En los meses en que Gaza quedó asfixiada por el bloqueo alimentario y por la hambruna extrema, un chef español con pasado de corresponsal de guerra decidió que la gastronomía podía (y debía) intervenir. Convocó a algunos de los cocineros más influyentes del país y les dijo: “No hace falta que sepáis de política, solo que tengáis humanidad”. De ese llamamiento de Andrés Torres nació una serie de cenas a cuatro manos que, desde el momento más cruento del conflicto, ha conseguido recaudar 60.000 euros transformados ya en comida, agua potable y ropa de abrigo que está llegando a decenas de miles de personas en la Franja.
En ellas participaron algunos de los restaurantes más significativos de la alta cocina española: el primero fue Culler de Pau, luego Lluerna, Lasarte, Barro, El Celler de Can Roca, Erre de Errechu y, como colofón, Mugaritz. Algunas cenas se celebraron en las cocinas de los propios restaurantes citados; otras, en la masía del Penedès donde Andrés Torres dirige Casa Nova (Sant Martí Sarroca). En todos los casos, la respuesta fue inmediata: nadie pidió tiempo para pensarlo, nadie puso condiciones. Todos aceptaron cocinar sabiendo que sus platos se traducirían en ayuda directa.
En las cenas participaron Culler de Pau, Lluerna, Lasarte, Barro, El Celler de Can Roca, Erre de Errechu y, como colofón del ciclo, Mugaritz
La última de estas cenas solidarias tuvo lugar el lunes en Casa Nova, con Andoni Luis Aduriz de Mugaritz como invitado final. Sobre cada mesa, la carta del menú -impresa con los nombres de ambas casas y el mensaje “Por la población infantil de Gaza”- dejaba claro que aquella noche no sería una cena más. Desde el primer momento, el ambiente tuvo una densidad poco habitual en una sala de alta cocina: todo arrancó con una mujer bailando al son de una canción árabe que clamaba la liberación del pueblo palestino, el servicio avanzó con una solemnidad precisa y en la cocina se trabajaba con una mezcla de concentración, gravedad y oficio.
La carta de Malak Mohamed (15 años) recogida en Gaza por Global Humanitaria
Cartas desde Gaza
Malak Mohamed, 15 años
Soy Malak Mohamed, tengo 15 años. A esta corta edad, ya he presenciado tragedias y sufrimiento.
Era un estudiante exitoso que vivía con mi familia y vecinos, a quienes quiero mucho. Solía levantarme temprano todos los días para ir a la escuela. El 7 de octubre, mis hermanos y yo oímos el disparo de cohetes cerca. Fue entonces cuando el miedo y el horror comenzaron a invadir nuestros corazones. Presenciamos masacres, sangre corriendo como cascadas, edificios derrumbándose… y las calles se convirtieron en nuestros refugios. Nuestro futuro está perdido, y nuestra historia se ha convertido en una de desplazamiento constante de un lugar a otro, llegando a las calles y luego a las escuelas…
En ese momento, se agotó la harina e incluso la carne dejó de estar disponible. Nos privaron de nuestros derechos básicos: seguridad, educación, comida y agua.
Entonces, recibimos la devastadora noticia de que nuestra casa había sido destruida. Mi madre lloró amargamente, diciendo: «No tenemos refugio, viviremos en la calle». Y así fue. Vivíamos en tiendas de campaña, rodeados por las brutales fuerzas de ocupación, así que fuimos a Deir El Balah, Rafah, Khan Youness y luego al centro de Gaza.
Durante el desplazamiento, nos quedamos sin comida ni agua, aferrándonos a la esperanza de escuchar buenas noticias sobre el fin de la guerra.
Ojalá todo el mundo contribuyera a detener esta sangrienta guerra…Soy solo una niña y siempre he soñado con ser médica para curar a la gente, pero esta guerra ha destrozado mis sueños y los de todos los niños palestinos. Alá me basta y es quien mejor gestiona los asuntos. Gracias a todos los que escuchan y leen mis palabras”.
Los platos fueron un diálogo silencioso entre dos maneras de entender la gastronomía muy distintas. Por parte de Casa Nova, la coca de escalibada con su caldo de verduras, la mojama con crema de ajo blanco o la costilla bajo tierra, fueron una expresión directa de una cocina que trata de ser lo más sostenible posible y que bebe de técnicas aprendidas en algunas de las zonas en conflicto por las que pasó Torres como corresponsal de guerra. Mugaritz respondió con destellos de radicalidad: un nigiri envuelto en koji fermentado, un pescado en texturas liofilizado y la Nemesis, su icónico postre de apariencia ósea. Los bocados, muy distintos, estaban unidos por una misma intención: que lo que ocurría en la mesa no eclipsara el motivo real de la cena, sino que lo subrayara.
En uno de los momentos de la cena, Andoni Luis Aduriz tomó la palabra. No levantó la voz, pero cada frase cayó con el peso de un cuchillo sobre la tabla. “Estamos viendo la expresión más inhumana del ser humano”, dijo. “Hay muchas formas de denigrar a una comunidad, a un pueblo. Si matas a los niños, matas su futuro. Si matas de hambre a los que no has podido matar, el hambre deja dos generaciones de impacto en la genética”.
