El filósofo y ensayista español José Antonio Marina, de 86 años, ha compartido en el podcast El Sentido de la Birra una reflexión sobre cómo nuestro cerebro procesa las críticas a nuestras ideas y por qué esto dificulta el entendimiento mutuo.
Según explica, “cualquier ataque a mi ideología, mi cerebro lo interpreta como un ataque a mi identidad”. Esta conexión tan estrecha entre lo que pensamos y quién creemos ser provoca que, cuando alguien cuestiona nuestras creencias, lo vivamos como una agresión personal. El resultado, asegura, es que dejamos de escuchar y nos cerramos al diálogo.

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De la trampa identitaria al bloqueo del debate
Marina advierte que esta “trampa identitaria” no solo divide a las personas, sino que hace imposible la colaboración. Para él, es fundamental entender que criticar una ideología no significa atacar a la persona que la sostiene: “No, no es que mi ideología y yo somos lo mismo”, explica sobre el error que muchos cometen.

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La clave: educar en pensamiento crítico
No hay que educar ideológicamente, sino críticamente. Propone una pregunta básica que debería acompañar a cualquier opinión: ”¿Y tú cómo lo sabes?”. Y, a partir de ahí, esperar una respuesta con argumentos sólidos. Marina diferencia claramente entre el respeto a las personas y el respeto a las ideas: “Aunque digan tonterías son respetables como personas, pero la tontería que han dicho, no”.

Discusión entre amigas
Lealtad a la verdad, no a las ideas. En un momento donde se valora la autenticidad como mantenerse fiel a lo que uno piensa, Marina lo cuestiona: “No, hay que ser leales a la verdad, a la razón, al aprendizaje, a la posibilidad de cambiar de ideas si veo que estoy confundido”. Para él, el debate debería ser un proceso de aprendizaje mutuo, no una batalla para vencer al otro.
Conflictos y problemas: dos formas de enfrentarse
Marina reconoce que el desacuerdo es inevitable porque los seres humanos somos “una especie sociable pero conflictiva”. Sin embargo, diferencia entre abordar las diferencias como un conflicto —donde el otro es un enemigo— o como un problema común que hay que resolver juntos. “Tú y yo tenemos un enemigo: el problema”, plantea como la forma inteligente de colaborar.