que este texto se volvió colectivo. Todas las malfolladas del planeta pueden encontrarse en él. Todas las mujeres que están hartas de jugar el papel de amante perfecta, de guardiana de la pareja, de aquella que debe hacer esfuerzos infinitos para seguir siendo deseable a los ojos de los hombres. Toda esa vida dedicada a ser validadas por la mirada masculina, un día, decidí no quererla más.

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Existe la idea de que las mujeres modernas ya no fingen el orgasmo, que eso es cosa del pasado, pero usted dice que siguen actuando en el sexo heterosexual, entre otras cosas, para acercarse al ideal del porno. ¿Fingen más de lo que creen?

El placer en las mujeres heterosexuales es con demasiada frecuencia algo opcional. Va en último lugar. Si eso no fuera cierto, la mayoría de las relaciones con los hombres no comenzarían con su erección y no terminarían con su eyaculación. Oh claro, siempre hay excepciones: ese hombre que quiere hacer que su pareja llegue al orgasmo después de haber eyaculado, ese tipo de cosas. Pero la norma gira en torno a la duración de la eyaculación, y en la mayoría de los casos la relación sexual termina cuando el hombre ha acabado. Hay estudios que han demostrado esta asimetría en el acceso al orgasmo, lo que se llama “la brecha orgásmica”, el orgasm gap en inglés. ¡Ni siquiera hace falta ir al porno! Basta con ver la representación de las relaciones sexuales en el cine o las series: la mayoría de las veces se representa a una mujer extasiada durante el coito.

Puede haber varias razones para fingir. La primera, obviamente, es halagar el ego de nuestra pareja, complacerlo. Más triste, la segunda: para que termine más rápido. Porque nos duele y no nos atrevemos a decirlo.

Entonces, si el sexo heterosexual es tan malo, ¿por qué seguimos practicándolo? 

Pues simplemente porque necesitamos validación. Esperamos amor a cambio. Esperamos que nos hagan cumplidos. Esperamos esa validación. Porque nuestro valor social depende de nuestro grado de deseabilidad. Lo que se espera de una mujer en pareja es que sea un poco puta, pero no demasiado. Lo suficiente para mantener la relación. Que sea la puta de un solo hombre. Porque si no, ya es demasiado puta, y entonces se la deja de respetar.

Las mujeres que dicen que se depilan “para ellas” mienten. Nadie se depila la raya del culo por gusto. (...)Durante el confinamiento íbamos en leggins (...)

Ovidie

Dice que los hombres de izquierdas practican sexo como si fueran de derechas.

¡Sí! ¡Esa frase divirtió a mucha gente! Lo que quiero decir con eso es que incluso los hombres que abogan por la igualdad y el progreso social se niegan a pensar en esa igualdad en la intimidad del dormitorio. Lo noto especialmente con los hombres de mi generación. Creo que para ellos ya es demasiado tarde para cuestionarse. Siempre han estado del lado cómodo, no quieren renunciar a sus privilegios. Es muy complicado aceptar cuestionar tu sexualidad y tus fantasías. Si has fantaseado toda tu vida despreciando a las mujeres, entonces ya es demasiado tarde. Algunas amigas mías, que rondan los 40 como yo, ahora prefieren acostarse con hombres más jóvenes, de 25 o 30 años, porque estos estarían más dispuestos a romper con los viejos esquemas. Pero a mí no me gustan los hombres jóvenes, no me interesan. No me gustan las relaciones de dominación ni en un sentido ni en el otro.

Es muy crítica con la proliferación de prácticas como el sexo anal en las parejas heterosexuales, que considera importadas directamente del porno. ¿Temió que otras feministas la tacharan de sex negative o de tener una visión limitada del sexo?

