Un hombre que vivió hace casi 5.000 años en el Antiguo Egipto, en la época en que se construyó la primera pirámide en Saqqara, tenía ancestros que habían llegado de Mesopotamia. Así lo demuestra el análisis del primer genoma completo de una persona de la civilización egipcia, un logro que los especialistas en ADN antiguo habían intentado sin éxito desde hace 40 años.
El hallazgo, que se presenta hoy en Nature, demuestra que los intercambios entre Mesopotamia y el valle del Nilo en los albores del Antiguo Egipto no fueron solo comerciales y culturales, sino que también comportaron migraciones de personas.
El genoma corresponde a un hombre, ya que tiene el cromosoma Y. Medía alrededor de 1,60 metros y probablemente tenía unos 60 años cuando murió, tal vez algunos más, según se deduce del desgaste de sus dientes y de los signos de artrosis en sus huesos. “Era increíblemente viejo para la época y había tenido una vida físicamente dura”, explicó ayer en rueda de prensa Joel Irish, coautor de la investigación de la Universidad John Moores de Liverpool.
Los huesos, datados por radiocarbono, tienen una antigüedad de entre 4.500 y 4.800 años. Corresponden a la transición entre el Periodo Arcaico y el Imperio Antiguo, en los inicios de la civilización egipcia.
Urna de cerámica de casi un metro de diámetro en que se enterró el cuerpo del hombre de Antiguo Egipto cuyo genoma se ha secuenciado
El análisis del esqueleto indica que el hombre pasaba gran parte del tiempo sentado sobre una superficie dura, con las manos y los brazos extendidos y con la cabeza mirando hacia abajo. Probablemente era alfarero, ya que el desgaste de sus huesos indica que debía trabajar con un torno, un avance procedente de Mesopotamia que se introdujo en Egipto en aquella misma época.
Fue enterrado en una urna de cerámica depositada en la ladera de una colina en Nuwayrat, 265 kilómetros al sur de El Cairo, lo que facilitó que su ADN se conservara en suficiente buen estado para secuenciar su genoma completo. Por el contrario, todos los intentos de recuperar genomas completos de momias han sido infructuosos, porque el ADN se degrada con el calor. Solo se han obtenidos secuencias de otros tres genomas del Antiguo Egipto, todos ellos incompletos y correspondientes a la época final de la civilización.
Los contactos entre el Antiguo Egipto y la civilización sumeria no fueron solo culturales y comerciales sino también genéticos
El hombre había tenido una dieta omnívora y de niño se había alimentado de plantas y animales típicos de Egipto en la Antigüedad, como trigo y cebada, según se desprende del análisis isotópico de sus dientes. “Todos los resultados son consistentes con que había crecido en el clima seco y árido del valle del Nilo”, escriben los autores de la investigación en Nature.
Pero el análisis de su genoma indica que una parte de sus ancestros procedía de Mesopotamia. Concretamente, el 20% de su ADN viene de aquella región, donde entonces prosperaba la civilización sumeria. El otro 80% es de origen norteafricano, lo que indica que podía descender de poblaciones autóctonas del valle del Nilo, o bien de ancestros llegados de otras regiones del norte de África. Por el contrario, el genoma no presenta ninguna herencia reciente de poblaciones de África subsahariana.
La pirámide escalonada de Saqqara se construyó aproximadamente en la misma época en que vivió el hombre del que se ha secuenciado el genoma
El análisis “nos permite tener por primera vez una visión de la ascendencia genética de las gentes del Antiguo Egipto”, declaró en la rueda de prensa Adeline Morez, primera autora de la investigación, del Instituto Francis Crick en Londres. Según Morez, “lo más probable” es que “la mezcla genética entre Mesopotamia y el Antiguo Egipto empezara unos 5.000 años antes de que viviera nuestro individuo” y se prolongara “durante cientos o miles de años”. Pero advirtió que su análisis se basa en un solo individuo y que será necesario analizar más genomas del Antiguo Egipto para tener una visión más completa.
Egipto fue uno de los primeros lugares que adoptó las innovaciones introducidas en el neolítico en Mesopotamia y el Levante mediterráneo, como la agricultura, la ganadería, la cerámica, los asentamientos urbanos y nuevas jerarquías sociales. Mesopotamia y Egipto fueron también, con poco tiempo de diferencia, de los primeros lugares donde apareció la escritura.
Tumbas cavadas en la roca en Nawayrat (Egipto), donde se encontraron los restos del individuo cuyo genoma se ha secuenciado
Los nuevos datos indican que los contactos entre Egipto y Mesopotamia no fueron solo comerciales y culturales sino también genéticos, afirman los autores de la investigación. No está claro en qué medida estos contactos fueron directos y en qué medida se hicieron a través del Levante mediterráneo y Anatolia, regiones que abarcan las actuales Jordania, Israel, Líbano, Siria y Turquía.
Los restos del “individuo de Nuwayrat”, como le llaman los investigadores, se recuperaron en 1902 como parte de las excavaciones realizadas en Egipto por el arqueólogo británico John Garstang. Es uno de los ocho restos de entierros que Garstang se llevó a Inglaterra, sobre los más de 900 que excavó a lo largo de su carrera, como parte del acuerdo de 1883 entre Egipto e instituciones extranjeras, que permitía la exportación de piezas arqueológicas si había otras equivalentes en cantidad suficiente en museos de Egipto. Los restos se encuentran actualmente en el World Museum de Liverpool.