El hambre deja dos generaciones de impacto en la genética
El ciclo completo ha permitido recaudar “cerca de 60.000 euros”, dice Torres, sumando tanto los menús servidos como las aportaciones a la “silla cero” -donaciones directas-. Global Humanitaria, la ONG del chef Andrés Torres, ha transformado esa cantidad en aproximadamente 80.000 raciones de comida, además de agua potable y ropa de abrigo destinada a las familias que continúan viviendo en tiendas improvisadas tras meses de desplazamientos forzosos. La distribución se realiza casa por casa y en coordinación con equipos locales que conocen el terreno, lo que garantiza que la ayuda llegue sin intermediarios. En paralelo, la organización ha habilitado puntos específicos para la entrega de agua y, más recientemente, puntos de reparto de prendas térmicas ante la bajada de temperaturas en la Franja. “Nos lo pidieron porque la gente está completamente expuesta”, explica Torres. “Era necesario”.
Tras el cierre del ciclo español, el proyecto entra ahora en una fase internacional que llevará a Andrés Torres y a parte de su equipo a cocinar en Londres, París, Estambul, Dubái, Roma y Milán -las ciudades exactas se concretarán en las próximas semanas- junto a chefs locales que ya han mostrado su disposición a sumarse. Estos encuentros se extenderán entre diciembre y los próximos seis meses, con el mismo propósito que en el Penedès: convertir cada menú en ayuda directa.
La carta de Mohamed Bakroun (14 años) recogida en Gaza por Global Humanitaria
Cartas desde Gaza
Mohamed Bakroun, 14 años
“Me llamo Mohamed Bakroun y tengo 14 años. Soy un niño al que le encanta jugar y valora la libertad. Pero cuando comenzó la guerra y la hambruna azotó mi ciudad, tuve que empezar a trabajar para ayudar a mi familia.
Antes de la guerra, vivíamos felices: comíamos, bebíamos y disfrutábamos de la vida. Ahora, cada día le rezo a Alá:
“Oh, Alá, deseo que esta guerra termine para poder vivir como los otros niños del mundo”.
Estamos pasando por un sufrimiento insoportable. A veces, apenas encontramos qué comer debido a los precios altísimos, y nos cuesta incluso comprar lo básico.
Rezo constantemente para que termine la guerra porque estoy exhausto. No me siento vivo, me siento muerto por dentro. Todos los días, salimos a buscar comida y agua.
Mi vida está llena de dificultades. Que Alá me ayude a soportarlo. Ojalá todo termine”.
La prioridad seguirá siendo Gaza mientras persista la emergencia humanitaria, pero la estructura de Global Humanitaria intervendrá en otros territorios si estalla una crisis grave. Su modelo funciona en dos tiempos: primero, la respuesta inmediata; después, el trabajo continuado. No entran en un lugar para irse cuando bajan los focos: permanecen, acompañan y reconstruyen. Si la situación en la Franja evoluciona, la misión se adaptará, pero no desaparecerá. Y si otra emergencia aparece en el mapa, actuarán allí sin abandonar lo ya empezado.
Cartas desde Gaza
Durante la guerra de Gaza, Torres activó también una iniciativa distinta, silenciosa y profundamente humana: Cartas desde Gaza, que recoge testimonios escritos por niños atrapados en el horror para que artistas, periodistas y ciudadanos anónimos les respondan con una carta. Para hacerlo no hace falta entender de geopolítica o de conflictos armados, solo de humanidad. “No hay guiones en estas cartas. Enviamos los escritos con la traducción desde el árabe, grabamos la voz del niño o la niña, y luego cada persona responde como le sale del alma. Algunos escriben, otros graban un audio. Algunos lloran”, cuenta Torres sobre esta acción de su ONG Global Humanitaria.
Cartas desde Gaza
Amal Ahmed, 13 años
“Soy una niña palestina de Gaza, tengo 13 años. Me llamo Amal. Una mañana, a las 6:30, me desperté con el sonido de misiles y ruidos aterradores. Fue una época muy difícil. El ejército israelí nos ordenó evacuar nuestras casas, así que fuimos al Hospital Al-Shifa. Sufrí por la escasez de agua y comida. Luego nos trasladamos al oeste de Gaza, y el miedo se apoderó del lugar.
Pasaron los días, luego los meses, hasta que el ejército israelí entró en las zonas y lanzó panfletos sobre áreas residenciales ordenando a la gente evacuar hacia Gaza. Pero mi familia se negó, y fuimos rodeados. Tuvimos que abandonar la casa y huimos a otro lugar. Comenzó la hambruna y continuaron los días de terror. Dormíamos y despertábamos con el sonido de los misiles.
Un día recibimos la noticia de que muchos de nuestros familiares habían sido asesinados. Todos murieron.
Hasta hoy, la guerra no ha terminado y no sabemos cuál será nuestro destino. ¿Viviremos o moriremos como nuestros familiares, amigos y vecinos? ¿Destruirán nuestras casas como destruyeron las suyas?
Espero que la guerra termine y podamos vivir en paz. Quiero volver a la escuela y seguir viva”.
El resultado es tan crudo como esperanzador. En la web del proyecto aparecen nombres como Carlos Bardem, Jordi Évole, Macaco o Muriel Tesson. Pero también voces anónimas que se atreven a hablar de miedo, de hambre, de desesperanza. Pronto este proyecto se convertirá en un libro publicado por Cúpula.