No soy crítica con ninguna práctica. No soy la policía del sexo. Simplemente constato que cada vez nos imponemos más obligaciones. Antes, el sexo conyugal ya era bastante triste y a veces violento. Hoy ha escalado un peldaño más en esa violencia al imponernos prácticas que pueden hacernos daño. Pienso, por ejemplo, en la exigencia de depilarnos el sexo y el ano. Las mujeres que dicen que se depilan “para ellas” mienten. Nadie se depila la raya del culo por gusto. La prueba: durante el confinamiento por el Covid dejamos masivamente de depilarnos el coño y de embadurnarnos de maquillaje. Abandonamos los tacones que nos hacen sangrar los pies. Dejamos de usar tangas de encaje que raspan. Andábamos en leggins.

¿Cree que fenómenos como el movimiento 4B en Corea o el de las mujeres heterosexuales que abandonan masivamente las aplicaciones de citas y descentran a los hombre de su vida responden a la misma exasperación que su libro, es decir, que estamos ante un fenómeno global de desenganche?

Es, por supuesto, un fenómeno global. Y pensar que esta deserción del sexo solo me afecta a mí y a mi pequeño libro sería un error. Antes de escribir este libro, realicé para France Culture una serie radiofónica sobre la ausencia de sexualidad. ¡Y explotamos los estándares de audiencia! Fuimos la serie más escuchada. La gente se reconocía muchísimo en eso. Lo que me sorprendió fue que encontré muchos perfiles distintos, todos con sus propias razones para dejar de tener sexo. Es un fenómeno global y mundial. Que afecta principalmente a las mujeres, porque son las primeras decepcionadas con el sexo. Pero lo interesante es que también hay muchos hombres jóvenes a los que ya no les interesa.

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Las mujeres ya no quieren fingir. Las mujeres ya no quieren imponerse relaciones a las que no quieren consentir. Creo que eso es lo que ha cambiado en nuestra sociedad: colectivamente hemos tomado conciencia de lo que significa el consentimiento. Hemos tomado conciencia de que hemos sufrido violaciones ordinarias. Uno de los ejemplos que cito en el libro es el de ser penetrada mientras dormimos.

No conozco a una sola mujer en mi entorno que no haya sido agredida sexualmente o violada. 

Ovidie

Queda claro en el libro que las relaciones heterosexuales son generalmente de muy mala calidad. ¿Podría decirme tres o cuatro cosas que se podrían hacer a corto plazo para mejorar estas estadísticas?

Hacer colectivamente una huelga de sexo y obligarlos a mejorar.

Cuenta que su psicóloga se sorprende de que las violaciones que sufrió le hayan dejado tan pocas secuelas... ¿Se espera siempre que una mujer sufra de una determinada manera?

Creo que no conozco a una sola mujer en mi entorno que no haya sido agredida sexualmente o violada. Eso es lo que nos mostró el #MeToo: nos concierne a todas. Todas hemos vivido violaciones o agresiones de una banalidad demoledora. Frente a ese trauma, tenemos varias formas de reaccionar: hay quienes se recuperan. Y el hecho de que nos recuperemos no minimiza la gravedad de lo que sufrimos. No vamos a disculparnos por seguir viviendo.

¿Aún aspira, como dice Mona Chollet, a ese amor recto que desafía al patriarcado? En el epílogo del libro, usted abre una pequeña rendija para los hombres. ¿Han estado a la altura de esa oportunidad?

¡Ja ja! ¡Me lo preguntan a menudo! En Francia, incluso una periodista de Le Figaro me escribió una carta abierta, publicada en el diario, donde me dice con un tono muy condescendiente que algún día volveré a encontrar el amor y que será maravilloso. Me hizo mucha gracia. Estoy viviendo mi mejor vida desde que dejé el sexo. Nunca he trabajado tanto en mi vida. He realizado muchos documentales y ficciones, he escrito un montón de libros en los últimos cinco años. Defendí mi tesis doctoral. Gané un premio internacional Amy Award. No, de verdad, no tengo ganas de arrastrar un lastre ni de pasarme la vida bebiendo jugo de arándanos porque ese lastre me provocó una crisis de cistitis.

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