Es como si el cocinero Eugeni de Diego hubiera vivido varias vidas: la que lo llevó a las cocinas de El Bulli; aquella en que dirigió El Bulli Foundation, y la que ahora dedica a emprender en la restauración junto a su pareja, Ana Alvarado, CEO de la próspera empresa que comparten. Su primer proyecto -y otra de las vidas del chef- fue Apluma, un éxito que replicaron y que les permitió arrancar de nuevo con Colmado Wilmot, que empezó a paso ligero y ahora cabalga veloz, llenando en todos lo servicios; después llegaría Lombo, con la cocina italiana como punto de partida, luego extendida a todo el Mediterráneo, a la vez que subía el listón y la sala se iba vistiendo con nuevo mobiliario y algunas piezas de arte.
Hubieran podido celebrar el éxito y bajar el ritmo, pero disfrutan con lo que hacen, aseguran que ahora más que nunca, tejiendo proyectos desde el despacho que han convertido en hervidero de ideas para sus nuevos restaurantes, colaboraciones y asesoramientos. No pudieron resistirse al ofrecimiento del local en que acaban de abrir Sis Quaranta (Diagonal, 640) a pocos pasos del centro comercial L’ Illa, con un enorme ventanal que da a una terraza, una sala con distintos niveles y una barra. También podrían haber mantenido el interiorismo, que era acertado, pero quisieron hacerlo más suyo y adaptarlo a la idea de negocio por el que apuestan esta vez; una cervecería que recuerda a algunas de las capital, con vida a cualquier hora y cualquier día de la semana.
El salpicón de marisco
Los huevos rellenos que prepara siguiendo la receta de Ignasi Domènech
En realidad, al entrar tienes la sensación de que te resulta familiar, y los camareros y camareras, chaqueta blanca impoluta, te conocen. La sala tiene dos niveles, mesas de distintas alturas y barra con vitrinas que lucen las preparaciones frescas del día: hay buenas gildas; salpicón de marisco impecable (que se ponga de moda el buen salpicón de marisco en Barcelona, por favor), sardinas en escabeche, hechas con la receta que Eugeni De Diego aprendió del sabio Isidre Gironès en Ca l’Isidre y que el jefe de cocina, Juanma Tejedo, se ocupa de que se sirvan desespinadas; como los huevos rellenos en los que ha adaptado la receta de Ignasi Domènech, que los hacía con gambitas; hay croquetas correctas, cremosos macarrones con chorizo y butifarra ibéricos; el “cubanito”, bocadillo común en Miami, que aquí se convierte en un bocado de lo más goloso a base de un brioche que rellenan con lacón, mayonesa con Savora (mostaza de especias), queso Chedar y pepinillos y que luego planchan. El cap i pota es delicioso, al igual que el steak tartar, con carne de ternera fresquísima cortada a mano al momento y bien condimentada.
La sala tiene dos niveles, mesas de distintas alturas y barra con vitrinas que lucen las preparaciones frescas del día
Hay suficientes propuestas como para que la clientela pueda repetir o ir a distintas horas. Si es para desayunar, pueden elegir entre los platos de chuchara, como en Wilmot (encontrarán sus exitosas albóndigas), o por ejemplo pedir uno de los citados cubanitos, que el cocinero y Ana Alvarado reconocen que es un vicio compartido en casa con sus hijos; ir a comer un día laborable o a cenar más tranquilamente. Este es uno de esos sitios en los que el ticket puede variar en función de lo que se pretenda ese día, pero partiendo de precios bastante razonables. Hay que reservar un hueco para los postres; el flan con nata es sabroso, al igual que las natillas, también caseras.
Su versión del cubanito, con lacón, mayonesa de mostaza y Chedar
Hay un paralelismo entre el nombre del negocio, que además de coincidir con el número de la avenida Diagonal, coincide con el de la cerveza que han creado para la casa con un coupage de Damm (60%) y Turia (40%). Y a su vez, explica el propio chef, con la idea de que se trata de una casa donde el 60% de elaboraciones son sencillas pero el 40% tiene un plus de complejidad. Como ejemplo, esas sardinas desespinadas o esos huevos rellenos con gambitas.
