Cristina Barrera, uróloga, explica por qué sentimos ganas de orinar cuando escuchamos ruido de agua: “No es casualidad”

SALUD

La experta explica que se trata de un efecto condicionado que afecta a muchas personas

Un grifo abierto brotando agua

Un grifo abierto brotando agua

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Basta abrir el grifo de la cocina o escuchar el murmullo de una fuente para que, de forma casi automática, aparezca esa necesidad ineludible: ganas de orinar. No se trata de magia ni de sugestión pasajera. Es ciencia. Y también, un ejemplo fascinante del vínculo entre el cuerpo y el entorno.

Cristina Barrera Rodríguez es una médica española especializada en urología. En uno de sus vídeos más recientes ha explicado por qué sentimos más ganas de orinar cuando escuchamos ruido de agua: “No es casualidad, es una respuesta del sistema nervioso, que hemos aprendido con el tiempo”, empieza diciendo. 

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“Esos estímulos pueden provocar urgencia, incluso sin que la vejiga esté llena”

Condicionamiento clásico. El sonido del agua activa ciertas asociaciones inconscientes en el cerebro, vinculadas a la micción. Se trata de un reflejo condicionado: el mismo principio que explicaba Pavlov al hacer salivar a sus perros con una campana. Nuestro sistema nervioso, al identificar el ruido del agua fluyendo, interpreta que es un buen momento, y un lugar seguro, para vaciar la vejiga.

Cuando la vejiga está llena el cerebro recibe la orden para orinar

Cuando la vejiga está llena el cerebro recibe la orden para orinar

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No le ocurre a todo el mundo por igual. Cristina explica que este fenómeno es más frecuente en personas que sufren pérdidas de orina, que sienten urgencia repentina o que tienen la sensación de no vaciar bien la vejiga: “También en quienes durante años, han tenido el hábito de aguantarse hasta llegar a casa para orinar. Esos estímulos pueden provocar urgencia, incluso sin que la vejiga esté llena”, explica.

Puede reeducarse con estrategias conductuales. Expertos en urología y fisioterapia del suelo pélvico recomiendan técnicas como el “entrenamiento de la vejiga”, que consiste en espaciar gradualmente las visitas al baño y resistir la urgencia durante unos minutos más cada día. Otras herramientas incluyen ejercicios de respiración, relajación muscular y, en algunos casos, terapia cognitivo-conductual para romper la asociación entre el sonido y la respuesta corporal: “Como cualquier hábito, este reflejo puede modificarse con constancia y atención. Se trata de recuperar el control voluntario sobre una función que, aunque automática, puede regularse con entrenamiento”, termina diciendo Barrera.

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