Una de las teorías de la conspiración más famosas sobre Internet es que la mayor parte del contenido que vemos en la red está generado por bots controlados por gobiernos y poderes oscuros. Es el bulo del Internet Muerto. Como suele suceder con este tipo de cosas, la verdad se mezcla con la mentira.
OpenAI, creadores de ChatGPT, han lanzado junto a Sora 2 una aplicación para teléfonos en Estados Unidos. No solo sirve para crear vídeos con la nueva versión del generador de vídeo de OpenAI, sino que también funciona como una red social muy similar a TikTok. La diferencia es que todo el contenido ha sido creado con IA.
Contenido creado con IA
No nos hace tanta gracia ver a un perro haciendo piruetas si el perro no existe
La app Sora para iOS
Es difícil saber si OpenAI logrará tener éxito con su red social, pero hay algo muy inquietante en ella. No es ya que el contenido sea curado por algoritmos, como sucede en TikTok, sino que la propia IA genera vídeos en función de lo que nos atrae. Si a medio o largo plazo la fórmula mejora, estaríamos ante una máquina de entretenimiento peligrosamente adictiva.
El mayor problema al que se enfrenta Open AI con esto no es solo técnico, si no otro mucho más complejo: no nos hace tanta gracia ver a un perro haciendo piruetas si sabemos que el perro no existe. Uno de los problemas de la IA, al menos en el contenido audiovisual, es que se lleva bien con la ficción, pero muy mal con la realidad.
El director de cine Werner Herzog, en su libro The Future of Truth, lanza una reflexión interesante sobre esto: “la IA tiene en sí misma el potencial de sernos de gran ayuda. Puede ofrecernos ideas y sugerencias que nunca se nos habrían ocurrido. Y más aún: vamos a experimentar una reinterpretación de nuestra realidad y de cómo la comprendemos”.
Eso ya está sucediendo. La realidad de Internet se está transformando cada vez más por la IA. El ejemplo más claro lo encontramos en que Google haya transformado su buscador en una especie de asistente de IA que nos da resúmenes de la información que buscamos. Provocando que cada vez entremos menos en las páginas web que contienen la información.
También las webs y las redes sociales están plagadas de contenido generado por IA. Cada vez es más difícil saber si un vídeo o una foto publicados en Instagram o TikTok han sido generados por IA. Algo que, paradójicamente, no sucede en la red social Sora, donde al menos sabemos que todo lo que vemos ha sido generado con una máquina.
Internet todavía sigue siendo un terreno próspero para los creadores de contenido más o menos independientes, pero está claro que la IA les amenaza. Si en un determinado momento los contenidos creados con IA logran igualar o mejorar los que son capaces de crear algunos humanos (no todo el contenido tiene sentido generarlo así), Internet puede empezar a ser un sitio cada vez más extraño.
Conspiranoia... ¿o no tanto?
La Teoría del internet muerto
Captura de vídeo creador con Sora 2
El propio Sam Altman explicaba en X que ha comenzado a creer en la teoría bastarda del Internet muerto al comprobar que muchas cuentas de esta red social eran simplemente bots creados por LLM, modelos de inteligencia artificial generativa.
Según el informe 2025 Bad Bot Report (PDF) publicado por Imperva, una empresa de seguridad especializada en neutralizar la acción de los bots, en 2024 los bots generaron por primera vez más de la mitad del tráfico total de internet. Un 51 por ciento del volumen global. Dentro de ese tráfico automatizado, los llamados bad bots (diseñados para realizar acciones maliciosas o abusivas) representaron un 37 por ciento del total, frente al 32 por ciento registrado el año anterior. Según este estudio estaríamos en un punto de inflexión histórico: por cada usuario humano navegando, hay una cantidad equivalente o superior de tráfico generado por sistemas automatizados.
El informe también señala que sólo un 14 por ciento del tráfico automatizado corresponde a los llamados good bots, es decir, a procesos como los motores de búsqueda o rastreadores técnicos. El crecimiento del tráfico malicioso se atribuye en gran parte al uso de herramientas de inteligencia artificial que facilitan la creación de bots sofisticados, capaces de evadir medidas de seguridad. Estos datos evidencian un cambio profundo en la composición del tráfico web y confirman que la automatización, tanto legítima como criminal, se ha convertido en un elemento estructural del ecosistema digital actual.
El informe When Online Content Disappears del Pew Research Center, un think thank estadounidense, analiza cuánto contenido que existía en Internet deja de ser accesible con el tiempo, cómo y por qué eso sucede. Los investigadores tomaron varias muestras de páginas web entre 2013 y 2023 de repositorios como Common Crawl, y luego comprobaron cuántas de esas páginas seguían disponibles en 2023.
Desaparición de contenido
Un 25 por ciento de las páginas web que existían entre 2013 y 2023 se han esfumado
También examinaron los enlaces dentro de sitios gubernamentales, de noticias y en Wikipedia para ver cuántos de esos enlaces apuntan a páginas desaparecidas. Además, hicieron seguimiento a tuits públicos durante un período de tres meses para identificar cuántos dejan de estar visibles.
Las conclusiones son bastante demoledoras: la desaparición digital es algo frecuente: un 25 por ciento de las páginas que existían entre 2013 y 2023 no eran accesibles en 2023, y ese porcentaje sube al 38 por ciento para las páginas de 2013. En cuanto a los enlaces, aproximadamente un 23 por ciento de las páginas de noticias y un 21 por ciento de las páginas de gobiernos contienen links rotos. En Wikipedia, más de la mitad de las páginas tienen al menos un enlace de referencia inaccesible. Del material en redes sociales, cerca de un 18 por ciento de los mensajes publicados en X ya no se pueden ver públicamente pocos meses después de publicarse.
Si algo nos ha demostrado Internet a lo largo de su historia, es que es casi imposible predecir cómo evolucionará. También hay demasiado drama en el calificativo de Internet muerto, pero de lo que no tenemos ninguna duda es que el Internet creado y comandado por personas está perdiendo terreno. Incluso las propias máquinas están a su manera confusas, pues no tienen la certeza de saber si hablan con personas o con otras máquinas.



