Durante décadas, los gorilas de montaña han sido considerados el ejemplo perfecto de dominancia masculina en el reino animal. Su imponente tamaño, el liderazgo de los machos alfa y su feroz competencia por las hembras parecían confirmar la idea de que el poder, al menos entre primates, es cosa de hombres. Pero una nueva investigación a cargo del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva y la Universidad de Turku cuestiona este dogma. Tras 25 años de observaciones en la selva de Uganda, los científicos han demostrado que la mayoría de las hembras adultas no solo desafían, sino que en muchos casos superan en rango a machos que no ocupan la posición alfa, a pesar de que estos las duplican en peso y fuerza.
El hallazgo pone en entredicho la idea de que la dominancia masculina es universal entre los mamíferos y obliga a reinterpretar el papel del sexo y la fuerza en la evolución del poder social. En palabras del estudio, los resultados “cuestionan el arquetipo del poder masculino en una especie con un dimorfismo sexual extremo”.
Las hembras dominantes tienen prioridad de acceso a recursos valiosos
El equipo, que presenta sus resultados en la revista Current Biology, analizó más de 1.100 interacciones agonísticas —evitaciones y desplazamientos— entre machos y hembras adultas de cuatro grupos de gorilas del Parque Nacional Impenetrable de Bwindi, Uganda. Estas interacciones se midieron observando quién evitaba a quién o quién cedía el paso en disputas sobre el espacio o el alimento. En total, las hembras ganaron el 28 % de los enfrentamientos (aproximadamente uno de cada cuatro) frente a machos adultos no alfa.
La clave, según los investigadores, no radica únicamente en el cuerpo, sino en las alianzas sociales. Las hembras con vínculos más estrechos con el macho alfa eran más propensas a imponerse sobre los subordinados. “Nuestros resultados mostraron que las hembras tenían más probabilidades de superar en rango a los machos adultos jóvenes y mayores, que siguen siendo mucho más grandes que las hembras adultas”, afirma la autora Martha Robbins, directora del proyecto de investigación.

Los gorilas de montaña presentan asimetrías extremas en el tamaño corporal y canino
Además, esta posición social se traduce en ventajas concretas. Las hembras que dominan a ciertos machos disfrutan de prioridad de acceso a recursos valiosos, como la madera en descomposición, una fuente escasa pero rica en sodio. Este patrón contradice la idea clásica de que machos y hembras compiten por recursos distintos —ellos por hembras, ellas por alimento—, y muestra que también hay competencia directa entre sexos por un mismo bien.
Según los autores, las hembras no obtienen su poder mediante el ciclo reproductivo ni gracias a alianzas entre ellas —como sucede en otras especies—, sino mediante factores como el respaldo del macho alfa o su propia permanencia en el grupo, un activo que los machos subordinados prefieren no poner en riesgo. “Los machos no alfa, con poco control reproductivo, podrían ceder ante las hembras como forma de negociar futuras asociaciones con ellas y/o para evitar ser expulsados del grupo”, plantea la investigación. Esta dinámica muestra que el poder puede ejercerse sin violencia, a través del control de recursos sociales y relacionales.
En los grupos con varios machos, el 88 % de las hembras llegó a ocupar una posición superior a al menos uno de ellos. Aunque el liderazgo de los machos alfa sigue siendo incuestionable —ninguna hembra logró superarlos—, esta estructura de poder mixto revela una jerarquía más flexible de lo que se pensaba hasta ahora. “Sabemos que las gorilas hembra pueden elegir con qué machos reproducirse, un rasgo vinculado a un mayor poder femenino entre los primates”, subraya el autor principal Nikos Smit, investigador postdoctoral en las dos instituciones involucradas, en un comunicado oficial.
Las relaciones tradicionales de poder entre mujeres y hombres revisadas
Los resultados tienen implicaciones más allá de los gorilas. Al demostrar que las relaciones de poder entre sexos no están determinadas exclusivamente por la fuerza física ni son universales entre primates, este estudio también desafía la noción de que la patriarcalización humana sea una herencia evolutiva inevitable. “Nuestro estudio sugiere que el moderado dimorfismo sexual en el tamaño de los humanos no es una condición suficiente para impulsar las asimetrías de género generalizadas en el poder en las sociedades humanas”, añaden los autores en la nota oficial.
Los gorilas se suman así a una lista creciente de especies —como los bonobos o las hienas moteadas— donde el poder no recae exclusivamente sobre los machos. Los autores proponen repensar las narrativas sobre el origen del poder masculino en la evolución humana. Si en una especie tan dimórfica como el gorila las hembras pueden escalar posiciones y obtener beneficios clave, quizás la dominancia masculina en nuestra propia especie no está predeterminada por la biología, sino moldeada por complejos entornos sociales, culturales y ecológicos.