¿Merece la pena una freidora de aire? Algunas pistas para decidir antes de pedírsela a los Reyes

Con las freidoras de aire ocurre como con el gin-tonic: todo el mundo pensaba que se iba a pasar de moda, pero ahí siguen. Da igual que en realidad no frían y que sean sencillamente pequeños hornos de convección, los datos abalan que es el pequeño electrodoméstico del momento y hay muchas posibilidades de que aparezca en las lista de regalos de estas Navidades. ¿Pero merecen la pena o simplemente es una forma de ocupar media encimera de la cocina? ¿Se pueden utilizar para casi todo o tras el entusiasmo inicial acabará arrinconada? Durante unos meses hemos utilizado tres modelos muy diferentes para intentar buscar respuesta a estas dudas.

En realidad, sobre su popularidad hay poco margen de duda. Según datos de AECOC (Asociación de fabricantes y distribuidores) el año pasado las ventas se dispararon en más de un 150%. Eso explica la enorme oferta disponible, con una gran variedad de marcas, diseños y precios que hacen que la elección de un modelo concreto pueda resultar un pequeño laberinto. Todos se parecen y hacen lo mismo o parecido, pero hay mucha variantes.

La primera y muchas veces única pregunta que cabe hacerse es si se va a utilizar. Y aquí la voz de los expertos no sirve de mucho porque, como suele pasar con cualquier aparato, las manías personales o lo que habitualmente se cocine en casa será lo que determinará si una air fryer merece o no un espacio en nuestra casa.

Del mismo modo que hay personas capaces de organizar un menú completo tirando de microondas y otras familias sobreviven sin él, una de estas freidoras puede acabar condenada a freír patatas una vez al mes o convertirse en la herramienta más versátil de la casa.

Porque más allá de marcas, modelos, precios o diseños, la clave es su uso y lo que podemos hacer en ella. Y la respuesta es relativamente sencilla: lo mismo que en un horno de convección, es decir, con ventilador. Compararla con este aparato y no con una freidora de aceite convencional es básico para evitar decepciones y poder entender su potencial.

Que cualquiera de estas air fryer es más pequeña que un horno no requiere mucha explicación. Lo interesante son sus ventajas. “Ahorra hasta un 53% de energía y un 40% de tiempo de cocción”, promete Panasonic al hablar de su NF-CC600, uno de los modelos que han pasado por nuestra cocina durante unas semanas.

Cuesta menos, en todos los sentidos, que poner en marcha el horno y son notablemente más rápidas. Esa es, sin duda, la gran ventaja de estos aparatos que lucen especialmente al freír (en realidad hornear buscando resultados crujientes) verduras, unas alitas de pollo, conseguir en minutos un bocadillo con el queso totalmente fundido o recalentar unos trozos de pizza y conseguir que queden perfectos.

Como decenas de vídeos y recetas se empeñan en repetir, sirve para mucho más. Incluso, por cierto, para cocer un huevo, aunque no le acabamos de ver el sentido a este tipo de preparaciones en un aparato así. Además, todos los modelos comparten funciones que incluyen básicamente esa función de simular una fritura, el horneado convencional, deshidratar o cocinar a baja temperatura…

¿Podemos asar un pollo? Si entra, por supuesto. Pero seguramente será más rápido y quedará mejor preparando unos muslos o las citadas alitas por separado. ¿Y qué pasa con las croquetas o las frituras habituales? Como a estas alturas todo el mundo ya sabe, siempre hace falta rociar con un poco de aceite y el resultado recordará más a unas croquetas o empanadillas al horno que una fritura con abundante aceite. Están bien, pero no es lo mismo.

Aclarados y recordados estos puntos, la elección del modelo debería basarse en cuatro pilares: presupuesto, tamaño, diseño y prestaciones únicas. La citada Panasonic NF-CC600, por ejemplo, cuesta unos 160 euros tiene 6 litros de capacidad y luce uno de los mejores diseños y acabados del mercado.

Ocupa poco para su capacidad y tiene un par de ideas muy buenas: luz interior y una ventana transparente que permite seguir la cocción sin tener que abrirla. Sí, efectivamente, como los hornos de toda la vida. Otro detalle único es el pequeño depósito de agua que incorpora y que, usando una tecnología heredada de los hornos de la marca, permite añadir vapor en momentos del cocinado para evitar que algunos alimentos se resequen.

Para quienes busquen más capacidad, la marca Ninja juega con una muy buena idea: freidoras de dos compartimentos independientes que pueden distribuirse en horizontal o vertical y que suman una capacidad de hasta 9,5 litros.

Hemos probado la Ninja Double Stack SL300EU de 7,6 litros y aunque éramos un tanto escépticos ante la promesa de poder preparar cuatro alimentos diferentes a la vez, la verdad es que es posible gracias a un ingenioso sistema de rejilla elevada en cada comportamiento. Es decir, en cada cajón se puede preparar algo en la base y otro plato sobre esta rejilla metálica que, además, conseguirá un resultado especialmente crujiente.

Es rápida, versátil con muchas opciones para asustar por separado o sincronizar ambas bandejas y, aunque hay margen de mejora en los acabados y sistemas de control para su precio (unos 230 euros el oficial sin rebajas) es perfecta para familias que le den mucho uso y para aprovechar un espacio vertical en la cocina.

¿Algo más sencillo y económico? La Xiaomi Smart Air Fryer de 3,5 litros es uno de los modelos más buscados del año. Es fácil de entender porque es pequeña, vistosa, se puede encontrar por menos de 100 euros y su sistema de uso es muy sencillo, con opciones de control también desde una aplicación del móvil. Ideal para indecisos.

El argumento de la salud que durante un primer momento fue clave para la popularidad de las freidoras de aire parece que ha ido perdiendo gancho últimamente. A su favor ha jugado, eso sí, el precio disparado de los aceites que invita ya no por salud sino por economía, a hornear en vez de sumergir en aceite.

Aunque es evidente que resulta más saludable un alimento cocinado con unas gotas de grasa que una fritura tradicional con aceite, últimamente se habla bastante de las acrilamidas, un compuesto que se desarrolla al cocinar alimentos a alta temperatura y del que se suele señalar su potencial cancerígeno.

No hay estudios concluyentes que vinculen estos aparatos con la formación de acrilamidas con un uso normal, aunque, lógicamente, si tostamos y requemamos un alimento, el riesgo está ahí. De hecho, lo que sí señalan con claridad todos los estudios es que las posibilidades de formación de estos compuestos son mucho menores respecto a una fritura convencional.

De todos modos, el punto más interesante cuando se habla de freidoras de aire y salud no tiene nada que ver con la tecnología o la forma de cocinado, sino con las elecciones del menú y cómo este aparato puede convertirse en un potenciador de productos precocinados que antes no entraban en casa.

“La freidora de aire puede ser un caballo de Troya para que entren muchos alimentos que no nos interesan en absoluto”, comentaba Javier Morallón, profesor de biología y experto en tecnología de los alimentos, en un artículo publicado por RAC1 sobre estos aparatos. Y confesamos que, durante las pruebas hechas, sí ha ocurrido algo así. No es que los nuggets y las croquetas se hayan convertido en nuestra dieta diaria, pero su presencia sí nos ha llevado a preparar y comer patatas fritas cuando es algo que rara vez ocurría antes.

Un punto a tener muy en cuenta por si estas fiestas aparece una debajo del árbol. De todos modos, la buena noticia es que la coliflor condimentada y con unas gotas de aceite queda riquísima en menos de 10 minutos.