La Encuesta de Condiciones de Vida del INE (Instituto Nacional de Estadística) (2023) revela que el 72,6 % de los españoles de 16 años o más declara un nivel alto o muy alto de satisfacción vital, con una media de 7,2 sobre 10. El estudio Felicidad y valores sociales del CIS (Centro de Investigaciones Sociológicas) de 2024 apunta en la misma dirección: el 80,4 % de los españolas se considera feliz, y un 83 % comparte la convicción de que “solo se puede ser feliz si también lo son las personas que te rodean”.
Sin embargo, la Encuesta de Salud de España de 2023 alertaba de que un 29,8 % de los adultos presenta síntomas depresivos, con mayor incidencia en mujeres (35,1 %) que en hombres (24,4%). Una paradoja que invita a reflexionar. Con el tiempo entendemos que sumar experiencias también significa renunciar. Cerrar una relación, dejar un trabajo o aflojar expectativas no es perder, sino hacer sitio. ¿No es acaso en ese acto de soltar donde empieza realmente el espacio para lo nuevo?
El coste emocional de lo que dejamos atrás

Romper una relación no es siempre un paso atrás
En la madurez puede costar más desprenderse de una relación, un proyecto o una expectativa que ya no encaja. Ana Villarrubia Mendiola, psicóloga sanitaria, apunta que muchas personas sienten -a veces, de forma irracional- que les queda menos tiempo para corregir errores o iniciar nuevos proyectos. También influye el apego a lo familiar y la dificultad de empezar de cero.
La especialista diferencia claramente entre rendirse y soltar con madurez. “La rendición tiene más que ver con la resignación, la tristeza y el vacío; mientras que renunciar con madurez tiene más que ver con la sana aceptación, con el razonamiento lógico y sereno..., pero se experimenta sin ansiedad, con más paz y tranquilidad”, apunta.
En este sentido, destaca el fundamental papel de toda terapia psicológica: “Conlleva un proceso profundo de reflexión, un recorrido de autoconocimiento, de sana y auténtica aceptación, de toma de conciencia y, en consecuencia, de toma de decisiones lógicas, racionales y coherentes con los valores que uno profesa”.
Heridas que dificultan soltar
En la edad adulta, los vínculos y los miedos se vuelven especialmente determinantes. Lo refiere la psicóloga Dolores Mosquera Barral, que forma parte del equipo del Instituto de Investigación y Tratamiento del Trauma y los Trastornos de la Personalidad (INTRA-TP): “Muchas personas se aferran a relaciones o proyectos que ya no les aportan nada, prolongando un sufrimiento que perciben como menor frente al miedo a perder”. Lo hacen por pánico a ser abandonadas o a la soledad, porque priorizan lo conocido frente a la inseguridad que implica lo nuevo, explica.
A ello se suma “el coste percibido de lo invertido: tiempo, esfuerzo y emociones que hacen difícil aceptar que lo vivido ya no encaja”. Mosquera afirma que “las personas que han hecho un proceso de reflexión y trabajo personal suelen identificar con mayor claridad lo que ya no les sirve y entienden que soltar no significa fracaso, sino abrir espacio para alternativas más sanas”.
Cuando no ha habido ese trabajo personal, los problemas de apego no resueltos y las heridas del pasado hacen que despedirse se perciba más como un peligro que como un alivio, argumenta. “Soltar con madurez implica reconocer lo vivido, darle valor y aceptar las emociones sin negarlas ni evitarlas”, identifica la experta. Expone que se trata de un acto consciente en el que se honra la función que esa relación o proyecto tuvo en su momento, aunque en la etapa vital actual no encaje.
Por el contrario, rendirse suele ser la consecuencia de un esfuerzo excesivo cuando se ha cargado con más responsabilidad de la que le correspondía: “Uno se siente agotado, decepcionado y coloca la culpa en el otro o en sí mismo creyendo que aún debería esforzarse más”. Esta salida, advierte, “genera emociones depresivas y refuerza patrones de sobrecarga, manteniendo vínculos dañinos hasta que vuelve a rendirse”.
Las generaciones más jóvenes suelen aceptar con mayor naturalidad y tranquilidad que tu proyecto vital no es estático
Carmen Moreno Lorite, psicóloga y socióloga, directora del Centro de Psicología Armonía y Desarrollo, comenta que en nuestra cultura suele asociarse el “permanecer” al éxito: “continuar con la pareja, el trabajo o el lugar de residencia puede hacer sentir a la persona que lo está haciendo bien”.
El dilema, aclara, surge cuando alguien no está bien, pero permanece. En esos casos, insiste, el verdadero éxito se materializa en dejar ir lo que ya no es y ayudarse a afrontar la existencia con paz y bienestar. “Lo que un día ha tenido sentido ya no lo tiene”, reflexiona.
“Las generaciones más jóvenes suelen aceptar con mayor naturalidad y tranquilidad que tu proyecto vital no es estático”, agrega. Para esta psicóloga, aceptar que los vínculos o trabajos cambian forma parte de un modelo vital más flexible que se juzga menos que en otras épocas.
La profesional resalta, sin embargo, que la presión social, procedente de la familia, el entorno o incluso las redes sociales, puede convertirse en un obstáculo. Según Moreno, es importante aprender a aceptar que no a todo el mundo le va a parecer bien lo que haces.
En su opinión, este cuestionamiento vital se intensifica especialmente a partir de los 50 años, cuando llega el momento de hacer balance: “¿Qué es lo que te hace levantarte por la mañana con ilusión… o al menos, con sentido?”. En el momento en el que las metas y expectativas desaparecen puede surgir la sensación de vacío y desmotivación.
Moreno confirma que no temer “dejar ir” es clave para reencontrarse con uno mismo y construir la vida deseada. Para muchas mujeres, asegura, este proceso resulta más difícil debido al rol histórico de cuidadoras y sostén de vínculos familiares. Salir de ese papel puede despertar sentimientos de culpa, tales como el de sentirse “mala madre” o “mala pareja”.
Raúl Gómez-Carmona Fernández, doctor en psicología, recuerda el caso de una persona que tuvo que vender su casa familiar y lo vivió como un proceso traumático. Lo interpretó como una involución, no como una oportunidad de crecimiento. El experto explica que la idea de desprenderse está ligada a la sensación de seguridad que construimos alrededor de lo conocido. “Lo único que tenemos seguro en esta vida son las transformaciones”, mantiene. Gómez-Carmona enumera varios beneficios psicológicos de soltar:
Beneficios de aprender a desprenderse 1Autoconocimiento: las transiciones nos enfrentan a situaciones que nos ayudan a crecer.
2Mayor autonomía y control emocional: aprendemos a gestionar mejor lo que sentimos.
3Libertad emocional: nos permite experimentar con autenticidad y tomar decisiones propias.
Entre sus recomendaciones, insiste en la importancia de ser sinceros con uno mismo y asumir que soltar es una elección, no una imposición. También aconseja apoyarse en las personas cercanas, evitar castigarse emocionalmente, reconectar con el presente y, sobre todo, ver el acto de soltar como una oportunidad de crecimiento.