El vino, presente en celebraciones, comidas familiares y momentos especiales, es una de las bebidas más emblemáticas de la cultura mediterránea. Sin embargo, a pesar de su popularidad, arrastra consigo una cierta complejidad que muchos no llegan a comprender del todo. Durante siglos, el vino ha estado vinculado al clasismo y al esnobismo, como si para disfrutarlo hubiera que tener un conocimiento experto o manejar un lenguaje técnico lleno de matices. Esa percepción ha generado, en ocasiones, inseguridad en quienes simplemente quieren servirse una copa y disfrutarla sin pensar demasiado.
En los últimos años, cada vez más voces dentro del sector vitivinícola intentan romper con estos prejuicios y reivindicar el vino como una bebida para todos. Una de esas voces es la de las hermanas Alba y Sofía Atienza, creadoras de Lacrima Terrae, un proyecto que nació con la misión de acercar el mundo del vino a la gente común, haciéndolo accesible, comprensible y cercano. Su filosofía se basa en eliminar barreras y animar a disfrutar de una copa sin temor a “hacerlo mal”.
Vino con hielo
Una de las cuestiones más básicas y que a la vez genera dudas a la hora de servir vino, ya sea en un restaurante o en casa, es la temperatura a la que lo debemos tomar. Los expertos coinciden en que el vino blanco debe servirse frío para resaltar su frescura, mientras que el tinto se aprecia mejor entre los 16 y 20 grados. Por ello, si el ambiente es cálido, lo recomendable es enfriar la botella en la nevera o incluso en el congelador durante unos minutos antes de llevarla a la mesa. Pero la realidad es que en verano, o en reuniones al aire libre, muchas veces el vino se calienta con rapidez o ni siquiera disponemos de un lugar adecuado para enfriarlo.
Está bien que haya recomendaciones sobre cómo tomarlo para apreciar mejor los aromas, pero al final no dejan de ser eso: recomendaciones
Es en estas situaciones cuando aparece un recurso tan práctico como polémico: el hielo. Para algunos amantes del vino, añadir un cubito es poco menos que una herejía, un gesto que diluye la esencia de la bebida y que rompe con la tradición. Sin embargo, para otros es simplemente una solución lógica para seguir disfrutando de la copa sin que pierda frescura.
Sofía Atienza asegura que lo importante no es tanto seguir las reglas al pie de la letra, sino disfrutar del vino sin prejuicios. “Es una pena que muchas personas no se animen a tomar una copa de vino con hielo porque creen que están haciendo algo mal, cuando en realidad lo correcto es disfrutarlo de la manera que a cada uno le guste”, explica la experta en uno de sus vídeos recientes en redes sociales.
Al final, quien se lo va a tomar eres tú y tienes que hacerlo como más te guste. Da igual lo que diga la policía del vino
Es cierto que el hielo puede suavizar los aromas y restar algo de intensidad al vino, pero eso no significa que esté prohibido. En palabras de Atienza, el error no es añadir hielo, sino dejar de disfrutar de la experiencia por miedo a lo que puedan pensar los demás. Al final, lo fundamental es que cada persona viva el vino como una experiencia personal, sin complejos ni imposiciones.
Y para los que se sigan negando añadir cubitos de hielo a su copa, existen otras maneras eficaces y recomendadas por los expertos de enfriar el vino sin alterar demasiado sus propiedades. Una de las más comunes es colocarlo en una cubitera, aunque también es útil servirlo en copas previamente enfriadas en la nevera, lo que ayuda a mantener la temperatura durante más tiempo. Otra opción práctica es utilizar piedras de acero inoxidable o cubitos reutilizables de gel, que se enfrían previamente en el congelador y permiten refrescar la bebida sin diluirla. Lo único imprescindible, como recuerda Sofía, es la disposición a disfrutar de esta bebida.


