La evolución que ha experimentado el cuchillo en sus miles de años de historia no ha sido solo técnica, sino también estética. Hoy los fabricantes artesanos combinan tradición y diseño actual para crear cuchillos personalizados de alta calidad, apropiados tanto para chefs como para cocineros amateurs.
La historia de Florentine Kitchen Knives comienza en 2012 en Tel Aviv con un proyecto universitario de su fundador Tomer Botner, un joven recién graduado en diseño industrial, que deseaba fusionar su pasión por los materiales y las formas con su amor por la cocina. Su enfoque inicial era el hogar: fabricar cuchillos robustos para la cocina del día a día. No pensaba en chefs ni en restaurantes hasta que Sergio Herman y Nick Bril, chefs galardonados con estrellas Michelin, lo contactaron para crear una serie especial para su nuevo restaurante The Jane en Amberes.

El equipo de Florentine Kitchen Knives, junto con sus fundadores Tomer Botner y Noam Blumenthal
Pasados apenas dos años desde el inicio del proyecto, Tomer Botner no se sentía del todo preparado, pero decidió aceptar el reto. “Ese momento marcó un antes y un después. Nos abrió las puertas al mundo de la alta cocina, algo que ni siquiera nos habíamos planteado”, recuerda Botner. Tiene tatuadas las palabras hand y made en los nudillos, a modo de un homenaje personal al valor de lo hecho a mano.
En 2015, Botner y Noam Blumenthal, su pareja, que antes de entrar en el mundo de los cuchillos artesanos había tenido su propia firma de ropa, tomaron la decisión de mudarse a Barcelona. Explican que les pareció que era el momento de vivir en otro lugar antes de tener hijos. “Cuando llegamos a Barcelona, todavía éramos una marca muy pequeña que producía apenas unos 400 cuchillos al año, hoy ya superamos los 5.000”, comenta Tomer Botner.

El proceso de elaboración de los cuchillos en Florentine Kitchen Knives
Después de tres años en El Raval, donde su proyecto dio los primeros pasos, se trasladaron a Poblenou, donde ahora elaboran todos sus cuchillos. Este mismo espacio vio nacer su quinta colección que hace unos días han presentado a un grupo de cocineros barceloneses, en el transcurso de una cena en la que pudieron probarlos: una serie de 12 modelos, entre los que destacan cinco para los usos esenciales en cualquier cocina –paring, petty, utility, chopper y chef– además de una nueva versión de los cuchillos para carne. Cada uno de ellos es seleccionado según su propósito, ya sea cortar, rebanar, desconchar, pelar, filetear. Al probarlo en la estación de corte, se puede apreciar cómo se adapta a la mano, el balance que ofrece y la suavidad con la que corta.
Florentine Kitchen Knives da un paso más: ofrece la opción de personalizar cada pieza con una variedad de colores y tipos de material, desde el mango hasta la hoja. Cada detalle puede adaptarse para reflejar el estilo y las preferencias de quien lo vaya a usar. Con los precios que oscilan entre los 120 y 265 euros, esta nueva colección se ajusta a las necesidades de cocineros de todos los niveles.
En el taller se expone una muestra completa de los utensilios de la marca, donde se hace visible la evolución de sus diseños a lo largo de esos 13 años de trayectoria. En este periodo han creado cuchillos para proyectos de grandes chefs de todo el mundo: Gordon Ramsay, Christian Bau, Paolo Casagrande, Aitor Zabala, Boja Ordoño Garcia, Swen Wassmer, Jan Hartwig, Carlos Casillas… “A menudo los clientes nos cuentan que descubrieron nuestros cuchillos en un restaurante, les encantaron y decidieron venir a por uno para su cocina”, explica Noam Blumenthal.
La durabilidad y la sostenibilidad son los aspectos en los que ponen el foco. Noam Blumenthal asegura que, bien cuidados, estos cuchillos pueden pasar de generación en generación: se recomienda no meterlos en el lavavajillas, lavarlos a mano, secarlos y evitar el roce con otros utensilios. “Nuestros primeros cuchillos eran numerados y todavía recibimos mensajes de clientes que nos cuentan que siguen utilizando el cuchillo número tal”, dice con una sonrisa Noam Blumenthal.
Pasan sus días entre acero, madera y conversaciones con clientes, trabajando codo con codo con su equipo en el taller. Allí también afilan cuchillos y enseñan su oficio en talleres especializados. Pero no hay espacio para la rutina, porque cada nuevo encargo hace renacer su pasión: experimentar, crear, mejorar.