Bob Odenkirk, conocido mundialmente por su papel como Saul Goodman en Better Call Saul y Breaking Bad, ha sorprendido a sus seguidores con una emotiva confesión sobre la paternidad durante una conversación en el podcast de Mike Birbiglia. A sus 62 años, el actor estadounidense no dudó en compartir un sentimiento que, según reconoce, le acompaña con frecuencia: la envidia por quienes todavía tienen hijos pequeños en casa.
“¿De quién tienes envidia?”, le preguntaron en la charla. Su respuesta fue directa: “De cualquiera que todavía tenga niños pequeños creciendo en casa”. Lejos de responder con ironía, Odenkirk profundizó con ternura y claridad sobre lo que significó esa etapa en su vida: “No hay duda. Sabía lo que estaba haciendo cuando tenía hijos creciendo. Estaba siendo padre”.
La rutina de la paternidad como propósito vital
Para el actor, la paternidad fue mucho más que una responsabilidad: fue un propósito claro y reconfortante. “Esa era mi tarea. No tenía que preguntarme qué estaba haciendo aquí, ni cómo podía ser parte del mundo o tener un día significativo”, explicó. La respuesta a todas esas grandes preguntas, asegura, estaba en lo cotidiano: “La respuesta era recoger todo lo que hubiera entre aquí y la puerta, asegurarme de que llegaran al colegio y reírme con ellos”.
Un padre y un hijo lavándose los dientes.
Con esa naturalidad que lo caracteriza también fuera de la pantalla, Odenkirk reconoció que durante aquella etapa de crianza entendía perfectamente su papel en el mundo. “La vida… la entendía”, afirmó.
Captura de vídeo
Una faceta menos conocida del actor. Más allá de sus icónicos papeles como abogado sin escrúpulos y su carrera en la comedia, Bob Odenkirk ha demostrado en diversas ocasiones que es un hombre profundamente familiar. Padre de dos hijos, ha hablado en anteriores entrevistas del impacto que su familia ha tenido en su equilibrio emocional y creativo, incluso tras el infarto que sufrió en 2021 durante el rodaje de Better Call Saul.
Bob Odenkirk interpreta Jimmy McGill que es Saul Goodman.
Esta nueva reflexión añade una capa más íntima y vulnerable a su figura pública. En una industria que muchas veces premia la ambición constante y la reinvención profesional, Odenkirk pone en valor lo esencial: el amor, la presencia y el sentido que aporta acompañar a los hijos en su crecimiento.
En un mundo que a menudo presiona para encontrar “el propósito” en lo extraordinario, Odenkirk recuerda que lo verdaderamente significativo puede encontrarse en los momentos más simples y rutinarios del día a día.
