Delante de un espejo, una vela encendida y un papel arrancado de una libreta, Clara Lasheras escribió y leyó en voz alta las cincuenta cualidades que debía tener su pareja ideal. Publicista de 28 años, Lasheras confió en un vídeo de TikTok que le aseguraba que si realizaba esa ceremonia encontraría a su pareja ideal a las pocas semanas. Aun así, ha pasado más de un año desde esa experiencia y Lasheras afirma que todavía no ha encontrado a nadie que cumpla con sus expectativas. “Lo hice por las risas con mis amigas”, admite Lasheras.
La creadora de contenido Roxie Nafousi, explicó en el podcast de Chris Donnelly, influencer, que quería “manifestar el amor”. Cada noche se dormía con el ruido de fondo de afirmaciones sobre almas gemelas en YouTube. Semanas después conoció a quién es su marido en la actualidad. En 2022, Nafousi publicó el que ha sido uno de los programas más populares sobre manifestación, Manifestar: 7 pasos para conseguir la vida de tus sueños y se convirtió en uno de los libros más vendidos por Amazon durante ese año.
Salí con un chico y me pasé la cita entera pensando que era majo, pero que no tenía nada especial. No era Xaden, ni Rhysand, ni Pedro Pascal
El testimonio de Clara Lasheras y la experiencia de Nafousi es un reflejo de una generación en la que se entrelazan discursos de empoderamiento emocional femenino, tendencias espirituales sobre la ley de la atracción, y el peso persistente del amor romántico tradicional con el que se han criado. En ese terreno ambiguo se sitúa la búsqueda de relaciones sexo afectivas en la veintena, marcada tanto por la esperanza como por la frustración.
Maike van Damme, investigadora del Centro de Estudios Demográficos, detectó que este malestar no es anecdótico. Una de las conclusiones a las que llegó su estudio Desajustes en la búsqueda de pareja: educación y valores de género en el mercado matrimonial español fue que las mujeres heterosexuales con estudios superiores tienen cada vez más dificultades para encontrar parejas con valores feministas y niveles educativos similares, ya que, según el estudio, “una cuarta parte de las mujeres con estudios superiores permanecerían solteras debido a la falta de una pareja disponible, a menos que se emparejaran hacia abajo”.
Estos discursos se popularizan en las redes sociales y agravan la tensión emocional y las expectativas sobre cómo deben ser las relaciones afectivas. Por la naturaleza de su trabajo, Clara Lasheras admite que vive enterrada en las tendencias digitales: manifesting, scripting, vídeos de tarot o visualización de deseos, que alimentan la sensación de que “puedes conseguir todo lo que te propongas”. Esta supone una narrativa atractiva en la que albergar esperanza y en la que, según Lasheras, siente que ejerce “algún tipo de control” en este aspecto de su vida, pero que a su vez puede tener efectos contraproducentes cuando se aplica a las relaciones afectivas.
“Ahora todos tienen red flags. Me harté de conversaciones banales en apps que no llevaban a ninguna parte, de vídeos en redes sobre cómo se supone que tiene que ser una relación sana, y cuando quedaba con chicos que me interesaban, la cita parecía que fuese una entrevista de trabajo”, confiesa la publicista. Durante el mes de mayo, se viralizó en Instagram, un vídeo del programa TV3, El Col•lapse, en el que Ricard Ustrell, presentador, le preguntaba a Juliana Canet, creadora de contenidos y periodista, cuáles eran las claves para una primera cita. La locutora de radio lo tenía claro: “No me importa de qué pueblo eres. Es la primera cita, quiero saber cosas más importantes porque ya no estamos para perder el tiempo”. Canet proponía responder a cuestiones más ingeniosas que empujan a escoger entre escenarios imposibles. “¿Qué preferirías: estar encerrado en una sala sin ventanas, con una pantera hambrienta, o saber que tendrás un caracol siguiéndote durante toda la vida, que podría parecer inofensivo, pero es un caracol letal?”, planteaba Canet, “es mucho mejor esto que saber cuántos hermanos tienes”.
La distancia entre fantasía y realidad puede provocar sentimientos de insuficiencia, vergüenza y fracaso por no encontrar el ideal de pareja perfecta
Asimismo, Lasheras es también consciente de que su generación está condicionada por ciertos mitos de amor romántico. “Regalar rosas rojas, los paseos bajo la luz de la luna y encontrar a mi media naranja son mitos e ideas romantizadas”, afirma la publicista, “pero eso no significa que no quiera seguir buscando a alguien que cumpla unos mínimos y que me haga sentir especial”. Elena López, terapeuta especializada en relaciones y autora del libro A querer se aprende, advierte sobre los riesgos de este tipo de idealizaciones. Explica que estos mitos “pueden generar problemas de autoestima e incluso dependencia emocional”, y añade que la distancia entre fantasía y realidad puede provocar “sentimientos de insuficiencia, vergüenza y la percepción de estar fracasando” por no cumplir con el ideal de pareja “perfecta”.
