Los perros maltratados en su infancia son más propensos al miedo y la agresividad de adultos
Comportamiento animal
La genética hace a ciertas razas más resilientes frente al aislamiento y las agresiones físicas
En razas populares como el Labrador Retriever, el nivel de miedo y agresividad apenas varia independientemente de su historia vital
Un tercio de los perros de compañía ha sufrido experiencias negativas en sus primeros meses de vida, y esas cicatrices tempranas dejan una huella duradera en su carácter. Así lo revela el mayor estudio realizado hasta la fecha sobre cómo la adversidad temprana afecta al comportamiento canino. El trabajo demuestra que los cachorros expuestos a traumas como abandono, maltrato o aislamiento presentan en la edad adulta niveles más altos de miedo y agresividad que aquellos criados en entornos estables.
La investigación, liderada por la neuróloga Julia Espinosa de la Universidad de Harvard, analizó a 4.497 perros de 211 razas diferentes, con una edad media de 5,4 años. Los dueños completaron un extenso cuestionario validado internacionalmente, el Canine Behaviour Assessment and Research Questionnaire (C-BARQ), que evalúa la respuesta de los animales ante 45 situaciones habituales: desde ruidos fuertes hasta la visita de desconocidos al hogar. Paralelamente, informaron sobre la historia vital de sus mascotas, incluyendo posibles episodios de abuso, negligencia, separación temprana de la madre o accidentes graves.
Resiliencia hereditaria
Los resultados muestran que los perros que vivieron adversidades antes de los seis meses presentaron puntuaciones significativamente más altas de miedo y agresividad que aquellos sin estas experiencias tempranas. Según los autores, que presentan hoy los resultados en la revista Scientific Reports, el efecto fue “comparable o incluso superior” a otros factores conocidos, como la edad, el sexo o el hecho de estar castrados. El estudio recalca que este periodo inicial constituye una “ventana crítica” en el desarrollo del comportamiento, similar a lo que ocurre en la infancia humana.
El análisis también muestra que no todas las razas reaccionan igual ante los abusos en fases tempranas. Los American Eskimo Dogs, los American Leopard Hounds o los Huskies siberianos presentaron diferencias marcadas entre los que habían sufrido adversidad y los que no. En cambio, razas populares como el Labrador Retriever o el Golden Retriever parecieron más resilientes, su nivel de miedo y agresividad apenas variaba independientemente de su historia vital. “Algunas razas parecían tener un mayor riesgo de desarrollar comportamientos temerosos y agresivos tras experiencias adversas en la primera infancia, especialmente aquellas razas criadas históricamente para la guarda de ganado o la caza”, apunta el estudio.
Este hallazgo sugiere una conexión entre genética y ambiente, en lo que los investigadores denominan “interacciones gen-ambiente”. Dicho de otro modo, igual que en las personas, algunos perros parecen nacer con un umbral de sensibilidad mayor o menor ante el estrés.
Adopciones y terapias adaptadas a razas más vulnerables
Los cuestionarios se recopilaron entre octubre de 2022 y julio de 2024. Para evitar sesgos, los autores solo contabilizaron como adversidad aquellas respuestas en las que los dueños podían precisar con seguridad qué había sucedido y en qué momento de la vida del animal. Se incluyeron ejemplos concretos, desde castigos físicos hasta estancias prolongadas en refugios, lesiones graves o miedo intenso provocado por personas.
La agresividad y el miedo en los perros están entre las principales causas de abandono, mordeduras y eutanasia. Comprender qué factores aumentan el riesgo ayuda a diseñar programas de prevención y rehabilitación. “Los hallazgos sugieren que las experiencias negativas en la vida temprana pueden tener efectos psicológicos duraderos en los perros, como también ocurre en los humanos”, señalan los investigadores en un comunicado oficial.
Los autores insisten en que los resultados deben interpretarse con cautela. El estudio no implica que todos los perros maltratados se vuelvan agresivos, ni que todas las razas respondan de manera uniforme. Más bien abre la puerta a intervenciones específicas como programas de socialización temprana, terapias de modificación de conducta o incluso estrategias de adopción adaptadas a razas más sensibles.