Alberto Chicote, uno de los chefs más reconocidos de España, asegura que su mayor orgullo como cocinero no está en acumular premios ni en crear recetas de alto valor económico, sino en algo mucho más humano: formar parte de la memoria de las personas.
“Hay gente que recuerda platos míos que comieron hace 20 años”, explica. “Recuerdo cuando mi padre me llevaba al restaurante y comía esto… y ahora vienen con un crío pequeño en el carrito”.
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El valor de la memoria gastronómica
Para Chicote, la cocina es mucho más que sabores y texturas: es una herramienta para despertar emociones y recuerdos. El chef afirma que cuando un cliente vuelve y pide un plato que le marcó, siente una mezcla de humildad y orgullo.
Alberto Chicote
“No sé si hacerme chiquitito o enorme, porque perdurar en la memoria de alguien con algo que hayas hecho es para mí lo más grande”.
Alberto Chicote descubre que su cachopo está completamente crudo
Más allá de las recetas. El chef, que ha popularizado expresiones como “sartencitas” y “guisoteíto”, subraya que la gastronomía también juega en el terreno de lo emocional:
“No jugamos solamente con sensaciones, jugamos con emociones”. Para él, ese vínculo emocional es lo que distingue a un plato verdaderamente memorable de uno simplemente bien ejecutado.
Soñar con lo que no tiene precio
Lejos de centrarse en el éxito económico, Chicote asegura que su aspiración más alta es seguir creando momentos que se graben en la memoria de quienes se sientan en su mesa: “No quiero tener una receta por la que me paguen… si he de soñar con algo inalcanzable es con eso, con perdurar en la memoria de las personas con aquello que haces”.