Por otro lado, la socióloga Eva Illouz, en su libro El consumo de la utopía romántica, distingue entre el amor y el romance. Mientras que el primero se asocia al crecimiento personal y el bienestar emocional, el segundo está profundamente moldeado por el consumo capitalista: una construcción idealizada basada en productos culturales que difícilmente se corresponde con las relaciones reales.
A pesar de todo, renunciar a esa utopía, es muy fácil por escrito, pero en realidad no siempre resulta simple. “Ya he invertido demasiada energía emocional decepcionada y esperando algo que no llega”, confiesa Lasheras sobre el motivo que la llevó a realizar aquel ritual de TikTok. “Hace unas semanas salí con un chico y me pasé la cita entera pensando que era majo, pero que no tenía nada especial. No era Xaden, no era Rhysand, no era Pedro Pascal”, admite la publicista con relación a personajes de novelas y actores que se han popularizado durante los últimos dos años en redes, como los describe ella como “hombres perfectos”.
Lasheras reconoce que comparar personas reales con personajes ficticios no es justo, pero también admite que en la actualidad es “casi inevitable”, ya que consume cultura pop a diario. La fictofilia, atracción romántica o afectiva hacia personajes de libros, series o películas, se ha normalizado en algunas comunidades online como una forma de protección emocional. En TikTok, por ejemplo, muchas lectoras hablan de su book boyfriend, un novio idealizado surgido de una novela, un fenómeno que ofrece consuelo y seguridad cuando las relaciones reales resultan inciertas o dolorosas.
Me he vuelto tan consciente de las red flags que no sé si me estoy protegiendo o saboteando. Mi madre no tenía miedo al ‘ghosting’ porque no sabía lo que era
Para la psicóloga Elena López, sin embargo, esta idealización puede pasar de refugio emocional a una forma de exigencia inalcanzable. Advierte que cultivar un vínculo emocional con “parejas perfectamente trabajadas en terapia”, aquellas figuras tan pulidas que parecen diseñadas para cumplir todos los requisitos, o los populares “hombres escritos por mujeres”, como han sido nombrados tradicionalmente Mr. Darcy, de Orgullo y Prejuicio, o Edward Cullen, de Crepúsculo, puede oscurecer las dificultades reales. “Las relaciones no son cuestión de blancos o negros. Siempre hay una escala de grises”, reflexiona. En otras palabras, lo ficticio puede llevar a una visión demasiado rígida que no deja espacio para la complejidad humana.
Además, esta generación en busca de conexiones sociales reales, sufre la maldición de la hiperconectividad constante, a través de múltiples canales de comunicación, donde también se redefinen constantemente los roles de género y los vínculos afectivos, y donde el lenguaje emocional también se transforma. Es el ejemplo de las nuevas palabras anglosajonas cada vez más normalizadas como “ghosting”, “gaslighting”, “love bombing” o “red flags”, que inundan las conversaciones, y han creado un nuevo marco de análisis, lo que a menudo se traduce como una “hipervigilancia emocional”, según explica López.
“Si un chico tarda más de dos horas en responder un WhatsApp ya empiezo a sospechar”, comenta una amiga de Lasheras. “Me he vuelto tan consciente de las red flags que a veces no sé si me estoy protegiendo o saboteando”. Las expectativas románticas, entre el guion aprendido de la cultura pop y la presión de “tenerlo todo trabajado”, se convierten en una brújula emocional para algunas, pero también en una barrera que impide disfrutar del proceso relacional real, comenta López.
“Mis padres se conocieron de forma orgánica. Mi madre no le tenía miedo al ghosting porque no sabía lo que era”, narra Lasheras. “Mi padre llamaba al teléfono fijo de casa, y respondían mis abuelos. Si no se llamaban, se veían al día siguiente donde habían quedado”. Hoy, en cambio, el amor se juega entre pantallas, algoritmos y rituales de manifestación. A veces, entre la esperanza y la resignación, al final la cuestión que se plantea Lasheras, no es si llegará esa persona ideal, “sino si soy capaz de reconocerla sin esperar que se comporte como si saliera de mi cabeza”.